Erich von Däniken:
Viaje a Kiribati - extraterrestres
4. Cazando
serpientes del mar y hombrecillos verdes
4.2. ¿Fue traída la vida a la Tierra por unas
"bombas" cósmicas?
de: Erich von Däniken: Viaje
a Kiribati; Ediciones Martínex Roca, S.A.; Gran Vía, 774,
7º; 08013 Barcelona; ISBN: 84-270-0684-5
presentado por Michael
Palomino (2011)
4.2. ¿Fue traída la vida a la Tierra por unas
"bombas" cósmicas?
[Parece imposible que una bomba trajo la vida a la Tierra
porque se calienta muchísimo entrando en la atmósfera. Pero
leemos como es la especulación]:
En noviembre de 1980 se reunieron en la universidad de
Maryland, Estados Unidos, varios científicos importantes
interesados en dilucidar si la vida surgió sobre la Tierra por
"inseminación" desde el Cosmos.
(nota 8: Will, Wolfgang:
Brachten "Bomben" aus dem Weltall das Leben auf die Erde?
[¿fueron bombas del espacio llevando la vida a la Tierra?];
En: Die Welt [diario El Mundo], 11 de noviembre de 1980)
Cuando el autor de estas líneas sugirió modestamente tal
posibilidad en 1973, se derramaron sobre su cabezota toneladas
de sarcasmos. Ahora hablan de ello los científicos. Me alegro.
La prueba definitiva de la existencia de vida extraterrestre
no se ha obtenido todavía. El que la cuestión de la existencia
de formas de vida cósmicas se estime ahora "un tema serio para
la investigación" (son palabras del profesor Hans Elsässer)
viene
<no por último, de que según consideran muchos científicos
sería un caso de megalomanía el pretender que seamos los
únicos seres vivos inteligentes de todo el Cosmos.>
No se piense que es una novedad la especulación sobre la vida
extraterrestre. El físico y fisiólogo Hermann Ludwig Ferdinand
von Helmholtz (1821-1894) escribió:
<Quién sabe si los meteoritos y los cometas que cruzan el
espacio no serán portadores de gérmenes, los cuales habrían
llevado a todos los mundos cuyas condiciones ofreciesen una
posibilidad de desarrollarse en ellos la vida.>
Durante este congreso de 1980 en Maryland, Sherwood Chang, del
Instituto de Investigación Ames de la NASA en California,
describió cómo pudieron haber ocurrido las cosas: la Tierra
era un medio hostil a la vida como los demás planetas hasta la
fecha analizados por las sondas espaciales. Desnuda como la
Luna, un erial de hielo como Júpiter, un polvoriento desierto
de cráteres como Marte, desprovista de atmósfera. Pero los
cometas y los asteroides cayeron sobre ella como "bombas",
portando compuestos abundantes (p.147)
en carbono que dieron origen a todas las formas de vida.
Sherwood Chang está convencido de que la vida primitiva se
desarrolló a partir de esos primeros componentes biológicos.
La objeción de que esas primeras moléculas habrían sido
destruidas por los rayos cósmicos y por el calor excesivo es
descartada por Don E. Brownlee, de la universidad de
Washington, quien asegura que las moléculas orgánicas podrían
soportar el viaje. Brownlee pudo identificar, por medio de sus
radio-espectros característicos, unas cincuenta combinaciones
químicas distintas que pudieron servir de fundamento a la
aparición de la vida, y que se hallan en los meteoritos y en
las colas de los cometas.
Jornadas de Jerusalén sobre
el origen de la vida - ¿Vino Adán del espacio?
De: Die Welt, 25 de junio de
1980
Propugna la misma opinión el profesor Yeheskel Wolman de la
universidad hebraica de Jerusalén.
(nota 9: Lahav, Ephraim: Kam
Adam aus dem Weltall? [¿Vino Adam del espacio?]; En: Die
Welt [diario El Mundo], 25 de junio de 1980)
en un congreso que se ocupó de la cuestión: "¿Vino Adán del
espacio?", más de cien investigadores discutieron en verano de
1980 - previamente puestos de acuerdo sobre cómo se realizó la
evolución desde las formas de vida primitivas hasta las
superiores - sobre cómo tuvo lugar el primer paso, del mundo
mineral y azoico a las primeras formas inferiores de vida.
Dice el profesor Wolman (p.148):
<Por los análisis químicos hemos averiguado que los
componentes fundamentales de la vida son combinaciones
químicas que dan lugar a moléculas gigantescas. Cada una de
estas moléculas está formada por un número enorme de átomos,
que va desde varios cientos de miles hasta algunos millones.
Estas sustancias químicas reciben el nombre de polímeros.
Cuando sepamos cómo se formaron los primeros polímeros, nos
habremos acercado (p.148) algo más al origen de la vida...
Sospechamos que los materiales primarios de donde creó la
naturaleza los primeros polímeros procedían del espacio, y no
de la superficie terrestre.> (p.149)
Durante la discusión, el profesor Emanuel Gilav, del Instituto
Weizmann de Ciencias, en Rehovot, admitió lo siguiente:
<Como toda investigación, la nuestra tiene sus raíces en la
curiosidad. Cuando sepamos cómo se originaron las primeras
células vivas, nos será más fácil luchar contra el cáncer.
Porque el cáncer no es más que una proliferación patalógica de
las células.>
Bien. Se ha descubierto la existencia de elementos
constituyentes de la vida en el Cosmos, pero eso no obliga a
admitir que exista la vida extraterrestre. De modo que tenemos
unos fragmentos navegando, como quien dice, en inmediata
vecindad de la Tierra, sin que nadie se moleste en tratar de
averiguar si esas rocas extraterrestres - olvidemos los
fragmentos (rusos) del vehículo espacial extraterrestre -
contienen microorganismos, que al menos servirían de prueba
incontrovertible de la existencia de vida en el espacio.
¿Es que nuestros esforzados científicos no saben que tienen al
alcance de la mano una oportunidad para convertir sus
hipótesis en hechos probados? Se dispone de la tecnología
necesaria para investigar esos diez ominosos fragmentos. ¿Por
qué no se hace? El que esos trozos sean de origen natural o
artificial, ¿tiene todavía importancia, a la vista de ese otro
problema incomparablemente mayor? Continuemos la investigación
sobre el origen de la vida. Vale la pena. En esta dirección,
tanto en los países occidentales como en los orientales las
investigaciones han alcanzado gran primacía. Sólo les falta
plantearse este otro objetivo nuevo. No debería ser tan
difícil. Si la ONU (con sus organizaciones filiales) fuese
algo más que una ineficaz asamblea deliberante, podría
convocar a una gran tarea colectiva: ¡la búsqueda de la
primera vida en el universo!
¿Adiós a los hombrecillos
verdes?
Sabemos que la ciencia se ocupa intensamente de la cuestión de
cómo la vida cósmica pudo llegar a nuestro planeta. Cuando
empezó a despuntar la idea de que tal vez nosotros no éramos
los únicos seres inteligentes del universo, los espíritus
chistosos (p.149)
lanzaron las primeras especulaciones sobre el aspecto de los
señores oriundos de otras estrellas. Creyendo posible combatir
por el ridículo las hipótesis de vida extraterrestre, asomaron
a los titulares los "hombrecillos verdes". Pero esta clase de
"humor" no consiguió el objetivo que se proponía, porque cada
vez eran más los investigadores que se unían a la creencia de
que nuestra civilización probablemente no es sino una entre
muchos millones o miles de millones.
Ahora resulta que justamente aquellos que hace poco, a mi modo
de ver, tocaban casi las estrellas con la punta de3 los dedos,
donde dijeron digo empiezan a decir Diego... Por ejemplo, el
astrofísico soviético Josif Samuilovitch Shlovski. Hablando
con él en su Instituto de la Perspectiva Universitetski número
13 de Moscú, me dijo que estaba convencido de la existencia de
planetas con vida inteligente dentro de un radio de cien años
luz, y haló de una posible sonda espacial autónoma, controlada
por ordenador de bordo, que podría soportar incólume los mil
años de viaje. Hoy en día Shlovski dice que la Tierra es "una
excepción infrecuente en el Cosmos", ya considera una
distancia de diez mil años luz hasta la civilización más
próxima.
Las declaraciones del ruso
(nota 10: Kalte Dusche für
die grünen Männchen [ducha fría para los hombrecitos
verdes]; En: Weltwoche-Magazin [revista de Semana Mundial];
Zurich 1980)
en el sentido de que la Tierra sea "una excepción infrecuente
en el Cosmos" no constituyen ninguna novedad. Son tan rancias
como el postulado de Jacques Monod, formulado en 1974 a través
de su libro "El azar y la necesidad", según el cual nosotros
los terrícolas seríamos - ¡qué casualidad!- las únicas
inteligencias del universo. Voy a sugerir algunas
consideraciones que, por lo visto, no han sido tenidas en
cuenta en la polémica:
-- El que la vida se iniciase de alguna manera, en algún lugar
y en algún momento, no es cosa que esté sometida a las
demostraciones de los científicos. ¡Nosotros mismos somos la
demostración de ello!
-- Es ley de toda vida el expandirse y multiplicarse. Lo cual
ocurre diariamente - a saber por qué y desde cuándo - a
nuestro alrededor, y nosotros mismos colaboramos a ello de
manera muy agradable. El que la vida no desaparece sino para
reaparecer en forma distinta, es también una perogrullada que
no necesita demostración.
-- La vida NO INTELIGENTE, es decir en sus formas inferiores,
no (p.150)
puede extenderse sino en su planeta originario, salvo si
admitimos que una catástrofe física (un terremoto, una
erupción volcánica, la destrucción de un planeta por el
impacto de un gran meteorito) sea capaz de lanzar al espacio
cósmico los gérmenes o esporas de las formas de vidas más
inferiores.
-- La vida INTELIGENTE tiene tendencia a extenderse. Tan
pronto como se lo permiten las condiciones técnicas creadas
por ella misma, procura abandonar su planeta natal y
proponerse objetivos nuevos y lejanos. Una fase inicial de
este afán viene dada por nuestras propias investigaciones en
la Luna, Marte, Júpiter y Venus.
-- El que la vida inteligente se extienda, no es cosa que haya
de suceder irremediablemente por medio de naves tripuladas.
Uno extraterrestres inteligentes podrían enviar también
"bombas de vida", cápsulas ligeras lanzadas mediante cohetes
desde sus sistemas solares. Dichas cápsulas podrían contener
microorganismos, células conteniendo el código genético de la
propia especie. Con este procedimiento, los habitantes
inteligentes de otros planetas podrían "inseminar" un número
infinito de sistemas solares, tal como se supuso en el
congreso de 1980 en Maryland. En los planetas donde reinasen
condiciones favorables, los microorganismos se multiplicarían
a un ritmo tremendo.
-- Muchas de las cápsulas no alcanzarían un objetivo
determinado, sino que navegarían eternamente en el espacio, o
caerían en un sol, abrasándose. Esta posibilidad de la
diseminación de vida tal vez la hayamos ejercido ya NOSOTROS
sin saberlo. Mientras mis lectores se hallen recorriendo estas
líneas, la sonda exploradora de Júpiter lanzada en 1972 habrá
rebasado ya Saturno y abandonará nuestro sistema solar. Si se
hubiese dotado dicha sonda de un pequeño recipiente lleno de
bolitas microscópicas, capaces de diseminarse obedeciendo a un
impulso emitido por radio, nuestros "mensajes vitales", genes
y microorganismos, flotarían en todas las direcciones del
espacio y alcanzarían quizás un planeta en donde existiesen
condiciones favorables a la vida y donde, al cabo de muchos
miles de años, evolucionarían seres "a nuestra imagen y
semejanza".
-- De acuerdo con este esquema, la vida puede evolucionar en
diferentes sistemas solares con arreglo al patrón
predeterminado. Pero esta evolución en otros planetas se
sustrae a nuestra tendencia de expresarlo todo en relaciones
estadístico-científicas (p.151).
-- Por consiguiente, no es posible contestar a la pregunta:
"¿Cuál es la probabilidad de que evolucione la vida en otros
planetas?" La vida diseminada por nosotros (o por otras
inteligencias), una vez situada en el Universo, se
desarrollaría de acuerdo con sus leyes propias, ilimitada e
incontenible.
Teniendo en cuenta todos los criterios, a mi modo de ver
podemos elegir entre tres posibilidades:
Primera:
La vida es infinitamente complicada. Nuestra existencia se
debe a una casualidad única, al azar (Monod).
Segunda:
La vida puede haber aparecido en lugares diferentes y en
momentos diferentes, bajo formas diferentes. Esta posibilidad
es tan mínima que sólo aparece una vez cada diez mil años luz,
como mucho (Shlovski).
Tercera:
La vida aparece en algún momento, en algún lugar, y desde ahí
su extensión es aditiva y multiplicativa. En esta hipótesis se
garantiza el principio evolutivo según el cual todas las
formas de vida desarrolladas hasta la inteligencia se asemejan
(Däniken).
Las posibilidades primera y segunda no son demostrables por
ahora: nosotros existimos, pero no sabemos de manera
definitiva si existen otros seres vivos inteligentes. La
tercera es demostrable: nosotros existimos y todo ser
inteligente tiende a extenderse y multiplicarse. Y así lo
practicamos, tal como nos enseña la naturaleza. ¡Sin necesidad
de hombrecillos verdes! (p.152)