Erich von Däniken:
Regreso a las estrellas
1. ¿Por qué no ha
de ser verdad lo que puede serlo?
La Vía Láctea [1]: Los dioses (extraterrestres) saben viajar
entre los sistemas de un planeta a otro
de: Erich von Däniken: Regreso a las estrellas; Plaza &
Janes, S.A., Editores; Virgen de Guadalupe, 21-33; Esplugas de
Llobregat (Barcelona); ISBN: 84-01-33135-8
presentado por Michael
Palomino (2011)
A mi mujer ELISABETH, y a mi
hija CORNELIA, con mi más profundo agradecimiento.
1. ¿Por qué no ha de ser verdad lo que puede serlo?
Desarrollos que experimentamos. - Testimonios de excepción. -
¿Es posible el espacio interestelar? - Hemos de poder parar el
motor de la vida. - Construcción de un orgci. - ¿Retorno a las
estrellas a una velocidad mil veces superior a la de la luz?
[Invenciones - tesis de Däniken que los dioses
fueron extraterrestres]
[El foco y la luz - Edison en
1879]
Cuando Thomas Alva Edison inventó, en 1879, la lámpara
eléctrica de incandescencia, las acciones de las compañías del
gas bajaron de la noche a la mañana. El Parlamento británico
nombró una comisión investigadora, con el encargo de comprobar
las posibilidades que ofrecía para el futuro el nuevo sistema
de iluminación. Sir William Preece, director del Correo Real y
presidente de dicha comisión investigadora, comunicó el
resultado ante la Cámara de los Comunes: ¡Era una pura quimera
la idea de llevar la luz eléctrica a sus casas a través de
cables! En la actualidad, las lámparas eléctricas brillan en
todas las casas del mundo civilizado.
[El primer helicóptero -
Leonardo da Vinci y Simon Newcomb]
Leonardo da Vinci, que acariciaba el viejo sueño de la
Humanidad de poder elevarse en el aire y volar sobre la
tierra, se ocupó ya durante decenios, en secreto, de la
construcción de una máquina voladora que se asemeja,
asombrosamente (p.23)
al prototipo del moderno helicóptero. Mas, por temor a la
Inquisición, ocultó sus bocetos. Cuando se publicaron éstos,
en 1797, la reacción fue unánime: las máquinas más pesadas que
el aire, jamás se podrían elevar del suelo. Y aun a principios
de nuestro siglo, el famoso astrónomo Simon Newcomb afirmaba
que era inimaginable una fuerza con la que las máquinas
voladoras pudieran recorrer grandes distancias, surcando los
aires. Sin embargo, sólo unos pocos decenios más tarde, los
aviones transportaban increíbles cargamentos sobre los mares y
los continentes.
[Sueños de cohetes a partir
de 1924]
La mundialmente conocida revista científica "Nature"
[naturaleza] comentaba, en 1924, el libro "Die Rakete zu den
Planetenräumen", del profesor Hermann Oberth, y hacía observar
que el proyecto de un cohete capaz de realizar un viaje
espacial podría cristalizar sólo poco antes de la desaparición
de la Humanidad. Y todavía durante la década de los cuarenta
de nuestro siglo, cuando los primeros cohetes se habían
elevado ya en el espacio, para alcanzar varios centenares de
kilómetros de altura, los médicos consideraban imposible un
viaje espacial tripulado por hombres, apoyándose en la
afirmación de que el metabolismo humano no se podría enfrentar
con éxito, durante varios días, al efecto del estado de
ingravidez. Y en cambio, como sabemos, los cohetes se han
convertido ya en algo normal, la Humanidad no ha desaparecido,
y el metabolismo humano resiste bien, pese a todas las
predicciones en contra, el estado de ingravidez durante largo
tiempo.
[Conclusión: invenciones
tienen un camino duro]
Como es natural, un nuevo invento o descubrimiento no puede
"demostrarse" nunca A PRIORI, pro lo que la especulación de
los llamados "visionarios" tropezó siempre contra los fuertes
ataques o - lo que a menudo es más humillante - con la sonrisa
compasiva de sus contemporáneos.
[La tesis de Däniken: fueron
extraterrestres en la Tierra en tiempos antiguas - Einstein
- Schklovski - Sagan - Oberth]
En este aspecto, yo también me apresuro a declararme
visionario (p.24).
Pero no vivo con mis especulaciones en un "aislamiento
espléndido". Creo que, en épocas muy lejanas, seres
inteligentes de otros planetas visitaron la Tierra, opinión
que no es sólo mía, sino que la comparten también numerosos
científicos, tanto del Este como del Oeste.
Así, por ejemplo, durante una de mis estancias en los estados
Unidos, el profesor Charles Hapgood me dijo que Albert
Einstein, al que conoció personalmente, no descartaba la
posibilidad de que, en épocas prehistóricas, hubiesen visitado
la Tierra seres inteligentes llegados de otros planetas.
El profesor Josif Samuilovich Schklovski, uno de los
astrofísicos y radioastrónomos más importantes de nuestro
tiempo, me dijo que estaba convencido de que la Tierra había
sido visitada, al menos en una ocasión, por seres
extraterrestres.
El conocido biólogo espacial norteamericano Carl Sagan,
tampoco descarta la posibilidad de que "la Tierra haya sido
visitada al menos una vez, durante su historia, por
representantes de una civilización extraterrestre."
Y el "padre de los cohetes", el profesor Hermann Oberth, me
dijo textualmente. "Creo muy posible que una raza
extraterrestre visitara nuestro planeta."
[La tesis de Däniken: los
extraterrestres fueron los "dioses"]
Resulta agradable vivir en un período en que la Ciencia - sin
duda impresionada por el éxito que han alcanzado los vuelos
espaciales - empiece a especular con ideas que hace apenas
algunos decenios habían estado prácticamente prohibidas. Por
mi parte, estoy convencido de que, con cada cohete que se
lanza al espacio, se debilita cada vez más la resistencia que
se opone a mi teoría de los "dioses".
[Viajes por el espacio]
[Hay hasta 130.000 millones
de culturas en el Cosmos - y todo eso con las cuatro bases]
Hace unos diez años se consideraba casi como una locura hablar
de la existencia de otros seres inteligentes en el Universo.
Hoy, nadie duda ya seriamente de que haya vida en otros
mundos. Cuando, en noviembre de 1961, se despidieron (p.25)
once grandes científicos que habían tomado parte en una
reunión secreta en Green Bank (Virginia Occidental), se
mostraron de acuerdo en estimar que, sólo en nuestra galaxia,
había unos 50 millones de civilizaciones. Roger A. MacGowan,
que desempeña un alto cargo en la NASA y que presta servicios
en Redstone (Alabama), calcula, tras valorar los conocimientos
más modernos, que podría haber en el Cosmos unos 130.000
millones de culturas. Al parecer, habrá que aceptar estas
evaluaciones con mesura y cautela si se confirma que todo el
Cosmos está dominado por la "clave de la vida", o sea, por las
cuatro bases de la misma: adenina, guanina, citosina y timina.
Según esto, el Universo entero, sería un hervidero de vida.
Abrumados por los hechos, hoy suele aceptarse, aunque a
regañadientes, que son posibles los viajes espaciales dentro
de nuestro propio sistema solar, pero se dice en seguida que
resultan inimaginables los viajes interestelares, a causa de
las enormes distancias. Como si se tratara de un hábil juego
de manos, se argumenta entonces que, al no ser posibles, en lo
futuro, los viajes interestelares por parte del hombre, es
también imposible, a la inversa, que la Tierra haya podido ser
visitada jamás por seres inteligentes, extraterrestres, ya que
tendrían que haber atravesado esos espacios interestelares que
el hombre considera insalvables.
[¿Viajes a otras estrellas
son posibles?]
Tomando como base las velocidades que nos parecen actualmente
posibles, se calcula que, por ejemplo, el viaje a la estrella
más cercana, la Alfa Centauro, situada a 4,3 años luz, duraría
unos 80 años, o sea, que ningún ser humano podría sobrevivir
al viaje de ida y vuelta. ¿Es cierto este cálculo? Desde
luego, el índice medio de vida del ser humano se encuentra
alrededor de los 70 años. La formación de los pilotos
espaciales es muy complicada, y ni siquiera el joven más
(p.26)
inteligente puede pensar en tener el adiestramiento necesario
como astronauta antes de los veinte años de edad. Si, por el
contrario, tiene más de 60 años, sería muy poco probable que
fuese elegido como miembro de una expedición espacial. Así,
pues, un hombre tendría sólo cuarenta años hábiles como
astronauta. Todo parece ser muy lógico: ¡cuarenta años no
bastan para realizar una expedición interestelar!
Sin embargo, esto es un sofisma. Un simple ejemplo nos
demostrará no sólo que se trata de un sofisma, sino también lo
aferrados que estamos aún a antiguos esquemas de pensamiento
en lo que se refiere a nuestros proyectos futuros. Según
nuestra forma de pensar tradicional, es imposible que una
bacteria de agua puede trasladarse del punto "A" al punto "B",
porque sólo puede moverse a una velocidad "x", y ni la la
corriente ni los rápidos pueden aumentar esa velocidad "x"
ma´s que en porcentaje máximo "y".
[Tesis de la congelación
durante el viaje]
Todo esto parece muy convincente. Sin embargo, existe un error
de planteamiento. La bacteria de agua puede ser trasladada del
punto "A" al punto "B" utilizando diversos medios. Por
ejemplo, la podemos congelar y hacerla viajar así en un avión
desde el punto "A" al punto "B". Una vez allí, y descongelada,
habrá alcanzado su objetivo. mas - se me objetará - para eso
hay que detener el motor de la vida. A mí me parece un sistema
posible y muy práctico para el transporte de la bacteria. De
aquí que me permita afirmar - y para eso he dado este ejemplo
- que ha llegado el momento de sustituir los métodos
anticuados por otros nuevos. Por otra parte, hoy no es tan
descabellado pensar que, en un futuro no muy lejano, puedan
ser congelados los astronautas a fin de que realicen sus
vuelos interestelares, y descongelados oportunamente para que
recuperen su capacidad de actuación.
[Tesis de la hibernación
durante el viaje]
Según el profesor Alan Sterling Parkes, miembro del "National
Institute for Medical Research", de Londres, la ciencia médica
dominará ya perfectamente el método de la (p.27)
hibernación a principios de la década de los 70, lo cual le
permitirá conservar ilimitadamente, a temperaturas muy bajas,
los órganos destinados a trasplantes.
En todos los experimentos realizados con animales se plantea
el problema, hasta ahora insoluble, de mantener con vida las
células cerebrales, que mueren rápidamente sin el suministro
de oxígeno. El hecho de que los equipos de investigación de la
Fuerza Aérea y de la Marina de los Estados Unidos así como los
de Compañías cual la "General Electric" y la "Rand
Corporation" estudien con todo interés este problema, nos
demuestra cuán seriamente se busca su solución. Las primeras
informaciones positivas proceden de la "Western Reserve School
of Medicine", de Cleveland (Ohio): cinco cerebros de monos,
separados de sus cuerpos, se han mantenido en funcionamiento
hasta 18 horas después de haber sido extirpados. Tales
cerebros reaccionaron, sin ningún género de dudas, a los
ruidos.
[Tesis que un cerebro puede
manejar una nave espacial]
Estas investigaciones pertenecen al amplio campo de la
construcción de un orgci (abreviatura de "organismo
cibernético"). El físico y cibernético alemán Herbert W.
Franke expuso la aún hoy sensacional idea de enviar naves
espaciales, no tripuladas, durante los próximos decenios,
hacia otros planetas, para comprobar la posible existencia de
seres inteligentes en otras partes del Universo. ¿Patrullas
espaciales no tripuladas? Según Franke, los aparatos
electrónicos podrían ser dirigidos por un cerebro humano
separado del cuerpo, cerebro que sería la central de órdenes
de la nave espacial y que se mantendría en un líquido
alimenticio, el cual se habría de renovar continuamente con
sangre fresca. Franke opina que el cerebro más adecuado sería
el de un feto humano a término, el cual, al no estar
supeditado a los procesos del pensamiento, podría captar, sin
interferencias ni perturbaciones, las normas e informaciones
necesarias para cumplir los objetivos (p.28)
específicos del viaje espacial. Como es natural, este cerebro
carecería de la consciencia de ser "humano". Franke nos dice
que "las excitaciones, tal como las conocemos nosotros, serían
extrañas al orgci. Para él no habría sentimientos. El cerebro
humano, aislado del cuerpo, avanzaría como embajador de
nuestro planeta."
[Tesis de la construcción de
orgci]
Roger A. MacGowan prevé también la posibilidad de que se cree
un orgci, medio máquina, medio ser vivo. Según la opinión de
este científico, el orgci se desarrollaría hasta convertirse,
finalmente, en un "ser" electrónico completo, cuyas funciones
estarían programadas en un cerebro humano, el cual las
transformaría en órdenes.
Paul Overhage, jesuita de Frankfurt [Francfort del Meno] y
famoso biólogo, manifestó lo siguiente acerca de este
fantástico proyecto del futuro: <Apenas se puede dudar de
su éxito, ya que el rápido progreso de la biotécnica facilita
cada vez más la realización de tales experimentos.>
[Desarrollo en biología y
bioquímica]
La Biología molecular y la Bioquímica han hecho tan rápidos
progresos durante los dos últimos decenios, que han relegado
buena parte de los antiguos conocimientos y métodos médicos.
Se encuentra ya muy cerca de nosotros la posibilidad de
retrasar el proceso de envejecimiento e incluso detenerlo por
completo durante algún tiempo. Asimismo, lo que podríamos
considerar aún más fantástico, a construcción de un orgci, no
pertenece ya al reino de la utopía.
Como es natural, estos proyectos implican problemas de tipo
ético y moral, cuya solución, probablemente, planteará
dificultades que la realización misma de la tarea
médico-técnica.
[Tesis para reducir el tiempo
en naves veloces]
Pero todo esto apenas desempeñará papel alguno cuando se
considere la gran probabilidad de que un día haya naves
espaciales que alcancen velocidades tan increíbles, que las
distancias cósmicas puedan medirse también con la escala a que
está sometido el proceso normal de envejecimiento de los
astronautas. La solución de este fenómeno técnico se encuentra
(p.29)
en el enlentecimiento del tiempo, plenamente reconocido ya por
la Ciencia. Examinémoslo: Para los participantes en un viaje
interestelar, los años terrestres no desempeñarán
absolutamente papel alguno. En una nave espacial que se mueva
a una velocidad sólo algo inferior a la de la luz, el tiempo
transcurrirá lentamente en comparación con el que seguirá
contando en el planeta del que se partió.
Para comprender esto hemos de liberarnos de nuestra concepción
del tiempo, o sea, del tiempo de la Tierra. el tiempo se puede
modificar por medio de la velocidad y de la energía. Nuestros
nietos que viajen por el espacio atravesarán la barrera del
tiempo.
Los que dudan sobre la posibilidad técnica del viaje
interestelar oponen un argumento digno de ser comprobado con
exactitud. Dicen: Aun cuando un día se construyesen motores de
cohetes que pudieran alcanzar una velocidad de 150.000
kilómetros por segundo e incluso más, el viaje interestelar
seguiría siendo imposible, porque a esta velocidad, hasta la
más pequeña partícula del Universo que chocase contra la
envoltura exterior de la nave espacial, actuaría como una
bomba de alta potencia destructiva. Sin duda alguna, esta
objeción es inatacable por ahora. Pero, ¿por cuánto tiempo
seguirá siéndolo? En los Estados Unidos y en la Unión
Soviética están realizando ya trabajos para el desarrollo de
anillos protectores electromagnéticos, que tendrían la misión
de desviar de la nave espacial las partículas peligrosas que
navegan por el Universo. Estos proyectos de investigación han
dado ya resultados parciales muy importantes.
A pesar de todo, el escéptico afirma que una velocidad
superior a los 300.000 km/seg pertenece por completo al reino
de la utopía, pues Einstein demostró que la velocidad de la
luz constituye la frontera absoluta de la aceleración... Este
(p.30)
contraargumento es sólido únicamente si se parte de la base de
que las naves espaciales del futuro utilicen, como hasta
ahora, la energía procedente de millones de litros de
combustible para elevarse del suelo y dirigirse hacia el
Universo con tal carga. En la actualidad, los aparatos de
radar operan con ondas que se mueven a una velocidad de
300.000 km/seg. Sin embargo, ¿qué tienen que ver las ondas con
el impulso de las futuras naves del espacio?
[Proyecto de Stanyukovich con
una sonda funcionando con antimateria - la lámpara volante]
Los franceses Louis Pauwels y Jacques Bergier, en su libro "El
planeta de las posibilidades imposibles", describen el
fantástico proyecto de investigación del científico soviético
K.P. Stanjukowich [Stanyukovich], miembro de la Comisión para
el Tráfico Interplanetario, de la Academia de Ciencias de la
Unión Soviética. Stanjukowich planea la construcción de una
sonda espacial, que sería accionada por antimateria. Como
quiera que una sonda se puede acelerar tanto más cuanto más
rápidamente se emitan las partículas sobre él, el profesor
moscovita y su equipo idearon la construcción de una "lámpara
volante" que trabajaría a base de emisión de luz, en vez de
hacerlo con gas incandescente. Las velocidades que se podrían
alcanzar de este modo son realmente fabulosas. Bergier informa
sobre ello:
<Los pasajeros de una de estas lámparas volantes no se
darían cuenta absolutamente de nada. El peso en la nave
espacial sería el mismo que sobre la superficie de la Tierra.
Para ellos, el tiempo transcurriría normalmente. Pero en pocos
años llegarían hasta las estrellas más alejadas de nosotros.
Tras veintiún años de viaje (según los cómputos de su tiempo),
se encontrarían en el núcleo más denso de nuestra Vía Láctea,
que dista de nosotros 75.000 años luz. En veintiocho años
llegarían a la nebulosa de Andrómeda, la galaxia más próxima a
nosotros. La distancia que los separaría de nosotros sería la
correspondiente a 2.250.000 años luz.>
El profesor Bergier, científico mundialmente famoso, pone
(p.31)
de relieve que estos cálculos no tienen que ver nada,
absolutamente nada, con la ciencia-ficción, ya que
Stanjukowich ha compuesto una fórmula en el laboratorio, que
todo el mundo puede comprobar. Dicha fórmula daría como
resultado el que para la tripulación de la "lámpara volante"
transcurrieran sólo 65 años de tiempo cósmico, mientras que
sobre nuestro planeta habrían pasado cuatro millones y medio
de años.
[Teoría de taquiones]
En las nieblas del futuro se gesta algo cuyos efectos ni
siquiera podemos imaginar, pese a nuestra más desbordante
fantasía. Gerald Feinberg, profesor de Física teórica en la
Universidad de Columbia (Nueva York), publicó en 1967, en la
revista científica "Physical Review" [revista física], su
teoría de los taquiones (taquión deriva de la voz griega
"tachys", que significa "rápido"). No se trata, en ningún
caso, de divagaciones utópicas, sino de una investigación
seriamente científica. En la Escuela Superior de Zurich se dan
ya conferencias sobre esta teoría.
Veamos, brevemente, en qué consiste la teoría de los
taquiones. De acuerdo con la teoría de la relatividad, de
Einstein, la masa de un cuerpo crece en relación con el
aumento de su velocidad. Una masa (igual a energía) que
alcanzara la velocidad de la luz, sería inconmensurablemente
grande. Feinberg aportó la comprobación matemática de que
existe un "compañero de la masa einsteniana, compuesto por las
partículas, que se mueven con rapidez infinita, pero que
reducen su velocidad a medida que se acercan a la de la luz.
Según Feinberg, los taquiones son varios billones de veces más
rápidos que la luz. Sin embargo, dejan de existir cuando su
velocidad se reduce a la de la luz o llega a ser inferior a
ésta.
De la misma forma que la teoría de la relatividad - sin la
cual no podrían seguir trabajando la Física ni las Matemáticas
actuales- pudo ser demostrada sólo matemáticamente durante
decenios, los taquiones no son hoy demostrables por vía
experimental, sino sólo matemáticamente. Feinberg trabaja
(p.32)
en su comprobación experimental.
Es tanta mi confianza en el futuro, que mi fantasía se desboca
cuando oigo hablar de estas investigaciones. En nuestro siglo
hemos visto con mucha frecuencia que lo aparentemente
imposible se convertía, al fin, en producto industrial. Sobre
ello vamos a tejer la trama de una idea que, como ya hemos
dicho, se halla sólo en sus comienzos.
¿Qué puede ocurrir?
[La especulación de viajes
por el espacio]
Si se lograra crear taquiones artificiales o "aprisionarlos",
se podrían utilizar en las instalaciones productoras de
energía para las sondas espaciales. Y, con ello, una nave
espacial podría ser impulsada a la velocidad de la luz, al
principio, con ayuda de un mecanismo transmisor de fotones.
Tan pronto como se hubiera conseguido esto, las computadoras
cambiarían automáticamente el mecanismo de taquiones. ¿Con qué
rapidez viajaría entonces una nave espacial? ¿A una velocidad
cien, mil veces superior a la de la luz? No lo sabemos por
ahora. Se cree que, al rebasar la velocidad de la luz el
llamado espacio einsteiniano, la nave sería impulsada hacia un
espacio no definido aún. Y - quizá sea esto lo más importante
- en este preciso momento estelar del viaje espacial, el
factor tiempo no tendría absolutamente ninguna importancia.
Sé de muchos campos de investigación cuyo resultado final va
encaminado, sobre todo, a servir al viaje interestelar. He
visitado varios laboratorios y he hablado con los científicos.
Es incontable el número de físicos, químicos, biólogos,
físicos atómicos, parapsicólogos, genetistas e ingenieros que
trabajan en tareas que tienen por objetivo hacer posible al
ser humano el viaje de retorno hacia el mundo de las
estrellas. Todas estas tareas se compendian en un concepto
general, muy empleado ya, aunque no del todo correcto, llamado
"investigación futurológica".
Considero un gesto de autosuficiencia humana el aceptar (p.33)
- ante las abrumadoras demostraciones que nos proporciona el
progreso de la técnica - que en cualquier momento del futuro
se pueda emprender la exploración del espacio cósmico, a la
vez que se rechaza tenazmente la posibilidad de que pueda
haber seres inteligentes extraterrestres que realicen, tal vez
haga ya miles de años, viajes interestelares, y que, por
tanto, puedan haber visitado nuestro planeta.
Como desde hace mucho tiempo se nos ha imbuido, en la escuela,
la presuntuosa opinión de que el hombre es el "rey de la
Creación", no deja de ser una idea revolucionaria y, a menudo,
incómoda, la posibilidad de que, hace varios milenios,
hubieran existido ya inteligencias extraterrestres superiores
al "rey de la Creación". Por muy desagradable que pueda
resultar esta idea, hemos de familiarizarnos con ella (p.34).