Erich von Däniken:
Regreso a las estrellas
7. Conversaciones
en Moscú - [estatuas japonesas - hallazgos en Rusia]
Japón, Tokomal, hombre con gafas de sol (p.150)
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Dios con casco (p.152)
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de: Erich von Däniken:
Regreso a las estrellas; Plaza & Janes, S.A., Editores;
Virgen de Guadalupe, 21-33; Esplugas de Llobregat
(Barcelona); ISBN: 84-01-33135-8
presentado por Michael
Palomino (2011)
A mi mujer ELISABETH, y a mi
hija CORNELIA, con mi más profundo agradecimiento.
7. Conversaciones en Moscú
Japoneses con trajes espaciales. - Con el profesor Schklovski
en el "Instituto Astronómico". - Baian Kara Ula, ¿catástrofe
de hace 12.000 años? (p.149)
[7.1. Estatuas antiguas japonesas en bronce con
trajes espaciales]
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Estatua de Japón de Tokomal, un hombre con gafas de
sol (p.150)
Däniken:
<Escultura de Tokomal. Nadie sabe decir cuándo
se llevaron en el Japón esta clase de "gafas de
sol". ¿Tomó el artista como modelo a un navegante
espacial al que vio con sus propios ojos?>
(p.150)
Dios con casco (p.152)
Däniken:
<Estatuilla de un "dios" con casco. Tiene una
antigüedad de muchos miles de años, y sus
características especiales son bien notorias.>
(p.152)
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Sábado, 18 de mayo de 1968. Alexander Kassanzev, famoso
escritor soviético, volvió a colocar cuidadosamente, en las
cajas de crista que tenía frente a la ventana de su vivienda
de Moscú, las tres esculturas cuya visión me había
impresionado muy profundamente. Se trataba de antiguas
estatuas japonesas, en bronce, que parecían llevar trajes
espaciales. La mayor tenía casi 60 cm de altura y un diámetro
de unos 12 cm. De sus hombros partían bandas, fuertemente
adheridas al cuerpo, que se cruzaban sobre el pecho y se
volvían a unir entre los muslos, a la altura de la región
glútea. Circuía sus caderas un amplio cinturón con bullones.
En todo el traje, y hasta la altura de las rodillas, se veían
aberturas semejantes a bolsillos. El casco estaba apretado
firmemente al cráneo por medio de bandas. Unas cavidades,
aparentemente inútiles daban la impresión de pequeñas troneras
para respirar o escuchar. En la parte inferior de la cabeza se
veían otras dos aberturas.
Sin embargo, lo verdaderamente fascinante de las figuras eran
unas enormes gafas, de cristales dispuestos en diagonal
(p.149).
No descubrí en ellas ningún arma, a no ser que pudieran
considerarse como tales los cortos palos que llevaban en las
manos, las cuales parecían estar embutidas en guantes. El
autor de una novela utópica habría dicho que se trataba de
"minirrayos láser" (p.150).
Lleno de curiosidad, pregunté a Kassanzev:
-- "¿De dónde proceden estas esculturas? ¿De quién las obtuvo
usted?"
Su barba escondió una pícara sonrisa.
-- "Antes de la guerra, en la primavera de 1939, me las regaló
un compañero japonés. Fueron encontradas en unas excavaciones
realizadas en la isla de Hondo. Se calculó que se remontaban a
una época muy antigua. Tenían un inconfundible aspecto
"espacial". Pero nadie acierta a comprender cómo pudo
ocurrírsele a los artistas japoneses dotar a sus pequeñas
esculturas de esta clase de trajes. Sin embargo, una cosa sí
es cierta: que en la historia primitiva del Japón no se
conocían "gafas de sol", ni cristales de esta clase."
[7.2. El Instituto Astronómico de la Universidad de
Moscú]
Inmediatamente después, Alexander Kassanzev, me llevó, en su
viejo y destartalado coche, hasta el "instituto Astronómico"
de la Universidad de Moscú, atravesando las calles,
maravillosamente amplias, de la metrópoli. Kassanzev había
conseguido para mí una entrevista en el Instituto con el
profesor Josif Samuilovich Schklovski, director del
Departamento de Radioastronomía.
El Instituto me dio la impresión de una enorme colmena, de un
inmenso hormiguero. Por doquier se veían pupitres y mesas de
estudiantes, ocupando todos los espacios disponibles. Latas de
conservas vacías se utilizaban como ceniceros. De las paredes
colgaban enormes mapas astronómicos, ante los cuales discutían
los estudiantes. En un rincón, otro grupo de estudiantes
hablaban de una fórmula matemática. En el extremo opuesto,
otros manipulaban un complicado aparato de medición. Estaba
bien claro que allí se fomentaba la investigación como trabajo
en equipo.
[Profesor Schklovski
indicando que fue inteligencia antigua en la Tierra - visión
de viajes por el espacio]
La puerta que conducía al despacho [oficina] del profesor
Schklovski estaba entornada [abierta un poco]. el interior
olía a libros y a polvo, olor que, como he podido comprobar a
menudo, caracteriza las estancias (p.151)
donde se conserva lo viejo y se comprueba críticamente todo lo
nuevo.
El profesor Schklovski se levantó de detrás de su mesa,
cubierta de papeles, impresos y escritos a mano, y me saludó
con una sonrisa de desconfianza.
-- "Conque usted es el suizo!"
Sentí aquello como una recriminación [acusación], como si el
hombre (p.152)
enjuto que estaba ante mí hubiera querido decir: "¿Cómo un
miembro de un país tan pacífico y tranquilo como el suyo puede
atemorizar a los hombres con teorías tan espeluznantes?" De
aquí que nuestra conversación, sostenida en inglés, se
iniciara con bastante reserva. Tranquilo, reflexivo, buscando
a veces la palabra adecuada, el famoso hombre de ciencia - y
él sabe que es famoso - me explicó su hipótesis de las lunas
de Marte. Sospecha que las dos lunas de nuestro planeta vecino
son satélites artificiales. Mientras me exponía sus argumentos
en favor de su hipótesis, subrayaba una y otra vez, en medio
de la conversación, que se trataba de una opinión
completamente personal.
Después de una comida, tomada en común, en la abarrotada mesa,
remitió algo la desconfianza del profesor Schklovski. Nos
enzarzamos en un vivo debate sobre las infinitas posibilidades
que encerraría el Cosmos. Al final pude comprobar,
tranquilizado, que tampoco aquel sabio del mundo oriental
descartaba la posibilidad de que alguna vez hubiera podido
visitar nuestro planeta seres inteligentes llegados del
Cosmos. Sospechaba que, en un radio de 100 años luz, había
planetas con vida inteligente.
[Ahora sigue una conversación con otra fantasía de viajar en
el espacio lo que no es posible por los cinturones Van Allen
que no son mencionados, ni por Däniken, ni por Schklovski].
-- "¡Pero esas distancias, profesor! ¿Cómo se pueden salvar
esas distancias tan enormes entre las estrellas?"
Schklovski contestó:
-- "Naturalmente, todavía no hay prueba definitiva alguna
sobre ello. Como usted sabe, las estaciones dirigidas por
autómatas o por mecanismos cibernéticos son invulnerables a
los de vida "normales" del calendario. ¿Qué impediría, pues,
que un robot realizara, sin daño alguno para él, un viaje de
mil años? [Los cinturones Van Allen no pueden ser pasados sin
daño grande electrónico, pasar no es posible]. Aún funcionan
algunos de los satélites que nosotros hemos enviado al espacio
[a la alta atmósfera], y seguirán funcionando mucho después de
que nosotros hayamos desaparecido de este mundo."
Ésta es la opinión de un científico familiarizado con la
materia (p.153), opinión que confirma la posibilidad técnica
de salvar increíbles distancias. Sin embargo, no explica aún
cómo aquellas inteligencias puedan sobrevivir espacios de
tiempo tan dilatados.
[7.3. El museo Pushkin: platos de granitos con un
texto sobre extraterrestres antiguos]
El solícito Alexander Kassanzev me estaba esperando en su
viejo coche. Había estado con los estudiantes. En el Instituto
se encontraba como en su propia casa. Ahora me quería llevar
al "Museo Pushkin", en el que se conserva una extraordinaria
colección de testimonios históricos asirios, persas, griegos y
romanos.
Durante el camino hablamos de los fascinantes resultados de
las investigaciones que, sin duda, conmoverían profundamente a
nuestros arqueólogos. Mientras avanzábamos a lo largo de la
Prunzenskaia Quay [malecón de Prunzenskaya], Kassanzev me dio
muchos detalles de los más recientes conocimientos, y yo
registré algunas notas en mi pequeño magnetófono. Cuando nos
deteníamos ante los semáforos en rojo, como, por ejemplo, en
el bulevar Zubovski, le rogaba que me deletreara claramente
los nombres y los lugares. De este modo, la cinta
magnetofónica me proporcionó un amplio informe, que recompensó
con creces, los esfuerzos y el dinero que me gasté en el
viaje.
[Hallazgos de China de Baian
Kara Ula, encontrado por el arqueólogo Chi Pu Tei - 716
platos de granito - tribus de "Dropa" y "Jham"]
Kassanzev me informó, sobre todo, de los curiosos hallazgos
realizados en el macizo montañoso chino de Baian Kara Ula: una
historia que parecía ser un cuento. He aquí el informe de
Kassanzev:
-- "En 1938, el arqueólogo chino Chi Pu Tei descubrió una
serie de tumbas en las cuevas del macizo montañoso de Baian
Kara Ula, en la zona fronteriza chinotibetana. En las tumbas
encontró pequeños esqueletos de seres de grácil estructura,
pero de cráneos desproporcionadamente grandes. En las paredes
de las cuevas había dibujos que representaban seres tocados
con cascos redondos, y en las rocas podían verse grabadas las
formas del Sol y de la Luna, unidos por puntos del (p.154)
tamaño de guisantes. Sin embargo, lo más sensacional fue que
Chi Pu Tei y sus ayudantes lograron desenterrar 716 platos de
granito, de 2 cm de grosor y muy parecidos a nuestros discos.
Tenían un orificio [agujero] en el centro, desde el que, en
forma de espiral, y con un doble surco, partía una escritura
acanalada, que llegaba hasta el borde del plato.
"Los arqueólogos chinos sabían que en esta zona abandonada
habían vivido antiguamente las tribus de los dropa y de los
jham (silkang). Y los antropólogos afirmaban que estas tribus
montañesas eran de estatura pequeña, pues medían sólo, en
promedio, 1,30 m.
[Figurinas con cráneos]
-- "¿Y cómo se explican aquellos grandes cráneos?"
-- "Ese descubrimiento fue precisamente el que invalidó todas
las clasificaciones antropológicas existentes hasta entonces.
Ni siquiera con la mejor voluntad era posible colocar aquellos
grandes cráneos sobre los pequeños esqueletos de los dropa y
de los jham. Cuando Chi Pu Tei publicó su teoría, en 1940,
sólo cosechó escarnio [risa]. Chu Pu Tei afirmó que los dropa
y los jham debieron de haber sido una raza, extinguida, de
monos montañeses..."
[Textos no publicados y
vibraciones en los platos de granito]
-- "¿Cómo aparecieron entonces los platos de piedra? ¿Acaso
fueron hechos por los monos?"
-- "Desde luego que no. Según la opinión de Chi Pu Tei, serían
colocados en las cuevas por miembros de una cultura posterior.
Su teoría parecía una verdad ridícula. ¿Quién había oído jamás
de un cementerio de monos?"
-- "¿Qué se hizo entonces? ¿Se colocaron los hallazgos en el
gran archivo de los casos antropologicoarqueológicos
indescifrados, y fueron olvidados?"
-- "Faltó muy poco. Durante más de veinte años, algunos
especialistas buscaron con ahínco [con mucha energía] una
explicación al misterio de los platos de piedra. Sólo en 1962,
el profesor Sum Um Nui, de la "Academia de Prehistoria" de
Pekín, logró descifrar una (p.155)
parte de la escritura acanalada que aparecía en los platos de
piedra...
-- "¿Y qué decir?"
Kassanzev se puso muy serio.
-- "La historia que contaban era tan espeluznante, que la
"Academia de Prehistoria" no dio permiso a Sum Um Nui para
publicar su trabajo."
-- "¿Y así quedó todo?"
-- "Sum Um Nui es un hombre tenaz, por lo que siguió
trabajando con tesón. Pudo demostrar claramente que aquella
escritura acanalada no era, en modo alguno, una broma de mal
gusto de algún experto en escritura prehistórica. Porque, a
veces, hasta los científicos más serios tienen sus momentos de
humor... En colaboración con expertos geólogos, demostró que
los platos de piedra contenían una gran proporción de cobalto
y metal. Los físicos informaron que habían descubierto un
elevado ritmo de vibraciones en los 716 platos de piedra, lo
cual suponer que, en algún momento, estuvieron expuestos a
altas tensiones eléctricas..."
-- "Por favor, siga usted."
-- "Sum Um Nui logró que cuatro científicos apoyaran su
teoría. En 1963 se decidió a publicar su trabajo, pese a las
reservas de la Academia. He oído decir que tal trabajo lo
conocen ya ustedes en Occidente, pero que no lo han tomado en
serio. Entre nosotros no ha habido tampoco muchos
especialistas osados que se dedicaran a estudiar la teoría de
los platos (p.156)
de piedra. Precisamente no hace mucho, nuestro filólogo doctor
Viatkeslav Saizev publicó, en la revista "Sputnik", un
estracto del trabajo sobre los platos de piedra. El informe
completo se conserva en la Academia de Pekín y en el "Archivo
Histórico" de Taipeh, en Formosa [Taiwan].
[El texto de los platos de
granito: fueron extraterrestres que no pudieron salir y
fueron asesinados]
-- "¿Y qué hay de desgarrador y espeluznante en el informe
sobre los platos de piedra?"
-- "Sólo resulta excitante y curioso para quienes se ocupan en
la investigación de los orígenes del hombre. El informe de los
platos de piedra afirma que, hace unos 12.000 años, un grupo
de seres fue dejado en el tercer planeta de este sistema. Su
nave aérea - y ésta es una traducción exacta de los
jeroglíficos acanalados - no tuvo la suficiente fuerza para
poder despegar [salir] de nuestro planeta. Y fueron
aniquilados [asesinados] en aquellas lejanas montañas, de
difícil acceso. No tuvieron posibilidad ni medios para
construir nuevas naves aéreas..."
-- "¿Y todo eso está escrito en los platos de piedra?"
-- "Sí, y después se dice que estos seres abandonados en la
Tierra, intentaron mantener relaciones pacíficas con los
habitantes de las montañas, pero que fueron perseguidos y
destruidos. El informe dice, casi textualmente: <Las
mujeres, los niños y los hombres se escondieron en las cuevas
hasta la salida del sol. Entonces creyeron distinguir una
señal y vieron cómo llegaban otros, al parecer, en son de
paz...> Esto es, poco más o menos, lo que se dice al
final."
-- "¿Hay algo que apoye el informe grabado en los platos de
piedra?" (p.158)
-- "Sí: las series de tumbas, los dibujos en las rocas y los
propios platos de piedra, así como las leyendas chinas que
narran el descenso, desde las nubes, de pequeños seres
amarillos, precisamente en la zona de Baian Kara Ula. El mito
afirma, además, que los dapa evitaron a los extraños seres a
causa (p.158) de su deformidad, y que luego fueron
exterminados por los hombres..." (p.159)
-- "¿Por qué no se publica en todo el mundo esta fascinante
historia? ¡Acaso ya es bastante conocida?"
Mi acompañante sonrió, me puso una mano en el brazo y me dijo
con resignación:
-- "La historia se conoce también aquí, en Moscú; sólo
necesita prestar un poco de atención para comprobarlo. Pero en
ella hay demasiados detalles que no se pueden adaptar al
calendario cronológico de la Arqueología y de la Antropología,
tan laboriosamente construido. Ciertas personas, que
consideran de gran valor su prestigio y su nombre, tendrían
que renunciar a buena parte de sus propias hipótesis si
consideraran en serio el informe sobre Baian Kara Ula. ¿Acaso
no es muy humano el expediente de llamar o de sonreír discreta
y reflexivamente? Y cuando los científicos reconocidos guardan
silencio y sonríen de mutuo acuerdo, hasta el individuo más
seguro pierde la confianza en sí mismo. Desde luego, yo admito
que se trata de un tema candente."
Aún soy demasiado joven para resignarme ni para querer
hacerlo. Creo en la inquieta fuerza de los pensamientos, que
no toleran el que se les obligue a permanecer en silencio
(p.158).