32. Pacífico: Nan Madol, una isla con una vieja
fortificación - ¿por qué razón?
Nan Madol, ¿una fortaleza
en la selva virgen?
Con una superficie total de 1.340 kilómetros cuadrados,
constituyen las Carolinas el mayor grupo insular de
Micronesia, al noroeste de Oceanía.
Mapa de Oceanía con las islas Carolinas [1]
De las 1.500 islas que lo componen aproximadamente, la más
extensa es
Ponape
(504 km
2) (desde
1990 llamado como "Pohnpei" [web01]), rodeada a su vez por
toda una serie de islotes o islas más pequeñas;
Mapa de las islas Carolinas con Ponape, llamado desde 1990
como Pohnpei [2]
una de estas últimas, cuya superficie de 0,44 km
2,
es comparable a la Ciudad del Vaticano, se llama
oficialmente
Temuen,
aunque debido a las imponentes ruinas de
Nan Madol en
ella existentes, suele conocerse por este segundo nombre.
La isla
Pohnpei y Temuen con la fortificación de Nan
Madol
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Mapa con la
isla de Ponape / Pohnpei con Temuen /
Temwen / Nan Madol [3]
Pohnpei tiene un superficie de 32.000
habitantes (2011) [web01]
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Isla de Pohnpei, la montaña Puswan Malik [6]
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Isla de Pohnpei, catarata [4]
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Isla de Pohnpei, jardín de pimienta [5]
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Pohnpei, baile 01
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Pohnpei, baile 02
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Pohnpei, baile 03
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Y ahora sigue otro enigma:
La isla de Temuen / Temwen con la fortificación
de "Nan Madol"
Temuen / Nan Magol, muro 01 (p.148)
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Temuen / Nan Magol, muro 02 (p.148)
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Temuen / Nan Magol, muro 03 (p.149)
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Temuen / Nan Magol, elemento de muro
(p.149)
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Mapa con la fortificación de Nan Magol en la isla
de Temuen / Temwen (p.147)
Temuen, fortificación Nan Madol, muro 04
[11]
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Temuen, fortificación Nan Madol, muro 05
[12]
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Däniken indica:
De nuevo resulta imposible averiguar la fecha, siquiera
aproximada, de tales construcciones, y tampoco se sabe quién
o quiénes las realizaron. Lo primero que consta
históricamente es que el navegante portugués Pedro Fernandes
de Quirós arribó a las costas de Temuen en su "San
Jerónimo", en 1595, y que para entonces todo se encontraba
ya en ruinas.
Al ignorarse por completo el origen de estas antiguas
instalaciones, es evidente que toda pregunta relativa a su
significado o a su posible destino cae en el vacío. ¿Por qué
alguien, en alguna época remota, se empeñó en la colosal
empresa de transportar a este islote perdido cerca de
400.000 enormes bloques de basalto desde la costa norte de
Ponape, donde tuvieron que ser extraídos? Si se trataba
únicamente de construir "templos", ¿por qué no se levantaron
éstos en las cercanías de la cantera? Los muros que todavía
hoy quedan en pie llegan a tener 14 metros de alto y hasta
860 metros de largo. Si ya era sumamente difícil extraer y
tallar cada uno de esos bloques de tres a nueve metros de
largo y diez toneladas de peso, resulta del todo imposible
concebir su transporte a través de la espesa jungla aun por
una gran multitud de hombres fuertes.
Suponiendo que varios equipos se hubieran aplacado
ininterrumpidamente, relevándose unos a otros, a la tarea de
extraer, dar forma y transportar dichos bloques basálticos
de varias toneladas de peso, habrían sido (p.146)
necesarios 296 años para llevar a buen término tan absurda
empresa. Por otra parte, en el islote solo podían residir
unos pocos hombres. ¿De dónde vinieron, pues, esas ingentes,
pero indispensables masas de trabajadores?
Nan Madol no es una ciudad "bella"; su arquitectura es
sobria y funcional, nada hay allí de suntuoso, ni tampoco el
menor rastro de ese esplendor típico de otras construcciones
e islas del Mar del Sur. Se trata sin duda alguna de
fortificaciones. En su libro "Der masslose Ozean" (El
inmenso océano), Herbert Rittlinger dice que Ponape fue
antaño el centro de un poderoso Estado; los pescadores de
perlas rastrearon las islas en busca de tesoros y dejaron
constancia de sus hallazgos, entre los que se mencionaban
columnas y sarcófagos.
[Ocupación japonesa]
En 1919 las Carolinas fueron ocupadas por los japoneses. Los
pescadores de perlas, apegados a sus leyendas, siguieron
buscando tesoros y con frecuencia traían ala superficie
trozos de platino. De hecho, el platino se convirtió durante
la dominación japonesa en uno de los principales artículos
de exportación. Sin embargo, no existe ningún yacimiento de
platino en las islas. Mirando a través del agua clara, tuve
la impresión de que las construcciones parecían "crecer"
sobre (p.147)
la isla, siendo sus formas arquitectónicas como la
prolongación de algo más profundo, algo que nos lleva al
concepto legendario de la "fuente sagrada". ¿No es posible
que, en vez de una fuente, se tratara del acceso a una
instalación subterránea? ¿Servirían las fortificaciones para
proteger dicho acceso? Por sí solo los nativos no pudieron
llevar a cabo obras subterráneas de tal envergadura; ¿les
ayudaron quizás extraños visitantes?
[La leyenda sobre un dragón
que ayudó construir la fortificación]
La leyenda habla de un dragón volador que escupía fuego, que
abrió canales e hizo surgir las islas; habla también de un
mago que le acompañaba, y a cuyo conjuro la roca saltó en
pedazos, cayendo los bloques de basalto sobre la isla. He de
admitir que en este caso no me satisface de todo la
explicación de la posible ayuda de astronautas extranjeros.
¿Por qué escogieron éstos un islote tan insignificante? La
misma dificultad se plantea si atribuimos la construcción a
los nativos. Lo único seguro es que nos hallamos ante uno
más de los insolubles misterios que encierra nuestro viejo
planeta... (p.151)
[Fiestas en las islas del
Mar del Sur con máscaras rituales y danzas imitando
vuelos]
Las islas que pueblan el océano Pacífico entre Australia,
Indonesia y las islas próximas a la costa americana alcanzan
una superficie total de 1,25 millones de km
2,
repartiéndose en un vasto espacio oceánico de 70 millones de
km
2. Allí viven
papúes, melanesios, polinesios y micronesios. Los museos
están llenos de tesoros referentes a la historia de estos
pueblos; por ejemplo, en [la ciudad de] Auckland (Nueva
Zelanda) y en el Bishop Museum [Museo del obispo] de [la
ciudad de] Honolulú [eso es la capital de Hawai] pueden
verse máscaras rituales pertenecientes a los isleños de los
Mares del Sur. Éstos se las ponían sobre la cara y con ellas
danzaban tratando de imitar movimientos de vuelo. Si
observamos las presuntas máscaras rituales desde una
perspectiva moderna, no nos costará mucho descubrir, creo
yo, que no son sino copias imperfectas de aparatos
individuales de vuelo.
En la parte superior, por encima de la cabeza, sobresalen
unas superficies planas de madera que imitan unas alas;
abajo del todo se ven los agujeros para introducir los
brazos y sujetarlas. Incluso las piezas protectoras de
brazos y piernas, así como también el corsé en que se
enfundaban los "hombres-pájaro" han subsistido en el
folklore de esas gentes durante miles de años. Claro está
que los isleños mismos han olvidado ya, desde hace
innumerables generaciones, POR QUÉ adornan a sus dioses,
reyes o caciques con tan complicados conjuntos. nadie puede
VOLAR con ellos; y no obstante las "ropas de vuelo" de
ciertos visitantes extranjeros pasaron a formar parte del
folklore nativo. ¿Más caras rituales? Dejad que me ría...
(p.152)