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Erich von Däniken: Viaje a Kiribati - extraterrestres

3. El espíritu, razón originaria de toda materia

El espíritu de la fuerza constructiva es el electrón




de: Erich von Däniken: Viaje a Kiribati; Ediciones Martínex Roca, S.A.; Gran Vía, 774, 7º; 08013 Barcelona; ISBN: 84-270-0684-5

presentado por Michael Palomino (2011)


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3. El espíritu, razón originaria de toda materia

La cuestión del porqué está mal planteada.
Lo que hemos de preguntarnos es: ¿Por qué no?

GEORGE BERNARD SHAW



La creación es ilimitada en el tiempo y en el espacio. - Hay que desmitificar la ciencia. - De los piojos pequeños a los infinitamente pequeños. - Un punto crucial del pensamiento. - el experimento del electrón. - ¿Quién creó al Creador? - El agujero negro, ese monstruo. - Cuando muere una estrella. - Toda materia ha estado al menos una vez en el seno de una estrella. - ¡Einstein vive! - Lo tabú. - Secretos de los centros de culto polinesios. - La ciencia descubre que los petroglifos prehistóricos tienen magnetismo. - Últimas investigaciones sobre el magnetotropismo en el hombre. - Cómo influyeron en nuestro planeta los extraterrestres (p.115).


Bibliografía general:

-- Ford, Arthur: Bericht vom Leben nach dem Tode [reporte de la vida después de la muerte]; Berna 1973
-- Dethlefsen, Thorwald: Das Leben nach dem Tode [la vida después de la muerte]; Munich 1974
-- Bernstein, Morey: Protokoll einer Wiedergeburt [protocolo de un renacimiento]; Berna 1973 (p.300)


[Atacan a Däniken - Däniken tiene sus argumentos]

Durante una discusión, me preguntaba un estudiante del Illinois Institute of Technology de Chicago [Instituto Técnico de Chicago]:

-- ¿Cree usted realmente en su teoría? (p.115)

-- No puedo ni debo creer en ella, sino estar racionalmente convencido. La fe es el privilegio de las religiones. Se cree en una autoridad o en una doctrina cuando nos sentimos emocionalmente vinculados a ellas. En este sentido, "creer" significaría aceptar que los secretos de la naturaleza sigan siéndolo. Yo he de convencer paso a paso, con hechos, porque no soy el creador de una secta, ni mucho menos un fundador de religiones.

Soy un aguador incansable, pero el tiempo, el progreso y las investigaciones trabajan a mi favor. Lo que hace catorce años, cuando empecé a escribir, no eran más que unas hipótesis atrevidas, en pasar la cuerda floja sin red, poco a poco y con paciencia va pudiéndose apoyar en descubrimientos científicos.

El viaje no siempre es un paseo por un jardín de rosas. A veces he de invitar a una escalada difícil. Cuando llegamos a la cumbre, la vista abarca las cosas con más claridad, y en las llanuras de la teoría se divisan senderos por los que puede discurrirse con certidumbre. Nadie crea que el ánimo que escala montañas no halla recompensa. ¡En marcha, pues, por un camino nuevo! Lo siento mucho, no puedo evitarlo, si resulta un poco fatigoso de recorrer.

Para nuestra escalada llevaremos en nuestra mochila intelectual, a modo de provisiones "de boca", unas declaraciones de seis destacados científicos.

I. Dice el microbiólogo y premio Nobel profesor Werner Arber:

(nota 1: Arber, Werner: Wie die Schöpfung hier und jetzt weiterwirkt [como la creación está dando efecto aquí y ahora]; Basler Zeitung [diario de Basilea], 21 de junio de 1980)

<Los descubrimientos de la genética molecular nos han enseñado que la Creación es ilimitada en el espacio y en el tiempo. La Creación sigue actuando aquí y ahora, y en todas partes, sin solución de continuidad. A saber, en la libre elección del detalle en el desarrollo de los procesos vitales específicos.>

II. Dice el profesor Joachim Illies, del Instituto Max Planck de Limnología:

(nota 2: Illies, Joachim: König Wissenschaft, der neue Tyrann [el rey de ciencia, el nuevo tirano]; En: Die Welt [diario Mundo], 18 de junio de 1980)

<Estamos todos empecinados en la objetividad. nos comportamos como si la "demostración objetiva" fuese la proposición final, el más alto de los valores alcanzables, y creemos vivir en un mundo objetivamente demostrado, al que luego damos el orgulloso nombre de la ciencia moderna. Aquí hay que desmitificar a fondo, pues de lo contrario nos cerraremos el acceso a nosotros mismos y a la verdad que está detrás de toda ciencia.> (p.116)

III. Dice el físico profesor Max Thürkauf, de la universidad de Basilea:

(nota 3: Thürkauf, Max: Der Primat des Geistes [el primate del espíritu]; En: Esotera, febrero de 1980)

<En último término, las ciencias naturales tratan de reducirlo todo a procesos físico-químicos. Ahora bien, los fenómenos paranormales guardan relación con lo que llamamos vida o mundo espiritual, que está por encima de los procesos físico-químicos.>

IV. Dice el bioquímico profesor Erwin Chargaff:

(nota 4: Chargaff, Erwin: Der Teufel steigt von der Wand [el diablo sale de la pared]; En: Der Spiegel [revista semanal Espejo], 39/1980)

<Un espeso alud de informaciones penetra por todos los poros de la conciencia; el rumor trivial de una maquinaría que gira en vacío acalla todo pensamiento... Naturalmente, siempre hay algo que hacer; como es sabido los mismos piojos, aunque pequeños, también tienen piojos más pequeños aún. Pero ¿hasta qué punto podremos seguir subdividiendo el átomo y los núcleos atómicos? Tengo la desagradable sensación de que, si se suprimiera el premio Nobel de Física, dejarían de descubrirse partículas elementales.>

V. Dice el físico teórico Jean E. Charon en su libro "El espíritu de la materia":

(nota 5: Charon, Jean, E.: Der Geist der Materie [el espíritu de la materia]; Viena-Hamburgo 1979)

<Los científicos raras veces están dispuestos a ocuparse de cuestiones "metafísicas", por la sencilla razón de que eso no está permitido por los guardianes del santo Grial de la ciencia "oficial"; el tratamiento de cuestiones metafísicas se considera, desde siempre, como algo anticientífico. A mí personalmente esto me parece un prejuicio escandaloso.>

VI. Dice el profesor A.E. Wilder-Smith, profesor conferenciante en numerosas y prestigiosas universidades:

(nota 6: Wilder-Smith, E.A.: Grundlage zu einer neuen Biologie [base para una nueva biología]; Stuttgart 1974)

<La ciencia natural investiga exclusivamente aquellos objetos que pueden ser investigados dentro de nuestras dimensiones naturales. Ahora bien, cuando alguien propone que Dios, que es un logos o idea de tipo personal, es el autor de la codificación de la vida, la ciencia natural generalmente rechazará sin vacilaciones esta proposición, por situarse fuera de sus posibilidades investigadoras... Pero, ¿qué pensaríamos de un astrónomo que no quisiera explicar las órbitas de los cuerpos celestes mediante la gravitación, arguyendo no querer aceptar la idea de una fuerza tal por razones FILOSÓFICAS? En efecto, esa fuerza no puede, esencialmente, generarse en el laboratorio para estudiarla. Si bien se pueden examinar los efectos de la fuerza, no así su ESENCIA misma. Argumentando así, todo el problema de la gravitación sería científicamente intratable.> (p.117)


¿Cambio crucial? ¡Crucial en efecto!

Para un experimento vamos a entrar en el gabinete de un oftalmólogo, apropiadamente puesto a oscuras, y vamos a dirigir un microscopio electrónico hacia nuestros propios ojos.

Atravesamos la córnea, el iris y el cristalino, éste suspendido de un fino entrelazamiento de fibras. Alcanzamos la retina y tomamos un nervio óptico, que con muchos miles de aumentos se nos presentará como un árbol con numerosísimas ramificaciones. Se nos inaugura un mundo fascinante. De las fibras nerviosas cuelgan diminutos cristales, que vendrían a ser como las rocas de un paisaje fantástico. nuestro microscopio penetra hasta las cadenas moleculares, formadas por cientos de átomos unidos entre sí. Al contemplar un átomo se produce de pronto una claridad deslumbradora, y pasamos a ver un mundo en constante actividad. Vemos el núcleo atómico, alrededor del cual giran a gran velocidad otras partículas. Protones, neutrones, electrones: entre núcleo atómico y partículas se revela un universo, como entre el sol y las trayectorias de sus planetas.

¡Tomemos un electrón! Si fuese posible acoplarle un aparato de medida que redujese su velocidad para verlo como a cámara lenta, veríamos que nuestro electrón se dilata 1023 veces por segundo, se contrae, tiene pulsaciones. El 1023 significa la unidad seguida de veintitrés ceros. Ese mundo de constante movimiento y radiaciones difusas es la dimensión misteriosa de toda la materia.

El experimento que hemos emprendido sobre el ojo también habría podido realizarse con un trozo de epidermis, un pedazo de madera o una piedra. De cualquier modo que comencemos el viaje, al final siempre se llega al átomo y a las partículas subatómicas. En el último término todo es energía, radiación y movimiento, como ya postuló Albert Einstein hace setenta y cinco años.

Son hechos eternos e inamovibles, que si desesperan a unos científicos también enseñan modestia a otros.

Movidos de un afán violento a la par que útil, descoponemos 8casi) todas las cosas en sus partes integrantes. La molécula fue fraccionada en átomos; estudiamos el comportamiento de éstos y el de las partículas subatómicas en gigantescos aceleradores de partículas que fisionan los átomos y liberan radiaciones. Al final, siempre (p.118)

el mismo resultado: tras la más pequeña partícula siempre aparece un nuevo orden, una nueva ley, como si obedecieran a instrucciones para nosotros desconocidas, a un legislador que es el llamado "espíritu" por todos los filósofos.

¡El matemático y físico francés Jean E. Charon ha conseguido demostrar que la materia y el espíritu están indisolublemente unidos! Charon habla en el lenguaje exacto de las matemáticas.

(nota 7: Charon, Jean E.: Theorie de la relativité complexe [teoría de relatividad compleja]; Paris 1977)

Los colegas que aún no hayan incluido el contenido de sus trabajos en una renovación radical de los fundamentos científicos, se verán obligados a tomar nota más tarde. No hay otro camino. Y como el camino de Charon TAMBIÉN apunta hacia la prehistoria, me pongo alegremente a recorrerlo. La demostración de Charon supone un cambio crucial.


La cuestión del electrón

[¿Quién creó la materia? - ¿Quién creó al Creador?]

La materia es sustancia, es masas, es el sustrato de toda la vida y de todo lo que existe. Cualquiera que sea su consistencia, la materia puede "reducirse" a átomos y partículas elementales. Hoy día decir esto es caer en la perogrullada. Pero, ¿de dónde viene la materia? ¿Cómo se crea, cómo se ha creado? ¿Cómo empezó todo? Esos son los problemas que nos fascinan.

En el principio era la nada, el vacío sin límites, la "radiación negra", como dicen los físicos. Esta radiación se encontraba desde un tiempo infinito, desde antes del comienzo de las cosas, en un estado de esperanza por decirlo así. Podemos preguntar qué había antes de ese estado, pero no obtendremos respuesta, como no sea que nos enteremos en otra dimensión... después de la muerte. Pero esa solución nos conduce a la fe. Como estamos condicionados a pensar en cuatro dimensiones finitas - longitud, anchura, altura, tiempo -, la idea de un tiempo infinito no tiene cabida en nuestra mente. Si ponemos un Creador al principio de todas las cosas, se nos planteará la vieja y siempre nueva cuestión: ¿y quién creó al Creador? El PERPETUUM MOBILE físico probablemente no existe, pero esa cuestión de todas las cuestiones es un "perpetuum mobile" filosófico.

[Electrón y positrón]

Son contrapuntos de la filosofía las matemáticas y la física. Los (p.119)

cálculos y observaciones de la física demuestran que el primer par de partículas materiales salió de la radiación negra, de la nada: un electrón (es una partícula elemental con carga eléctrica negativa, y con cualidades físicas que se hallan en interacción con el correspondiente campo electromagnético) y un positrón (partícula elemental de igual masa y carga que la del electrón, pero con signo positivo). Con sus cargas positiva y negativa, estas partículas apenas necesitaron energía para unirse y formar la primera materia.

El primer electrón tenía, lo mismo que los actuales, una pulsación de 1023 expansiones y contracciones por segundo; este ritmo para nosotros inimaginable debía llevar el electrón a temperaturas sumamente elevadas de algunos cientos de millones de grados. Se libera a´si una radiación electromagnética, también llamada "radiación negra" por los físicos.

En base a las interacciones físicas conocidas, el positrón puede unirse con otra partícula elemental, el neutrón, y formar con ella un protón, que es uno de los dos elementos constituyentes del núcleo atómico. El electrón, asociado a este protón, constituye un átomo de hidrógeno. Este elemento forma el setenta y cinco por ciento de toda la materia que hay en el Universo. Como el átomo de hidrógeno no existiría sin el electrón, éste existía necesariamente ANTES que el hidrógeno. Por tanto, es falsa la hábil frase propagandística "En el principio era el hidrógeno": en el principio era el electrón. Estaba allí cuando se formó el primer par de partículas, y afirma su papel insustituible penetrando toda la materia y también el espíritu.

[Un "agujero negro"]

Jean E. Charon demostró que el electrón tiene propiedades similares a las de un "agujero negro". Consideremos lo que eso significa, pues es cuestión de no perder de vista al electrón.

¿Qué es eso de "agujero negro"?

Hemos de remontarnos muy lejos. Desde la creación del Universo en el llamado gran BANG inicial [la gran explosión supuesta], viajaron por el espacio masas de gas, hidrógeno y polvo cósmico, cuyas partículas se fueron juntando y arremolinando en una especie de nube, hasta que la rotación continuada formó una esfera que arrebataba cada vez más materia. Al aumentar su densidad creció rápidamente el rozamiento entre las partículas; por consiguiente la materia se calentó, hasta alcanzar una temperatura tremenda. Se formó de esta manera una (p.120)

estrella roja. La densidad de la joven estrella seguía aumentando hasta que relució como un sol. En su interior, los núcleos ligeros se fusionaban para dar otros pesados. En aquel crisol ardiente, el hidrógeno se transmutaba en helio, y sucesivamente se originaban el carbono, el oxígeno y el nitrógeno y el resto de los elementos, cada vez más pesados, hasta el hierro.

en este proceso de fusión se producía e irradiaba energía continuamente. Es el proceso que se desarrolla en nuestro sol desde hace miles de millones de años, en el cual, según el astrofísico americano John Taylor

(nota 8: Taylor, John: Die Schwarzen Sonnen [los soles negros]; Berna-Munich, 1974)

<nuestro sol arroja cada segundo cuatro millones de toneladas de su propia masa, o sea diez mil veces el volumen de agua del Támesis que pasa en la misma unidad de tiempo pro debajo del puente de Waterloo.>

Tal desperdicio de fuerzas durante miles de millones de años, ni siquiera un sol puede sobrellevarlo sin merma. Tan pronto como se agotan los elementos ligeros termina la fusión nuclear, es decir la formación de núcleos pesados a partir de los ligeros, por cuanto no queda nada que fundir. La estrella se dilata, estalla y queda convertida en una estrella de tamaño mucho mayor, una supernova. Durante la explosión el brillo se multiplica por cien millones. Gran parte de la masa de la estrella se arroja al espacio, pero en la fase final, cuando se apaga, la mayor parte vuelve a caer sobre la estrella. Ésta se comprime, disminuye de tamaño y pasa a formar parte del grupo de las llamadas "enanas blancas". Pero tales enanas blancas todavía son muy dignas de atención. Por su densidad, el movimiento de rotación sobre su propio eje resulta muy acelerado. A pesar de la masa conservada a través de todas las turbulencias, el radio de la estrella sigue contrayéndose hasta quedar reducido a unos pocos kilómetros: la "enana blanca" se convierte en un "pulsar", así llamado porque al parecer emite a cada revolución breves impulsos electromagnéticos. En último término, carece de importancia el que lo haga o no; el caso es que sigue girando y pierde energía, por lo que su rotación se hace cada vez más lenta. El trompo está a punto de caer.

La estrella llega a su fin. Se produce un colapso; la presión interior no resiste a la gravitación concentrada del espacio. Una vez colapsada, ni siquiera un rayo de luz da testimonio de su existencia anterior. Queda lo que los astrónomos llaman un agujero negro. El (p.121)

astrofísico Reinhard Breuer lo define así:

(nota 9: Breuer, Reinhard: Schwarzes Loch im Zentrum der Milchstrasse [agujero negro en el centro de la vía láctea]; En: Bild der Wissenschaft [¿revista?] Imagen de la ciencia], noviembre de 1977)

<Llamamos agujero negro a una estrella que debido a su contracción ha alcanzado una densidad tan sumamente elevada, que ninguna partícula, ni siquiera de luz, puede abandonar su superficie. La contracción de una estrella para dar lugar a un agujero negro es rapidísima, cuestión de fracciones de segundo. A este fenómeno le denominamos colapso gravitatorio.>

El que sea posible determinar la hora en que necesariamente ha de nacer un agujero negro, se lo debemos al astrónomo Karl Schwarzschild (1873-1916), director del observatorio astrofísico de Potsdam y autor de descubrimientos decisivos sobre el problema del movimiento de las estrellas fijas. El valor límite al que puede llegar la contracción de una estrella antes de que se cierre el espacio sobre ella se llama radio de Schwarzschild. Éste no hizo sino observar lo que Einstein había calculado, y desde entonces ha sido confirmado innumerables veces por los astrónomos y astrofísicos.

Comparable a una burbuja en el agua, el agujero negro es un espacio dentro del espacio. Lo que queda capturado en el espacio del agujero negro no puede volver a salir. Como este Moloch [moloc] terrible ni siguiera deja salir los QUANTA de luz, es también invisible. Su presencia sólo se revela por la curvatura del espacio, que se cierra alrededor del agujero negro como un embudo. En este mundo extraño rigen leyes físicas completamente distintas que en el espacio normal donde vivimos:

-- En comparación con el transcurso del tiempo en nuestro Universo, en el agujero negro el tiempo transcurre al revés.

-- En las dimensiones del agujero negro, el espacio tiene naturaleza  TEMPORAL y el tiempo naturaleza ESPACIAL.

-- En nuestro universo, todos los procesos se desarrollan con aumento de la ENTROPÍA.

Se entiende por entropía aquella parte de la cantidad de calor que, en una transformación energética, ya no puede convertirse en trabajo mecánico. De acuerdo con el segundo principio de la termodinámica, el "orden" dentro de un sistema cerrado tiende siempre a un estado de equilibrio en desorden total, que sería el de "entropía máxima". En explicación banal: si se vierte una jarra de agua hirviendo en una bañera llena de agua fría, el agua caliente y la fría se mezclan (es decir, la masa más caliente siempre cede calor a la menos caliente, de manera irreversible si no hay aportación externa de energía). (p.122)

-- Dentro del agujero negro ocurre exactamente lo contrario: las transformaciones se desarrollan con DISMINUCIÓN de la entropía y el grado de "orden" es cada vez más elevado.

-- En el agujero negro los procesos son cíclicos, es decir que todo estado pasado se reproduce una y otra vez; toda información vuelve al punto de partida. Como nada puede salir de esa caja fuerte, no se pierde ninguna información y el "orden" es intemporal. En estos cielos la información y el grado de orden aumentan, de manera comparable a lo que ocurre con la experiencia humana, que cada día adquiere más información.


En el papel estelar: el electrón

Ya en 1963-1964 el premio Nobel profesor Richard Phillips Feynman, del California Technology Institute de Pasadena [instituto tecnológico de Pasadena en California], demostró que el espacio en el electrón no está vacío, sino que actúan en el mismo los neutrinos y la "radiación negra".

Jean E. Charon consiguió demostrar además que el electrón se comporta como un agujero negro, deformando como éste el espacio que lo rodea; el espacio curvado se cierra sobre el minúsculo electrón como el agua alrededor de la burbuja. El electrón posee todas las cualidades del agujero negro... y una posibilidad más: desde su espacio cerrado puede comunicar con los espacios cerrados de otros electrones.

¿Hay una contradicción aquí, habiendo comparado el agujero negro con una caja fuerte cerrada para siempre?

Dos electrones acelerados el uno al encuentro del otro se repelen. Cada electrón obedece a una fuerza que le aparta del otro, por efecto a distancia, y esto es lo que ocurre:

Fotones negros, QUANTA de luz desprovistos de masa y de muy pequeña longitud de onda, intercambian sus velocidades con los fotones negros de otros electrones. Lo fascinante de la cosa, y lo más importante para nuestras consideraciones, es que estos procesos se desarrollan con DISMINUCIÓN de la entropía, es decir aumentando el grado de orden. Cuando los electrones intercambian protones negros, y está demostrado que lo hacen, el nivel de información dentro de cada electrón aumenta constantemente. ¡La deducción es (p.123)

estremecedora! El electrón ha estado presente desde la creación del universo. Cualesquiera que sean los estados atravesados, él no "olvida" nada. Las informaciones aumentan sin cesar.

El electrón es una partícula estable desde toda la eternidad. Considerado como soporte de recuerdos, lo ha vivido todo desde el principio. Invadió todo el universo, pasó a formar parte de toda la materia, es parte integrante de todos los seres vivos, de todas las plantas, de todos los soles... y de todos los cerebros. Su grado de orden ha aumentado, ha recogido informaciones y datos que puede intercambiar con otras partículas de su especie.

En relación con su descripción de los agujeros negros,

(nota 10: Kippenhahn, Rudolf: 100 Milliarden Sonnen [100 millares de soles]; Munich 1980)

escribe Rudolf Kippenhahn (1926), profesor de astronomía y astrofísica de Göttingen:

<También la materia de que está formado nuestro cuerpo ardió seguramente, al menos una vez, en el interior de una estrella.>

Hay que entender y aceptar la inmensa importancia de este hecho: la materia del electrón es inmortal. Como no "olvida" nada, y ha participado y participa de lo pasado y lo presente, ello significa que el saber y la experiencia son igualmente inmortales. El electrón conserva todos los mensajes de la alegría vivida y el dolor padecido. Ha invadido e invade la tierra, todas las piedras, todas las plantas... y cada una de todas estas cosas es soporte de informaciones. Los cuerpos mueren y se descomponen, pero el electrón perdura y transmite, en una carrera de relevos sin principio ni fin, todas las informaciones del pasado al futuro.

Jean E. Charon constata;

(nota 5: Charon, Jean, E.: Der Geist der Materie [el espíritu de la materia]; Viena-Hamburgo 1979)

<Esto significa que toda materia que haya formado parte de una estructura viva o pensante, y que haya poseído sus cualidades de conciencia durante el tiempo de vida, relativamente breve, de dicha estructura, a la muerte de ésta no podrá regresar simplemente a su originario psiquismo mínimo y difuso. La información una vez adquirida, la "conciencia" aprendida, no se pierde ya jamás; tras la muerte de una estructura organizada compleja, ninguna fuerza del mundo puede producir una regresión en la conciencia de la partícula elemental.> (p.124)


Los velos caen

Si hasta el presente no sabíamos por dónde coger tantos problemas paranormales, parapsicológicos y metapsíquicos, de improviso se manifiesta en el fondo de todo ello un sistema cósmico. La tira dibujada "Amor es...", que todas las tarde se reproduce en incontables millones de periódicos de todo el mundo, se reduce a un contacto entre los electrones de la pareja. Así de sencillo.

Albert Einstein dejó mandado que se quemase su cuerpo, y se destinase su cerebro a la investigación. En 1978 la prensa publicó la vergonzosa noticia de que aquel legado científico estaba metido en un frasco lleno de formaldehído, a su vez puesto en una caja de cartón en la oficina de unos laboratorios de investigación biológica de Wichita, Kansas, USA. En aquel entonces, al leer la macabra noticia, se me ocurrió espontáneamente que debido a la muerte de las células la humanidad había perdido una ocasión única. Hoy día sabemos que los electrones de ese supercerebro existen, se pasean por el espacio, invaden las  plantas y las piedras y penetran en un cerebro, en donde harán resucitar el saber almacenado. Entonces, los electrones cuyo "saber" aumentó Einstein lanzarán un destello, y estimularán en el nuevo cerebro ideas que el propietario del mismo no habrá adquirido por experiencia propia.

A muchos nos ha pasado que de pronto se nos enciende una luz en el cerebro. Ahí surge, al parecer espontáneamente, una imagen, una situación que creemos haber vivido, pese a que nuestra memoria nos dice: en este lugar no he estado yo nunca antes, en esta situación no he participado. Con el descubrimiento de la inmortalidad de la información almacenada en el electrón, también queda desvelado este misterio: los electrones de individuos fenecidos largo tiempo ha, pasan a anidar en nuestro cerebro y desenrollan el panorama de pasados acontecimientos.

¡Lo incomprensible, convertido en hecho normal aunque portentoso! Lo desconcertante, lo misterioso, lo inexplicable, se hace comprensible. En el electrón, como en el agujero negro, el tiempo transcurre al revés. Luego puede comunicar también acontecimientos del futuro: he ahí explicada la clarividencia, la anticipación, la profecía.

Todos los europeos occidentales conocerán, sin duda, el nombre (p.125)

del vidente Gérard Croiset, recién fallecido. Las brigadas de investigación de las policías de varios países utilizaban sus facultades cuando se trataba de seguir las huellas de un niño secuestrado o localizar el paradero de un cadáver. El porcentaje de aciertos de Croiset era increíblemente elevado. Él se sabía médium de algo que no acertaba a explicar, porque desconocía lo que pasaba en su cerebro en esos momentos. Como muchos otros médiums notables, mantenía una actitud de modestia y se consideraba instrumento de una potencia superior. La potencia de los electrones hace explicable el fenómeno. Un ser humano secuestrado piensa, y entrega al medio ambiente electrones cargados de recuerdos. Los minúsculos sabelotodo están en todas partes; para ellos no hay barreras ni muros que no se puedan atravesar. Si el cerebro de un médium predispuesto logra "captar" aunque sólo sea uno de los electrones emitidos, dejando que penetre en su conciencia, podrá encontrar como en un estado de "sonambulismo" la pista que los demás buscan vanamente, y sabrá incluso si la víctima vive todavía o ya ha muerto. Lo mismo que Croiset, otros conseguirán localizar cadáveres ocultos.

Es posible que el cerebro, para establecer contacto con la información de que son portadores los electrones, requiera una predisposición especial. Mas sospecho que esa predisposición, esa facultad, subyace en todos nosotros.

Lo que ayer aún era utopía y ciencia ficción, hoy queda descifrado, una vez descubierta la capacidad del electrón como portador de informaciones. Y cuando alguien se pregunta: ¿Quienes somos?, podemos contestar, si bien algo rudamente: Como todo el resto de la materia, somos vehículos y lugares de estacionamiento para el electrón, destinados a acumular informaciones y experiencias para que el electrón intemporal pueda transmitirlas de eternidad en eternidad.

[Francis C. Crick y J.D. Watson detectan el código genético]

A mediados de los años cincuenta, otro descubrimiento parecidamente sorprendente asombró al mundo. Francis C. Crick y J.D. Watson conseguían descifrar el misterio de la herencia:

Cada célula del cuerpo contiene el código genético, el plan de construcción según el cual se desarrolla todo el cuerpo. Esta maravilla de la naturaleza ha pasado a ser hoy del dominio público, gracias a lo intuitivo de la imagen de la espiral de ADN, aunque los microbiólogos (p.126)

aún no entienden cuál es la causa que convierte a la molécula de ADN en transmisor de esas informaciones estructuradoras de un organismo. Como tampoco recibiremos respuesta si preguntamos cuáles son las leyes que determinan que, de los doscientos o trescientos millones de espermatozoides que penetran en la vagina durante la eyaculación, el óvulo femenino reciba sólo a uno determinado. La causa que aquí actúa es el espíritu de la materia, la conciencia del electrón. En la aproximación del óvulo femenino y el espermatozoo masculino, los electrones intercambian informaciones, a través de sus fotones negros y en fracciones de segundo. Se busca: el soporte más idóneo para la evolución.

¿Utopía? Ya no. Como dijo Wernher von Braun: <A posteriori, nada es más sencillo que una utopía realizada.>


El buen Dios no juega a los dados

<La sustancia del universo es la sustancia del espíritu>, escribió el astrónomo y físico inglés Arthur Eddington (1882-1944), que inauguró la investigación de la estructura interna de las estrellas.

Habitualmente se distingue entre materia muerta y materia viva; esa clasificación no le corresponde a la materia, en realidad: viva o muerta, toda ella se compone de átomos, protones, electrones.

Recordemos los experimentos efectuados por el doctor Robins en los circos de piedra de Rollright: las piedras lanzaban pulsaciones, se formaba un campo electromagnético. ¡El mundo de los electrones! Cuando entró una persona en el centro del circo de piedra, la pulsación cesó. ¿Es que ahora los electrones estaban comunicando con el ocupante del circo? Según los resultados de las últimas investigaciones, ¿no es imaginable que un médium sensibilizado para recibir el mensaje de los electrones pudiese "hablar" con las piedras? Éstas oscilan, liberan electrones, transmiten informaciones... apresan al hombre lo mismo que a toda la naturaleza y toda la inmensidad del universo. Porque la sustancia del universo es la sustancia del espíritu.



[Los "marae" en Melanesia y en Polinesia - lugares de "tabú"]

En casi todas las islas del espacio melanesio y polinesio se encuentran unos antiquísimos santuarios de piedras. A esos lugares de culto les llaman "marae". Los marae no tienen una arquitectura uniforme (p.127);

unas veces, como en la isla de Raiatea, se trata de un gran rectángulo de poderosos monolitos; otras, como en Arahurahu de Tahití, de templos construidos en forma de terrazas, o como en la isla de Tubuai, al sur del océano Pacífico, de series de monolitos ordenados con arreglo a determinados patrones. Antes de la cristianización, los marae eran "los puntos oficiales de encuentro entre los polinesios y las realidades del otro mundo".

(nota 11: Garanger, José: Sacred stones & rites of ancient Tahiti [piedras y ritos santos de los antepasados de Tahiti]; Paris 1979)

No conocemos qué ritos se celebraban en los marae, si bien los isleños comunicaron a los primeros europeos que los visitaron que los marae eran muy "tapu", lugares muy sagrados. "Tapu" significa: lo que está marcado, como cosa opuesta a lo vulgar y cotidiano. De esa palabra polinesia hemos formado la nuestra "tabú".

¿Qué era lo tabú de los marae? ¿Qué estaba marcado? ¿Acaso las piedras alrededor de las cuales se reunían los aborígenes? ¿Entendían al espíritu de la materia que hablaba en aquellas piedras?

Para los indígenas de los mares del Sur había otra noción sagrada, la de "mana", que significa "virtud" o "eficacia". En la redacción informativa de las enciclopedias, como la Brockhaus, mana es la palabra con que se quiere indicar que una acción o una fuerza no son de tipo físico, sino en cierto modo sobrenatural. El mana, siempre según el diccionario, actúa tanto en los hombres como en la naturaleza orgánica e inorgánica, y es generalmente transmisible. El mana puede concentrarse en determinadas personas, como por ejemplo en el rey-sacerdote, o en ciertos objetos. También se llama mana a la fuerza que inspira reverencia y estremecimiento.

Cada marae no sólo era tabú, sino que además poseía mucho mana. Wilhelm Ziehr explica:

(nota 12: Zier, Wilhelm: Hölle im Paradies [infierno en el paraíso]; Dusseldorf 1980)

<El mana puede aparecer también en determinadas lugares, como las gargantas en la roca, tan impresionantes, o los lugares sombríos de la playa o del bosque. Ese mana impersonal se concreta entonces en forma de espíritus y demonios de los que se dice frecuentan el lugar. Llevando a cabo determinadas ceremonias secretas, puede uno servirse por ejemplo del mana de una cueva en un arrecife de coral de las Nuevas Hébridas (Port Olry) para hacerse invisible e invulnerable. Una roca en voladizo tiene tanto mana, que uno puede situarse debajo de ella y cambiar de sexo. Las piedras de formas curiosas suelen alzarse en determinados lugares de culto, pues también ellas contienen fuerzas misteriosas.> (p.128)

Cuando fallece una personalidad muy considerada - un sabio sacerdote, un caudillo admirado, un héroe audaz - conserva un mana misterioso aun después de muerta; sus huesos son más tabú que los de los mortales corrientes, y sus sepulturas son más especialmente tabú que otras, porque en ellas hay más mana.

Un mundo extraño, fantasmal, cuyos cultos se echaban hasta ahora a la cuenta de los misterios esotéricos, adquiere ahora una explicación plausible. El mana de que estaba lleno el caudillo experto y el sacerdote cargado de sabiduría, lo formaban sus electrones indestructibles. En efecto, un sacerdote tiene más mana que otras personas, o sea que "irradia" más sapiencia y conocimiento. Lo que parecía superstición, se revela como una profunda intuición de las fuerzas que actúan en el fondo de la materia. El mana de los difuntos se conserva en gran parte, porque los electrones siguen actuando en la materia del cuerpo. Y ahora pregunto yo, ¿será por eso que en un cementerio uno no se siente igual que en un teatro, pongamos por caso? ¿Será por eso que cuando caminamos por una necrópolis inevitablemente nos ponemos a pensar en el pasado y el futuro? ¿Tal vez porque allí aumenta el intercambio de electrones?

¿Quizá los llamados primitivos se hallaban mejor comunicados con la naturaleza, y eran capaces de percibir las vibraciones de los electrones desencadenados? ¿Eran todavía capaces de "hablar" con las plantas, con los animales y con los objetos (¡de ahí los fetiches!)?

[Leyenda polinesia sobre el dios Maui instalando piedras de marae - radiación por la diferencia de piedras]

En una leyenda polinesia

(nota 13: Aitken, Robert T.: Ethnology of Tubuai [etnología de Tubuai]; Bishop Museum [museo Obispo], boletín núm. 70, Honolulu 1930)

se dice que el dios Maui fue de las islas Tuamotu [fue volando] a Raivavae para edificar en ésta un gran marae. Cuando éste quedó terminado, Maui se llevó una piedra del mismo a Tubuai, donde alzó también un marae, en el que incluyó el pesado obsequio. Por lo visto, el dios tenía manía de construir, pues apenas hubo terminado el marae de Tubuai tomó a su vez otra piedra de éste y se fue volando a Rurutu, y de ahí a Rimatara, y de ésta a Rarotonga (islas Cook), y así sucesivamente. En todas partes hacía lo mismo: llevarse una piedra del marae recién terminado.

¿Una leyenda absurda? Hoy sabemos por qué hacía eso el dios Maui. Con cada piedra implantaba mana en la nueva obra. Seguro que Maui elegía para ello unas piedras muy determinadas. Porque no es lo mismo una piedra que otra. El basalto no tiene la misma estructura atómica que la andesita, ni es lo mismo el granito que el coral. Cierto que, en último término, siempre acabamos (p.129)

en el mundo de los átomos, de las radiaciones difusas y del electrón, pero las redes atómicas - de las que hablábamos con ocasión de nuestra visita a Stonehenge - difieren en los minerales en estado natural. Algunas especies intercambiarán sus electrones más pronto y con menor aportación de energía que otras, más lentas en desprenderse de sus electrones.

¿Sabían eso los "primitivos"? ¿Es esa la razón de que nuestros antepasados llevasen una selección de determinadas piedras a determinados lugares de culto? ¿Es por eso que la piedra azul era imprescindible en Stonehenge, justamente, aunque hubiera que traerla de un yacimiento distante cuatrocientos kilómetros?

[Leyenda polinesia sobre el dios Maui instalando piedras de marae - radiación por la diferencia de piedras -- Sobre magnetismo y magnetismo en el cuerpo humano]

Como contrapunto a estas suposiciones, veamos una comunicación del doctor Hans Biedermann:

(nota 14: Biedermann, Hans: Magnetische "Dickbäuche" in Guatemala ["Panzas" magnéticas en Guatemala]; Universum, Viena, marzo de 1980)

Los arqueólogos que han estudiado los restos de las épocas prehistóricas de Guatemala conocen un tipo de figuras de piedra de gran tamaño representando cabezas o personajes sedentes de enorme obesidad. Dichas estatuas, llamadas "fat boys" [chicos gordos] en la jerga de los arqueólogos, se caracterizan por una propiedad no observada hasta hace poco, en que fue descubierta por el geógrafo Vincent H. Malmstrom (Darthmouth College, Hanover / N.H., USA): tienen magnetismo en determinadas partes del cuerpo.

Hacia el 2000 a.d.C., los canteros o los escultores debían estar ya familiarizados con el fenómeno del magnetismo, pues elegían para sus obras bloques de basalto con puntos de intenso magnetismo natural.

En las cabezas de piedra, que en parte recuerdan algunas obras similares de los olmecas del Golfo de México, si bien éstas son algo más recientes, la máxima concentración de magnetismo natural se encuentra en las sienes; en cambio, los personajes obesos acuclillados o sentados lo tienen en la región del ombligo.

THAT'S IT [eso es la solución], que dijo el lord bebiéndose su whisky.

Ahí lo tenemos, que digo yo. En el magnetismo hay interacciones de campos electrostáticos, se intercambian electrones. Modernos investigadores, armados de modernos aparatos, encuentran una actividad real en las antiguas piedras. Ahora me gustaría que un (p.130)

sabelotodo me dijera qué aparatos tenían los investigadores de hace cuatro mil años, para poder encontrar en una roca los puntos de magnetismo que necesitaban.

La investigación sobre el sentido del magnetismo en las personas vivas no ha hecho sino empezar.

(nota 15: Eckert, Michael: Magnetsinn des Menschen? [¿sentido magnético del hombre?]; En: Süddeutsche Zeitung [diario de alemania del sur], 23 de octubre de 1980

En junio de 1979, en un lugar del condado inglés de Durham llamado Barnard Castle, treinta y un muchachos y muchachas fueron conducidos a un autobús con los ojos vendados a un destino desconocido para ellos. Era un día nublado que no permitía orientarse. Sujeto sobre la cabeza, cada uno llevaba un estuche alargado, de los cuales la mitad contenían imanes de barra y la otra mitad falsos imanes, imitaciones del mismo peso y aspecto. Sin quitarles las vendas de los ojos, se pidió a los niños que indicasen hacia dónde quedaba, en su opinión, el punto del cual habían partido. La finalidad del experimento era demostrar si los campos magnéticos tienen alguna influencia en el sentido de la orientación humana.

El resultado fue sorprendente e hizo sensación en Inglaterra, como cuenta la [revista de] "New Scientist" [científico nuevo] de octubre de 1980. Porque aquellos niños que sólo llevaban imitaciones sobre la cabeza indicaron la dirección correcta con bastante acierto; en cambio, los que llevaban imanes se hallaban completamente desorientados.

Mediante otros experimentos, Robert R. Baker, de la universidad de Manchester, quedó convencido de que el ser humano

<efectivamente posee un magnetotropismo, es decir un sentido magnético, que por consiguiente puede ser perturbado por imanes.>

Aunque actualmente apenas se duda de la existencia de un magnetotropismo en distintas especies animales - abejas, palomas, pájaros migratorios, delfines, etcétera -, sus mecanismos biofísicos venían siendo un misterio para la ciencia. El año pasado, unos investigadores de la universidad de Princeton, New Jersey, USA, seccionando tejidos de la cabeza y la nuca de unas palomas pudieron demostrar la existencia de material dotado de magnetismo permanente.

Todavía no se sabe, dicen estos investigadores en "Science", si esas estructuras magnéticas son realmente utilizadas por el ser vivo para detectar el campo magnético de la Tierra, y si esas percepciones son conducidas a algún centro sensorial. La actualizadísima información concluye diciendo que

<en el mundo, al menos seis laboratorios estudian actualmente el magnetismo humano.> (p.131)


El círculo se cierra

Tan pronto como se incluya en esas investigaciones el trascendental descubrimiento de Jean E. Charon, quedará cerrado el círculo; los campos magnéticos son zonas de actividad de los electrones. El espíritu primordial, el espíritu divino, lo sabía. Todas sus criaturas y toda la materia fueron creados receptivos a la fuerza eterna de los electrones. De cuanto ha ocurrido en los miles de millones de años que lleva existiendo el universo, nada ha sido dejado al azar por el espíritu que está en el fondo de la materia. La Creación no fue un juego.

-- "El buen Dios no juega a los dados" - decía Albert Einstein.

Los críticos que gustan de rebatir mi teoría de los dioses astronautas con "frases que matan" suelen argumentar que las grandes distancias que nos separan de otros planetas portadores de vida imposibilitan, por sí solas, la intervención de extraterrestres en la aparición de vida en nuestro planeta. Nunca, aseguran, podrá acelerarse un vehículo especial hasta la velocidad de la luz, que sería necesaria para poder realizar el traslado de la "vida".

Sin repetir lo que he dicho al respecto en mi libro "La respuesta de los dioses", con los nuevos descubrimientos ni siquiera es necesario postular el desplazamiento a través del espacio - posible, pese a quien pese - de una inteligencia técnicamente superior, con el fin de importar en nuestro planeta el saber y los conocimientos de los extraterrestres e intervenir en la "creación" terrestre. El átomo, como vehículo de electrones cargados de toda la información existente, estaba ahí ANTES de la creación terrestre. El cerebro de nuestros antepasados pudo recibir a través de los electrones la información sobre el origen del universo. Quizá fueron los electrones esos mensajeros que dieron parte de lejanos sistemas solares y de la existencia de vida extraterrestre.

[Max Planck: el espíritu de la fuerza constructiva es el electrón]

<La cuestión del porqué está mal planteada. Lo que hemos de preguntarnos es: ¿por qué no?>, ha escrito G.B. Shaw.

La respuesta más soberana ha sido dada por Max Planck (1858-1947), el que dejó escrita en la Biblia de la física su ley de la distribución de la radiación de un cuerpo negro, y recibió en 1918 el premio Nobel de Física por su teoría de los "quanta". Max Planck reconoció el término de sus días (p,.132):

<Como físico, es decir com (p.132) hombre que durante toda su vida ha servido a la más objetiva de las ciencias, que es la que estudia la materia, creo que se me puede considerar ajeno a la sospecha de ser un fantasioso. Pues bien, después de todas mis investigaciones del átomo, voy a decirles lo siguiente: ¡La materia en sí no existe! Toda la materia se forma y perdura únicamente por medio de una fuerza que hace oscilar las partículas atómicas y las mantiene reunidas en el diminuto sistema solar que es el átomo. Pero como en todo el Cosmos no hay ninguna fuerza inteligente ni eterna de por sí, hemos de admitir que tras esa fuerza actúa un espíritu consciente e inteligente. Ese espíritu es el origen fundamental de toda materia.> (p.133)

El electrón. (p.133)

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