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Erich von Däniken: Viaje a Kiribati - extraterrestres

4. Cazando serpientes de mar y hombrecillos verdes

[4.4. Los incas tenían diamantes artificiales - una noticia falsa]




de: Erich von Däniken: Viaje a Kiribati; Ediciones Martínex Roca, S.A.; Gran Vía, 774, 7º; 08013 Barcelona; ISBN: 84-270-0684-5

presentado por Michael Palomino (2011)

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[4.4. Los incas tenían diamantes artificiales - una noticia falsa]

Diamantes incas de baja calidad

El 5 de junio de 1980 tropecé con un titular a tres columnas [una noticia en el diario Bremer Nachrichten, [periódico "Noticias de Bremen"]: "¿Conocían los incas el secreto de los diamantes?"

(nota 19: Kannten die Inkas das Diamanten-Geheimnis? [¿conocieron los incas el secreto de los diamantes?]; En: Bremer Nachrichten [Noticias de Bremen], 5 de junio de 1980)

Los inca, pues actualmente lo más correcto es prescindir de la "s" del plural, son viejos conocidos que aún pueden reservarle a uno muchas sorpresas. Entre otras habilidades inexplicables, ¿por qué no habían de tener la de fabricar diamantes artificiales? Mi asombro fue creciendo a medida que leía:

<En el antiguo templo inca de Cuca, que data de hace quinientos años como mínimo y está situado en las inaccesibles montañas al norte de Huánuco, en el Perú, una columna de montañeros bajo la dirección del etnólogo sudafricano doctor Maath ha realizado hallazgos sorprendentes en un altar sacrificial erigido en honor del dios del sol por dicho legendario pueblo aborigen de América del Sur. El doctor Maath, de Ciudad de El Cabo, ha sido el segundo investigador, después del español Lepico que llegó en 1935 a las ruinas de Cuca por primera vez, que ha visto "el sillar sagrado", como lo llama el corresponsal de "La Crónica" de Lima. Aparte el hecho de que hasta hoy no se ha podido averiguar cómo llevaron los incas a casi cinco mil metros de altura, en una inhóspita región montañosa, los gigantescos bloques de una variedad de roca que no existe en la región, al objeto de construir un templo para el dios del sol, ha causado sensación el descubrimiento de diamantes bajo el altar sacrificial. Algunos especialistas han declarado que estas piedras eran "diamantes sintéticos".>

Según la información, las copas del sacrificio eran decoradas por los inca con valiosos diamantes, tallados de originales en bruto y que hoy son de un precio incalculable. La novedad sería el descubrimiento de que dichas copas iban encastradas en zócalos también adornados con diamantes. dos de dichos zócalos habrían sido (p.164)

descubiertos por el doctor Maath, quien sacó de ellos siete piedras para hacerlas analizar en Lima. En vista de lo cual, nada tiene de particular que se desplazase inmediatamente desde Estados Unidos el especialista en diamantes y químico diplomado Collins, para salir el paso de la expedición en Húanuco. Collins explicó luego que se había sentido como un alquimista al borde del mayor descubrimiento de su vida.

<En la vida había visto tales diamantes>, declaró Collins. <Con los años que llevo en la profesión, nunca me había costado tanto emitir un dictamen. Creo que se trata de diamantes entrefinos, y no sintéticos, aunque no excluyo que puedan serlo. Pero sería increíble afirmar que los incas conociesen el secreto de la fabricación de auténticos diamantes sintéticos. En todo caso, lo seguro es que son diamantes de carbono puro. Lo que ocurre es que algunas características no cuadran con un origen natural de los mismos.>

Mister Collins no quiso decir más, pero en Lima se esperaba a especialistas que enfocarían sus lupas sobre el precioso hallazgo. La información terminaba en tono optimista y especulativo:

<Es posible que cuando se descifren los jeroglíficos hallados asimismo en Cuca sobre el sepulcro del "caudillo de la piedra solar", pueda solucionarse parte del misterio y arrojarse luz sobre el secreto. Cuzeca, soberano de la undécima dinastía, estaba considerado como adorador de los diamantes, en los que veía dones sagrados del dios Sol.>

¡Una información rebosante de nombres, lugares y datos!

La contradicción de los "auténticos diamantes sintéticos" sin duda se le había escapado a la pluma del periodista. Un diamante, o es "sintético" o es "auténtico". Lo que más me irritaba a mí, que creo conocer bien el Perú, era lo que me parecía un fallo de mi cultura: el no haber sabido nada hasta entonces de un templo inca de Cuca. En cuanto al Cuzeca soberano de la undécima dinastía, debía ser otro error debido a la precipitación del articulista; la undécima dinastía reinó de 1493 a 1525, y su soberano se llamaba Huayna Capac.

sin embargo, esto carecía de importancia frente a la excitante noticia: ¿diamantes, y lo que es más, de fabricación sintética? ¡Caramba!

Llamé a mi amigo Rico Mercurio, cuya compañía me había de (p.165)

ser tan útil durante nuestro viaje a Kiribati, y le distraje un rato de su ocupación de seleccionar o trabajar diamantes.

-- ¿Qué pasa con los diamantes sintéticos? ¿Existe tal cosa? ¿Cómo se fabrican y cuánto valen? - pregunté.

Antoine Laurent Lavoisier (1743-1794), mimbro de la Academia de Ciencias y fundador de la química moderna, demostró en 1776 que el diamante está constituido de carbono, y en cuanto a su composición es idéntico al grafito, mucho más corriente en la naturaleza.

Tal descubrimiento animó a los investigadores, hacia fines del siglo XIX y comienzos del XX, a tratar de obtener diamantes sintéticos. Se emprendieron largos y costosos ensayos, con muy escaso éxito. Hasta 1954 no se consiguen, con el aparato de Belt, las condiciones técnicas para sintetizar el diamante, lo cual exige presiones muy elevadas y altas temperaturas. En un crisol a mil seiscientos grados centígrados y bajo presión de treinta y cinco mil atmósferas se obtiene la transformación del grafito en diamante con ayuda de un catalizador de níquel o de tántalo, metal muy caro este último. Rico me explicó que el proceso era complicado y caro, y que los diamantes así obtenidos no podían compararse a los naturales.

Eso era exactamente lo que yo necesitaba oír: la producción de diamantes sintéticos exige una tecnología que los inca no podían poseer. Y si en el templo de Cuca se hubieran hallado realmente tales pedruscos brillantes, ello significaría que los inca poseyeron en efecto el "know-how" [saber] técnico... o que recibieron regalos de visitantes de una civilización técnicamente muy adelantada.

En el artículo que había excitado mi curiosidad se mencionaba al periódico "La Crónica". Sin pérdida de tiempo, se envió por correo aéreo una carta a la redacción, prometiendo correr con todos los gastos si se accedía a mi solicitud: el envío del informe original. A pesar de haber adjuntado sobre de respuesta debidamente cumplimentado y con el franqueo necesario, no hubo respuesta de Lima. Consulté al Gemological Institute [instituto gemológico, ciencia de las piedras preciosas] de Santa Mónica, Los Ángeles, que desarrolla métodos para diferenciar las piedras naturales de las sintéticas y las imitaciones. Solicité también referencias sobre el especialista Collins. No hubo respuesta.


<Sabría usted decirme dónde está Cuca?>

[Buscando el artículo original peruano sobre los diamantes artificiales en Cuca]

Durante mi larga estancia en Perú en verano de 1980 me sobraron varios días en mi programación. Me propuse no hacer nada, tomarme unas pequeñas vacaciones.

Una mañana me dirigí en un desvencijado taxi al edificio de "La Crónica" en Lima. Es un periódico popular de fuerte tirada, según averigüé. La amabilidad escéptica del redactor jefe se convirtió en exquisita cortesía, como si hubiese llegado un alto personaje, cuando en vez de flores ofrecí al periodista mis saludos acompañados de un ejemplar de "La respuesta de los dioses" en su versión española, provisto de dedicatoria. Conté cómo un periódico alemán había hablado del descubrimiento de diamantes en Cuca, y había mencionado la presencia de un redactor de "La Crónica". El jefe no tenía ni la menor idea, y llamó a capítulo a todos sus colaboradores. Después de extensas discusiones, resultó que nadie sabía ni media palabra de Cuca, ni de diamantes sintéticos encontrados en la montaña.

-- ¡No es posible! en nuestro país no salta un gazapo así en el día de los Inocentes, ni a mitad de las vacaciones de verano - objeté.

A través de la espesa nube de humo procedente de su cigarro, el redactor jefe me ofreció la ayuda de uno de sus colaboradores.

-- Esto no se ha publicado en nuestro periódico desde que yo soy redactor jefe, y llevo algunos años ya. Le autorizo a mirar en nuestros archivos todo lo que quiera.

Cuando me vi en el inmueble contiguo, en una estancia larga y estrecha llena de estanterías atiborradas de legajos, archivadores, tomos encuadernados por años y cajas de cartón, perdí la esperanza de encontrar algo en aquel caos clásicamente sudamericano. Pero tuve que rectificar esta opinión después de la intervención de tres bonitas archiveras. Aquello estaba organizado por doble referencia, casi a imitación de mi propio archivo: orden cronológico e índice analítico de temas. Además, en aquel archivo se clasificaban y guardaban todos los diarios de Lima, además de la hemeroteca de "La Crónica". Y en buen orden.

Ante mí se amontonaron montañas de material reunido bajo el concepto de "Arqueología". con la ayuda de las señoritas y del (p.167)

hábil voluntario, no quedó información por remover. De Cuca, ni rastro. Pero, ¿existe realmente Cuca?, empecé a preguntarme.

Las enciclopedias peruanas no decían nada de Cuca, lo cual, atendida la existencia de miles de yacimientos de la cultura inca, todavía no podía considerarse definitivo.

[Los arqueólogos y etnólogos no conocen un templo incaico de Cuca]

Desde mi hotel lancé una encuesta telefónica entre todos los arqueólogos y etnólogos peruanos a quienes conozco; entre ellos hay hombres que han dedicado toda su vida, como suele decirse, al estudio de los inca. Ninguno de ellos conocía el templo incaico de Cuca en los montes de Huánuco, pero casi todos me animaron a no desesperar. Existen en el Perú tantas ruinas de los inca, que no pueden aparecer todas en la literatura salvo si se encuentra en ellas algo realmente espectacular.

Como buen excursionista que soy desde mi infancia, me puse a estudiar los planos topográficos. Según la información del periódico alemán, el templo de Cuca estaba a cinco mil metros de altura, o sea en la región de las nieves perpetuas. Bien. Huánuco queda tres mil metros más abajo; al noroeste hallamos la Cordillera Blanca, donde se alza el Huascarán con sus 6.768 metros de altura. En un círculo de sólo cien kilómetros a vuelo de pájaro, encontramos varias cumbres de cinco mil metros, donde podría estar el templo de Cuca. En subjuntivo, que es el tiempo de lo discutible y no visto.

[El viaje a Huánuco para la verificación de un templo incaico de Cuca - Cuca no existe]

La compañía AERO-PERU tiene dos vuelos por semana a esa ciudad de cincuenta mil habitantes [eso fue en los años 1980s]. La guía turística (nota 20: Moller, Gerd + Elfriede: Perú; Pforzheim 1980), que normalmente recomienda cualquier montón de pedruscos, advierte:

<Esta capital de provincia del Alto Huallago, muy estimada por su agradable clima, no ofrece curiosidades notables al turista extranjero.>

Lo cual es un "understatement" [eufemismo], pareciéndome Húanuco muy aburrida mientras resistía tres jornadas en el hotel turistas. Bajo esta denominación funcionan los hoteles estatales en todas las ciudades importantes como Ica, Nazca o Cuzco.

En una casa antigua próxima al hotel existe un museo privado, del que es dueño un hombrecillo de barbas de chivo, seco y nervioso. Las cuatro salas museísticas están a rebosar de cachivaches; animales disecados, incluyendo una oveja de seis patas, figurillas arqueológicas baladíes, cráneos, etcétera, cuelgan de todas las partes. El barbas de chivo, que recorre su país de (p.168)

cabo a rabo para comprar material, no tenía noticia de Cuca.

La hoja local de Huánuco se publica cuando parece necesario, o cada semana si nadie dispone otra cosa; al redactor y a su esposa les sobraba tiempo para meditar a fondo mi pregunta. A sus oídos nunca había llegado nada acerca de Cuca, ni de templo alguno, ni de hallazgos de diamantes, En la población no residía en aquellos momentos ningún arqueólogo, por hallarse abandonadas las excavaciones.

¡Rayos y truenos! ¿Estaría yo persiguiendo la serpiente de verano?

[Niños de Huánuco no saben nada de Cuca]

Una tarde me senté en un banco verde, en la plaza del mercado, tan distraído que ni me fijaba en la animación del lugar. Colegiales de ambos sexos y de todas las edades, con las carteras y los libros bajo el brazo, regresaban alegremente hacia sus casas: ellas de bata blanca y chaqueta gris oscuro, ellos de pantalón gris oscuro y camisa blanca. Tres niñas de unos doce años se detuvieron frente a mí, pequeñas Evas curiosas que me preguntaron:

-- ¿De dónde vienes?

Entablamos [iniciamos] conversación, a la que pronto se sumaron otros escolares. Era una rueda de rostros frescos y morenos, con el cabello negro como el betún. Les contesté a todo cuanto quisieron preguntarme. Me pidieron que les cantara el himno nacional suizo, y prometí hacerlo si ellos a su vez me cantaban una música popular de su país. Y cantaron espontáneamente "El cóndor pasa", que nosotros conocemos en versión de flauta india. La canción atrajo a más curiosos, y más cuando entoné en solitario nuestro himno nacional. Por un momento se me ocurrió pensar que yo habría sido un buen misionero. De pronto, lancé en medio de la discusión general esta pregunta.

-- "Quién de vosotros conoce el templo inca de Cuca? Ha de estar por aquí, en las montañas de esta región...

Las miradas de los niños eran inexpresivas. Hablaron en voz baja entre sí. Ninguno sabía nada de Cuca.

Les pedí que hablasen aquella noche con sus padres, y a la mañana siguiente con sus maestros. Los cité en la misma plaza, a la misma hora del día siguiente, y prometí diez dólares americanos al primero que me trajese noticias de Cuca. Aquella noche se debió mencionar ese nombre en muchos hogares de Huánuco (p.169).

[Otro lugar santo cerca de Huánuco: Kotosh]

Para dar a la mañana siguiente una apariencia de trabajo, me encaminé a las ruinas de Kotosh, en las afueras de Huánuco. Según la literatura especializada, Kotosh era un poblado preincaico, de cuyos constructores no se sabe nada, pero lo que se dice nada. Es un pequeño campo de ruinas sobre una colina, del que apenas cabe decir nada que valga la pena. Los constructores preincaicos aún no habían recibido todavía el "beso de la técnica". Fui el único visitante de aquel día. La advertencia de la guía surtía efecto; los turistas no iban a Huánuco, ni menos a Kotosh. Y bien hecho que hacían.

La entrevista de la tarde con los niños tampoco produjo ningún fruto. Ni los padres ni los maestros habían oído hablar de Cuca. Me proponían otros templos incaicos que visitar, pero a fin de cuentas a mí sólo me interesaba Cuca.


[Conclusión: noticias alemanas falsas sobre santuarios en el Perú - y otro ejemplo sobre santuarios en Chile]

Última ratio: La información sensacional del serio y responsable diario alemán [Bremer Nachrichten, diario "noticias de Bremen"] carecía de todo fundamento. Si al menos el artículo hubiese aparecido el día de los Inocentes, hubiera tenido cierta gracia... como el que publicó la revista "Sterne und Weltraum" (estrellas y espacio) en tal día de 1980,

(nota 21: Archäologie um La Silla [arqueología en la región de La Silla]; En: Sterne und Weltraum [estrellas y espacio], 1980/4)

con una presentación de lo más tradicionalmente científico, bajo el título: "Arqueología en La Silla". Según afirmaban, la información estaba tomada de una fuente húngara. Ilustrada con tres fotografías académico-insignificantes, llamaba la atención del lector sobre una montaña de dos mil cuatrocientos metros de altura, en los límites con el desierto de Atacama, al norte de Santiago de Chile. Por lo visto, había allí poblados indios de época precolombina. Grabados sobre la piedra de los llamados petroglifos aparecía una esfera con anillo, semejante al planeta Saturno. Decía textualmente el artículo:

<Si se demostrase que los dos petroglifos tienen una antigüedad de más de varios decenios, o incluso superior a la de la civilización técnica europea, sería suficiente para tener que someter a una consideración renovada los escritos de Erich von Däniken, quien por cierto ha investigado mucho en América del Sur.>

La referencia que aducía era: "D. Niken et al., Ver. Arch. Ung. 11,222 (1979)", lo que a mi modo de ver significa: "Däniken" y "allgemeine Verarschung", o sea "tomadura de pelo general". (p.170)

Si alguna vez me dejo caer por La Silla, será porque los telescopios instalados allí permiten distinguir más periodistas gandules que pompas de jabón hay en el Cosmos.

El día de los Inocentes todas las bromas están permitidas. Los demás días no es lícito engañar al lector con informaciones serias en apariencia, pero tendentes únicamente al sensacionalismo. Acabo de exponer tres casos, tres muestras sin valor. Aunque uno se pierda a veces en callejones sin salida, se regresa de ellos habiendo aprendido un poco más.

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