Erich von Däniken:
Viaje a Kiribati - extraterrestres
6. El crepúsculo de
los dioses
[6.3. Bolivia: Puma Punku en
Tiahuanaco con ruinas de los dioses]
Puma Punku, ruinas [3] |
Däniken en un sillar gigante (p.272)
|
de: Erich von Däniken: Viaje
a Kiribati: 6. El crepúsculo de los dioses; Ediciones
Martínex Roca, S.A.; Gran Vía, 774, 7º; 08013 Barcelona;
ISBN: 84-270-0684-5
presentado por Michael
Palomino (2011)
[6.3. Bolivia: Puma Punku en Tiahuanaco con ruinas
de los dioses]
Error en Lima
[Coronel Omar Chioino - un
pisco sour]
De acuerdo con lo convenido y a la hora convenida, el día 15
de agosto estaba yo en el salón del Sheraton de Lima,
esperando al coronel Omar Chioino. Puntual como cuadra a un
militar, a las doce en punto le vi aparecer en la puerta
giratoria. Poco había cambiado pese a los años transcurridos
desde que le conocí. Es un tipo elegante de unos sesenta años
de edad, alto, con el cabello algo gris, bigote bien recortado
y cejas espesas y negras, con arrugas risueñas alrededor de
los ojos. Cuando se presentó frente a mí con su correcto traje
gris de lana, camisa blanca y corbata azul oscuro, más parecía
un banquero de Wall Street o de la City londinense que un
auténtico oficial de aviación.
El saludo fue impulsivo, con las obligadas palmadas en la
espalda y abrazos de los sudamericanos, aunque gracias a Dios
sin los besos en las mejillas, antipático ritual reservado a
los amos del Kremlin.
Nos sentamos a uno de los veladores de mármol y pedimos el
combinado habitual del país: "pisco-sour". El pisco es un
aguardiente típico, que se fabrica sobre todo en los
alrededores de la pequeña ciudad de Pisco, en la costa del
Pacífico. Se añaden limón, azúcar y un poco de clara de huevo,
todo lo cual se agita en la coctelera. De ello resulta un
líquido de un verde lechoso, de sabor agrio, que corregido por
el amargo de unos chorritos de angostura da lugar a una bebida
de excelente y fuerte sabor.
[El proyecto: ver una
"muralla" o monumentos]
-- "Lo he preparado todo" - dijo el coronel después del
intercambio de informaciones privadas -. "Para mañana a las
seis de la mañana tengo preparado un Landrover. Si todo sale
bien, podrás estar (p.248)
de regreso en cuatro días. Te acompañará mi amigo Federico
Falconi, un experto arqueólogo. Conoce "la Muralla" con todo
detalle...
-- "¿La Muralla...?" - empecé a sospechar el error.
-- "¡Naturalmente!" - respondió Chioino -. "Es lo que deseabas
ver."
Acostumbrado a los equívocos, el malentendido me hiere pero no
me mata. En mis correrías por países para mí extraños, no es
la primera vez que después de una detenida preparación he de
rectificar sobre la marcha y orientarme preguntando "in situ".
El coronel y el arqueólogo creían que yo ansiaba visitar la
gran muralla peruana, perfectamente conocida en todo el mundo.
¡Calma, Erich!, me digo con ánimo pacífico en momentos así.
Saqué de mi práctica bolsa de la SWISSAIR las dos fotografías
de la "National Geographic Magazine" [revista geográfica
nacional] y le mostré a mi interlocutor la franja de agujeros
que cruzaba cimas y hondonadas:
-- "¡ESTO es lo que busco, amigo! La muralla y la conozco."
El coronel se atusó el bigote unos segundos, confuso, se
mordió el labio y pidió excusas por la equivocación. En
seguida se puso en pie para dirigirse a una de las cabinas de
la recepción. Al cabo de un rato regresó con la noticia de que
había despachado al arqueólogo, lo mismo que el Landrover, y
que había tratado de localizar al arquitecto Carlos Milla.
Pero la esposa de éste dijo que Carlos no estaba visible
durante el fin de semana, y que habría que esperar al lunes.
Escuché la consoladora aseveración de que Milla conocía todos
y cada uno de los monumentos arqueológicos del Perú; no sólo
conocía a los arqueólogos oficiales, sino también a los
extraoficiales, los saqueadores de tumbas y compradores
clandestinos de antigüedades. Si alguien podía dar
información, ése era Carlos Milla, Dios nos lo guarde.
[Un poco sobre Lima]
Yo no tenía ganas de esperar en Lima. Por mis visitas
anteriores, conocía la ciudad y sus importantes museos. Había
visitado la catedral, con su sillería magníficamente tallada
que se considera la más bella de América. El conquistador
español Francisco Pizarro puso la primera piedra, y en 1624 se
bendijo el templo. Los numerosos terremotos, y la sucesión de
los estilos arquitectónicos a cada restauración, convierten a
esta catedral en un calendario de historia del arte, donde se
pueden distinguir elementos góticos, barrocos y neoclásicos.
Había admirado los espléndidos palacios de la época colonial
(p.249)
con sus amplios patios y sus tesoros de arte: tallas
realizadas en maderas indígenas, hierros forjados y
cincelados. Del centro conozco la Plaza de Armas donde
Francisco Pizarro trazó en el suelo con la punta de la espada,
en el año del Señor de 1535, el plano de la ciudad. No;
aquella hirviente capital de un millón y medio de habitantes
[en los años 1980s] sólo serviría para ponerme nervioso,
puesto que estaba condenado a la inactividad. El coronel
Chioino se hizo cargo de ello y se ofreció a pasearme por los
encantadores paisajes de su patria.
-- "¡Me voy en avión a La Paz!" - dije secamente.
-- "La conoces tan bien como a Lima. ¿Qué vas a hacer en La
Paz?"
-- "Iré a visitar las ruinas de Puma-Punku" - expliqué,
adivinando por la expresión de Chioino que para él Puma-Punku
era como si yo hubiera dicho Tombuctú.
-- "¡Ah!" - se limitó a decir -. "Y ¿cuándo volveremos a
vernos?"
-- "Sugiero que sea dentro de una semana, el día veintidós, a
la misma hora, en el mismo lugar. ¿De acuerdo?"
El coronel apuró su pisco-sour.
-- "¡Okay, Erich!"
Una meta digna de verse:
Puma-Punku [Puma Puncu]
[Llegada a La Paz - autos de
chatarra]
Al día siguiente, a las siete y media de la mañana, salí con
un aparato de la Lloyd Boliviana de Lima y aterricé a las diez
y media en La Paz. Otra vez emprendí la lucha por un vehículo
de tracción total. También aquí, las empresas de alquiler de
automóviles ofrecían sólo utilitarios de fabricación europea,
o grandes armatostes norteamericanos que son también grandes
devoradores de gasolina; todo ello abollado, reparado cien
veces, desmontado otras tantas, verdaderas ruinas aptas sólo
para chatarra.
En Bolivia, un coche en estado de funcionamiento es un tesoro
inaccesible, casi como una casa de propiedad. En La Paz - la
principal ciudad de Bolivia, con sus cuatrocientos mil
habitantes [años 1980s] -, cuando uno ve pasar silenciosamente
un coche bien lustroso, puede estar seguro de que se trata de
un diplomático de la capital, Sucre, que anda haciendo turismo
(p.250).
[Un VW sapo modelo 1969 con
dificultades - y perros salvajes al lado de la calle]
Elegí un Volkswagen, modelo de 1969, con 264.000 kilómetros en
el contador, "arreglado" sin duda varias veces. De otros años
conocía yo la rectilínea carretera sin asfaltar del altiplano,
a cuatro mil metros sobre el nivel del mar. No presenta más
dificultad que una colina, para un suizo, aunque los naturales
del país la llaman un alto. En el tramo de más pendiente el
Volkswagen se puso a hacer tonterías. El aire purísimo pero de
bajo contenido en oxígeno hacía bailar los pistones, que ya no
transmitían al cigüeñal toda la fuerza de sus explosiones. Me
ayudé con un viejo y conocido truco: dar media vuelta y meter
la marcha atrás. De esta manera pudo vencer el fiel Volkswagen
los pocos centenares de metros que faltaban para coronar el
alto; con todo, fue una aventura tremenda, sorteando autobuses
envueltos en la polvareda y que parecían precipitarse sobre mí
a toda velocidad. A ambos lados de la carretera se veían
manadas de perros cimarrones, mezcla alobada de las más
variadas razas. Los bolivianos les llaman los "perdidos".
Flacos y sarnosos, son la congoja de cualquier amante de los
animales. Los "perdidos" se unen en manadas para cazar, lanzan
aullidos estremecedores y de noche pueden llegar a ser
peligrosos para el hombre.
[La coca en los Andes de
Bolivia]
También los indios del altiplano son pobres como los perros.
Se les ve durante sus largas peregrinaciones, arreando
pequeños rebaños de flacas cabras y ovejas hacia los
escuálidos pastos, o acurrucados al borde de la carretera, con
la mirada inexpresiva. Aquí, lo mismo que en las calles o en
los atestados autobuses de La Paz, mascan las hojas de la coca
andina. Es planta natural del país, cuyas delicadas hojas y
amarillas inflorescencias se ven en no pocas plantaciones. La
coca contiene alcaloides, el principal de los cuales es la
cocaína, de sabor amargo y que produce una anestesia temporal
de los nervios de la lengua. Los primeros viajeros que
visitaron los Andes decían que el consumo de la coca
prolongaba la resistencia de los nativos. Hoy la medicina nos
dice que el uso permanente de la cocaína, ingerida, masticada
o aspirada por la nariz, produce un bienestar inicial pero a
la larga destruye el sistema nervioso.
Este narcótico que se encuentra en cualquier mercado, por
pequeño que sea, a precios bajísimos, hace soportable a los
indios su pobreza aparentemente irremediable. Cuando uno habla
con un indio, se advierte que antes de contestar ha de
arrancarse a su mundo de sueños para volver a la realidad
(p.251).
[Bolivia: Tiahuanaco con sus
ruinas]
El modelo del templo de Tiahuanaco [1] |
Templo de Tiahuanaco [2] |
Al cabo de dos horas y media pasé por el poblado de
Tiahuanaco, con sus discutidas ruinas acerca de las cuales han
escrito tantos autores, incluyéndome a mí. Saliendo de la
carretera principal por la izquierda, un sendero conduce al
sudoeste, cruzando la línea férrea abandonada, fuera de
servicio [en los años 1980s] y cubierta de hierbas que iba de
La Paz al lago Titicaca. Allí se alza una colina también
cubierta de hierbas y defendidas por una verja de alambre, que
merece en la literatura especializada el calificativo de
"pirámide". No se advierte en ella característica piramidal
alguna.
[El sitio de Puma Punku en
Tiahuanaco]
Puma Punku, ruinas [3]
Al pie de la colina yace un monolito, como arrojado por el
brazo de un gigante. El viajero y escritor suizo Johan Jakob
von Tschudi
(nota 3: Tschudi, Johann Jakob
von: Reisen durch Südamerika [viajes por América del Sur];
Leipzig 1869)
lo vio en 1869 y cuenta (p.252):
<En camino hacia Puma-Punku
vimos en un campo un extraño monolito de 155 cm de altura y
162 cm de ancho, con un espesor de 52 cm en la base y 45 cm
en el extremo. Contiene dos series de alojamientos. Abajo
hay dos compartimientos laterales grandes, alargados; en
medio, otros dos más pequeños de forma cuadrada; y arriba,
separados de los anteriores por sencillas molduras, otros
cuatro compartimientos cuadrados. Se conoce al monolito bajo
el nombre de "El Escritorio".>
Colina con relieve, el "escritorio", vista total [6]
Puma Punku, colina con relieve, el "escritorio" (p.251)
Däniken:
<En una colina cercana a Tiahuanaco se halla este
relieve, protegido por una verja [reja], al que llaman "El
Escritorio" en la literatura arqueológica.l Una piedra de
155 x 162 x 52 cm... ¡extraño escritorio!> (p.251)
Puma Punku, colina con relieve, el "escritorio", foto en
color (p.160-161)
Puma Punku, colina con relieve, el "escritorio", primer
plano (p.252)
Däniken
indica:
<Rectángulos de medidas exactas, listones bien
escuadrados, cantos perfectamente definidos apuntan a un
trabajo de matricería cuyos contramoldes aún están por
ver.> (p.252)
También es indiscutible que se trabajó con arreglo a un
proyecto: rectángulos perfectamente escuadrados de diferentes
tamaños, con medidas exactas, con listones en ángulo recto,
con molduras hechas a regla y detalles bien definidos. Parece
un molde y es (p.253)
evidente que debió existir un contramolde perfectamente
ajustado, de exactitud milimétrica, sin holguras [hueco], a
prueba de vibraciones. Un trabajo así no puede realizarse sin
un proyecto. Pero trazar un proyecto exige tomar medidas, y
presupone el dominio de la escritura.
[Puma Punku, es como una
sinfonía]
El misterio de los Andes
Sillares bien trabajados en Puma Punku 01
Däniken indica:
<Puma-Punku ... ¡el verdadero misterio de los
Andes! Basta una ojeada para maravillarse del
volumen de los sillares y la exactitud del
trabajo.> (p.254) |
|
Sillares bien trabajados en Puma Punku 02
Däniken indica:
<En 1651 el arzobispo de La Paz escribía que esta
obra debe datar de antes del Diluvio. ¡No
contradigamos a tan venerable autoridad!> (p.254) |
Más allá de la colina se presenta a nuestra vista el misterio
de los Andes: Puma-Punku, un complejo megalítico de increíble
volumen, variedad y precisión. Tenemos ahí algo que jamás ha
sido comprendido, ni tratado adecuadamente en ninguna obra
"moderna" que yo conozca. En la más reciente gran enciclopedia
sobre Sudamérica
(nota 4: Alcino, José: Die
Kunst des Alten Amerika [el arte del América antiguo];
Friburgo 1979)
se despacha a Puma-Punku en pocas líneas:
<En el ángulo sudoeste de
Tiahuanaco se halla la gran pirámide llamada de Puma-Punku.
Su plataforma superior está formada por dos planos a
diferentes niveles, a la que se accede mediante varias
escaleras. Una de estas plataformas debió sustentar un
templo, cuya entrada estaba formada por tres portales
similares a la Puerta del Sol.>
Eso es muy poco. Es como si la Filarmónica de Berlín tocase
los dieciséis compases iniciales de la "Heroica" [tercer
sinfonía de Beethoven], dando seguidamente por terminada la
interpretación de la obra. ¡Consagremos toda nuestra atención
a la sinfonía de Puma-Punku!
Las primeras noticias llegaron al Viejo Mundo a través de
descendientes de los conquistadores españoles. A mediados del
siglo XVI, Pedro de Cieza de León
(nota 5: Cieza de León, Pedro:
La Chronica del Perú; Amberes 1554)
afirmaba que Puma-Punku era una obra única, "con gigantescos
pilares esculpidos y una terraza (p.254)
gigantesca. Nadie ha visto jamás ese lugar temeroso, sino en
ruinas." Su compatriota Antonio de Castro y del Castillo, que
era obispo de La Paz en 1651, escribió:
(nota 6: De Castro y del
Castillo, Antonio: Teatro Eclesiástico de las Iglesias de
Perú y Nueva España; Madrid 1651)
<Y si bien antaño se creía
que esas ruinas eran obra de los inca, para servirles de
fortaleza en sus guerras, hoy por el contrario se ha
esclarecido que son una obra antediluviana... Pues si fuese
una obra de los inca, en un llano sin aguas y con una
excavación tan profunda, ni siquiera los españoles habrían
sido capaces de llevar a cabo una edificación tan
maravillosa y de tanta belleza. Lo que más me admira son
estas piedras tan exactamente ajustadas...> (p.256)
En la primera mitad del siglo XIX recorrió Sudamérica el
paleontólogo francés Alcide Charles Victor d'Orbigny
(1802-1857). Al describir Puma-Punku
(nota 7: D'Orbigny, Alcide:
Voyage dans l'Amérique Méridional [viaje en América
meridional]; Paris 1844)
habla de puertas monumentales que se alzaban sobre losas
horizontales de piedra, y da en cuarenta metros la longitud de
una de estas plataformas, hecha de una sola pieza. Hoy estas
losas ya no se ven enteras, porque están rotas, fragmentadas,
roídas por el tiempo. Sin embargo, lo que queda tiene
monumentalidad suficiente como para provocar el escalofrío.
Bordes precisos en Puma Punku 01 (p.256)
Däniken:
<El arqueólogo
d'Orbigny, a comienzos del siglo XIX, atribuía a
las losas de piedra una longitud total de 40
metros. Hoy están fragmentadas... (p.256)
|
|
Bordes precisos en Puma Punku 02 (p.257)
Däniken indica:
<... pero una
fotografía de 1980 aún permite observar la
tremenda mole de las piedras y la maravillosa
precisión de los canteros.> (p.257)
|
[Bloques gigantes de granito,
de andesita y de diorita - monstruos de piedra - sistemas de
clavijas y agujeros - grapas metálicas]
Como "coleccionista" de construcciones prehistóricas, mi
capacidad de asombro [admiración] se halla [encuentra]
bastante agotada [terminada]. Pero en Puma-Punku, al ver ese
panorama grandioso de otros tiempos, me he quedado atónito
[sorprendido]. Allí, en un caos que marea, pero que aún
permite intuir la existencia de una antigua ordenación, yacen
poderosos bloques de granito (p.257),
andesita y diorita, esa piedra plutónica de color gris verdoso
y de enorme dureza y resistencia.
Turistas en el caos de los sillares (p.271)
Däniken indica:
<¡Puma-Punku 1980! Este
caos parece causado por un terremoto o una explosión. Buen
tema fotográfico para turistas.> (p.271)
Asombra ver los monolitos trabajados, tallados y pulidos con
tal precisión, que parecen salidos de un taller equipado de
las más modernas herramientas, de fresas y brocas de acero
duro, y organizado para trabajar en serie. Ranuras de gran
precisión, de seis milímetros de ancho y doce milímetros de
profundidad, aparecen trazadas a regla en monolitos de
diorita, con una longitud de más de cinco metros. Los
monstruos de piedra ajustan entre sí mediante sistemas de
clavijas y agujeros. Grapas metálicas los mantenían unidos en
una estructura cuyo plan escapa a todo intento actual de
reconstrucción.
Pisadas de grapas 01 (p.267)
|
Pisadas de grapas 02 (p.266)
|
Däniken indica:
<Los arqueólogos dicen que estos sillares se
unían con grapas de cobre. ¡El cobre es un material
demasiado blando para semejantes masas de
piedra!> (p.266)
|
La obra de referencia
obligada sobre Puma-Punku
[Descripciones de Puma-Punku]
|
Max Uhle, retrato de un arqueólogo importante
[4]
|
Alphons Stübel, un geólogo y viajero [5]
|
Max Uhle, arqueólogo de Dresde (1856-1944), está considerado
como el "padre de la arqueología peruana", más aún, se le
llamó "el segundo descubridor del Perú".
(nota 8: Stingl, Miloslaw: Die
Inkas [los incas]; Dusseldorf 1978)
En el Real Museo zoológico y antropológico-etnográfico, Uhle
conoció al geólogo y viajero investigador Alphons Stübel
(1835-1904), que había publicado ya una obra de tres tomos
sobre excavaciones arqueológicas en Perú. Tras años de
investigar en común, Uhle y Stübel editaron la obra clásica
"Las ruinas de Tiahuanaco en el altiplano del Perú Antiguo";
tiene cincuenta y ocho centímetros de alto por treinta y ocho
de ancho, pesa diez kilos y contiene dibujos de detalle, de
una exactitud inigualada hasta hoy, así como datos con
precisión de milímetros sobre Puma-Punku. Los dibujos que
acompañan a mi texto están tomados de esta obra, publicada en
Leipzig en 1892.
Los dos sabios estaban fascinados por Puma-Punku. Enfrentados
con lo incomprensible, decidieron llevarse a casa las medidas
exactas y los croquis de la construcción. Cabe imaginar que lo
hicieron no sólo movidos por el afán científico, sino también
preocupados por la idea de que de otro modo nadie creería sus
relatos sobre el misterio de los Andes; eran demasiado
poderosas las impresiones recibidas. Stübel observa:
<La parte más notable de
las ruinas de Puma-Punku son las "plataformas" que se
encuentran aún hoy en su lugar originario, así (p.258)
como los bloques dispersos entre ellas, enteros o rotos, y
que por su forma, su tamaño y su elaboración presentan una
variedad extraordinaria. Allí hay piedras en forma de losa,
placas de roca volcánica trabajadas uniformemente, otras con
pequeñas aberturas a modo de portillos, otras con oquedades
en forma de paralelepípedo, con ornamentos en cruz, con
pequeños nichos, con listones en relieve más o menos anchos,
e incontables formas más. El estado actual de las ruinas
manifiesta - a excepción de las tres grandes plataformas
principales, que se hallan dispuestas en línea recta - un
gran desorden. Las tres losas principales a que acabamos de
referirnos van en sentido norte-sur, y cubren una superficie
de cuarenta y tres metros de largo por unos siete de
ancho.>
(nota 9: Stübel, A. y Uhle, M.: Die Ruinenstätte von
Tiahuanaco im Hochland des Alten Peru [ruinas de Tiahuanaco
en la meseta del viejo Perú; Leipzig 1892)
[Puma Punku = "Puerta de
León" - pero falta la puerta]
Max Uhle tuvo que presenciar cómo una unidad del ejército
boliviano realizaba ejercicios de tiro con las estatuas. Si
los constructores de Puma-Punku no hubieran planeado su obra
para la eternidad, habría quedado de ella sólo un campo de
guijarros, o ni siquiera eso. Puma-Punku significa la puerta
del león. De la puerta no se ve nada. Lo cual no es de
extrañar, porque allí hicieron cantera tanto los españoles
como los indios después, llevándose cuanto pudiera
transportarse. Pero, aunque los españoles, los indios y el
ejército boliviano se hubiesen puesto de acuerdo para el
saqueo, no habrían podido modificar la posición de las
gigantescas losas trabajadas. A saber si ello sería posible
hoy.
[Investigaciones faltan -
trabajos precisos sin viruta]
Efectivamente, en 1964 fue cortado en trozos Abu Simbel,
numerándolos y volviéndolos a montar sesenta metros más arriba
de su emplazamiento originario en el Nilo, como si fuese un
gigantesco rompecabezas. Eso se consiguió acudiendo a los
medios técnicos más potentes de la industria occidental; pero
en Puma-Punku nunca se ha intentado nada similar. Todavía no
se sabe hasta qué profundidad están anclados en el suelo los
bloques y losas de andesita y diorita. Las excavadoras que
trajeron, gracias a Dios, no consiguieron levantarlos. Porque
si fuesen transportables, no tardarían en figurar como
material prestigioso y barato en la fachada de alguna pomposa
oficina o centro comercial... o en el mejor de los casos, se
hallarían colocados, por obra de bienintencionados
arqueólogos, en reconstrucciones mal concebidas y peor
emplazadas. Y sin embargo, el lugar comunica la impresión de
actividad, de obra en curso, que ya notó Siegfried Huber:
(nota 10: Huber, Siegfried: Im
Reich der Inka [en el reino de los incas]; Olten 1976)
(p.259)
<Todo el lugar evoca la
impresión de un taller de canteros momentáneamente
abandonado por el maestro y sus oficiales para ir a
desayunar, pero a punto de presenciar el regreso de éstos
para ponerse otra vez manos a la obra con el martillo y el
escoplo. Una cantidad incalculable de material
magistralmente labrado y pulido, losas, bloques, piedras de
molino, trozos de frisos, sillas de piedra, portales,
parecía estar esperando el transporte para llevárselos.>
Precisamente, cuando uno ve lo que hay en el suelo de
Puma-Punku se plantea la cuestión de los transportes de
abastecimiento y evacuación, misterio que nadie alcanza a
resolver. Alcide d'Orbigny escribió que había visto de una
pieza la plataforma principal, hoy rota en tres fragmentos, y
que medía más de cuarenta metros. Un bloque de piedra de
cuarenta metros de largo por siete de ancho, enterrado hasta
una profundidad que no se conoce, tendría tal vez el volumen
de una casa de once pisos. Y la masa bruta debió ser bastante
mayor, antes de darle forma y trabajarla. No se puede cortar
sin sacar viruta. Por cierto que no se encuentran pequeños
fragmentos de piedra en Puma-Punku.
[¿Cómo han transportado las
piedras gigantes?]
|
Colosos antiguos
(p.269)
Däniken:
<Como los
antiguos artesanos indios no poseían herramientas
pesadas de hierro, el investigador Tschudi se
quedó perplejo al considerar la elaboración y
transporte de estos colosos.> (p.269)
|
Resumiendo: las masas de piedra, con un peso de miles de
toneladas, hubieron de ser transportadas hasta el altiplano
desnudo de árboles. a fuerza de brazos, es de suponer, puesto
que no existían los modernos remolques y grúas. Antes de
afirmar a la ligera que todo es factible, recordemos que mil
toneladas equivalen a un millón de kilogramos, y que en
Puma-Punku se movieron muchos miles de toneladas. ¿Es que
también las calzaron con los famosos rodillos de madera? Para
asegurarlo habría que comportarse como ciegos hablando de
colores. Aquí, unos rodillos de madera habrían resultado
triturados, hechos astillas. Y suponiendo que de algún modo se
hubiera logrado reunir equipos capaces de levantar esos
colosos, habría bastado un solo chubasco tropical para hacer
que las piedras se hundieran como las pasas de un pastel.
Pero, en fin, de alguna manera tuvo que hacerse el transporte,
pues de lo contrario no habría losas de piedra ni monolitos en
Puma-Punku. Pero, ¿cómo? He aquí el enigma que aguarda todavía
su solución.
[¿Cómo es posible esa
precisión de obras?]
Tan misteriosa como los métodos de transporte resulta la
precisión que admiramos en esta obra (p.260).
Ejemplo 1:
|
Dibujo de Uhle-Stübel
con la estructura de Puma Punku (p.261)
Däniken indica:
<La obra de
Uhle-Stübel es el inventario más completo que
existe de Puma-Punku. Este croquis, ejemplo 1,
muestra la magnifica complejidad de su
estructura.> (p.261)
|
Tenemos ahí un bloque en forma de paralelepípedo: 2,78 metros
de largo, 1,57 metros de ancho y una altura media de 88
centímetros. dicho bloque tiene seis superficies principales:
superior, inferior, y cuatro laterales. Las seis están
subdivididas en planos de diferentes tamaños; lo cual
significa, por ejemplo, que sobre la cara B las superficies 1
a 7 se diferencian siempre, en hueco o en relieve, un
centímetro respecto de las contiguas. Las superficies 6 y 7
están separadas por un escaloncillo de cinco centímetros, que
luego se reduce a cuatro centímetros de ancho. La delgada
línea de separación 8 entre las superficies C y D mide sólo
dos centímetros y es totalmente rectilínea y exacta. El bloque
viene a ser una cuña: atrás (es decir, arriba en la
perspectiva) es más grueso que delante. Hoy día, semejante
trabajo de precisión (si es lo que aceptaba (p.261)
algún cantero) se conseguiría con fresas y taladros
funcionando a un número endiablado de revoluciones, y
debidamente refrigerados por aire, por agua o por nieve
artificial. Y lo que dificultaría bastante el trabajo: la
necesidad de utilizar diorita, que es una piedra dura como el
granito. Una pregunta para un premio: ¿qué herramientas
utilizaron los canteros de Puma-Punku?
Ejemplo 2:
|
Dibujo de un bloque
de andesita volcánico (p.262)
Däniken:
<Esta
perspectiva dibujada por un arquitecto muestra la
estructura de un bloque de andesita volcánica.>
(p.262)
|
|
El bloque es de andesita volcánica y tiene un metro de altura
por uno de ancho máximo. Designo las principales superficies
vistas por A, B, C y D. Entre las superficies B y C aparecen
dos nichos superpuestos, en cuyas paredes de fondo se han
abierto pequeños (p.262)
rectángulos, cajas perfectamente escuadradas de ocho
milímetros de profundidad. Estas oquedades recuerdan cierres
de carabina y debieron ajustar seguramente con otra pieza.
Fácil de explicar, pero difícil de ejecutar. Además de
conseguir que casen los ajustes, se necesitaría una maquinaria
para desplazar las piezas sin que al encajarlas o
desencajarlas se rompiesen los perfiles de piedra. Unos
rodillos de madera o una palanca de cualquier material no
serían suficientes para juntar bloques que pesan toneladas
como quien cierra la puerta de una caja fuerte. Es de suponer
que esta fase tendría lugar en elevación, y no estando los
sillares en el suelo. Dadas las complicadas posiciones
relativas de los diferentes planos, con sus rectángulos, sus
cuadrados, sus listones y sus molduras, no parece suficiente
un bastidor de madera desde el que se descolgase con sogas una
de las piedras hasta lograr la coincidencia con la otra.
Intervienen además complicadas operaciones de giro, muy
difíciles tratándose de bloques de esas dimensiones, para
encajar los salientes en los entrantes. Los modernos elementos
prefabricados de hormigón son menos complicados,
comparativamente más primitivos, que la artesanía utilizada en
Puma-Punku. Si es que lo fue... (p.263)
|
Dibujo de ojos de
cerraduras (p.263)
Däniken indica:
<Los pequeños
relieves de la parte posterior recuerdan los
modernos cerrojos de carabina.> (p.263)
|
Ejemplo 3:
Bloque de diorita con filete exacto (p.264)
Däniken:
<Apenas roido
por el diente de los milenios, este bloque de
diorita, de 1,10 metros de alto, emerge del suelo
pardo-amarillento... y por su cara frontal
presenta un filete milimétricamente exacto, con
taladros cada cuatro centímetros> (p.264)
|
|
Bloque de diorita con filete exacto, primer plano
(p.264)
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Asombrosamente incólume pese a los milenios, un bloque de
diorita sobresale 1,10 metros del suelo pardo-amarillento. En
la cara frontal, y a ocho centímetros y medio de otra de las
caras pulidas, hay una ranura que va de arriba abajo, con un
ancho de tres milímetros, una profundidad de dos milímetros y
medio - tan exacta como si la hubieran hecho con una broca de
diamante - y con diminutos agujeros de milímetro y medio a
intervalos de cuatro centímetros. Tal precisión no se alcanza
con útiles de piedra, ni de madera, ni con barrenas del más
duro de los huesos (p.264).
Ejemplo 4:
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Bloque de andesita de
7,81 x 5,07 metros (p.265)
Däniken indica:
<En este
bloque de andesita de 7,81 x 5,07 metros se ha
practicado una caja rectangular de 2,5 centímetros
de profundidad, con ajustes para encajar otra
pieza.> (p.265)
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En un bloque o losa de andesita, de 7,81 por 5,07 metros, se
ha rebajado un rectángulo de gran superficie. El rebaje es de
dos milímetros y medio. No aparece ni un solo lugar defectuoso
que haya tenido que rellanarse con mortero o cemento. Aquí no
trabajaron chapuceros. Es una obra maestra del arte de labrar
la piedra. También ese rebaje presenta alojamientos para las
retenciones que mantenían unidas las piedras (p.265).
Ejemplo 5:
Los constructores de Puma-Punku no sólo sabían trabajar en
ángulo recto; además de la regla, conocían también el compás.
Yo he visto y fotografiado círculos fresados en la piedra, de
hasta treinta y seis centímetros de diámetro.
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Corte de curva en
Puma Punku (p.160-161)
Däniken.
<Los
prehistóricos constructores de Puma-Punku conocían
sin duda el compás como útil de diseño y
realización.> (p.161)
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Balance provisional
[Sin escritura y
calculaciones no fue posible construir Puma Punku - los
incas y los aymarás no fueron los constructores]
Puma-Punku me sirve de prueba para varios de mis postulados
más importantes en materia de construcciones prehistóricas:
-- Los aymará, tribu preincaica que según se asegura vivió en
estos altiplanos, no pudieron ser sus autores, porque:
-- La tecnología utilizada excede de cuantos conocimientos y
aptitudes se atribuyen a las tribus preincaicas;
-- Se trabajó con arreglo a un proyecto; el planteo global se
funda en sistemas geométricos de medida;
-- La ejecución de los detalles testimonia una técnica
avanzada;
-- Por lo que se refiere al transporte de las moles de piedra,
los constructores debían conocer el peso de las mismas, y
tener en cuenta en sus cálculos la resistencia y fragilidad
del material;
-- Los proyectos de semejante formato exigen el dominio de la
ESCRITURA. Siendo así que se necesita considerar, calcular y
fijar tan gran número de posiciones, que ni siquiera habría
servido la "cultura de la memoria" (interpretación de
Stonehenge) más desarrollada;
-- La posibilidad de que se revele aquí la garra de un
arquitecto genial, de los que sólo se dan una vez cada mil
años, ha de excluirse en este caso. Una edificación con tantos
puntos, con los correspondientes transportes y elaboraciones,
instrucción de equipos de obras, etcétera, habría vencido
incluso a un genio, aparte de3 que las solas fuerzas humanas
exigirían más de una generación, en todo caso más de lo que
abarca una vida humana (p.266).
Resultado:
Ante la evidencia de una planificación, hay que concederles a
los constructores el dominio de la escritura. Pero ahí
coinciden, asombrosamente, los arqueólogos y etnólogos: los
aymará no conocían la escritura. De donde se deduce que no
pudieron ser ellos los constructores.
[Enigma: los indígenas no
tenían las herramientas para trabajar con las piedras duras]
¡Ningún proyecto de obra sin planos de detalle! También los
hubo en Puma-Punku. Hasta los arqueólogos hablan de las
"grabas de cobre" con que se unían los bloques entre sí. El
cobre es un material blando; su dureza corresponde al grado 3
de la escala de Mohs - el hierro tiene el 4,5 -; el cobre no
habría servido para sujetar losas de piedra que pesan
toneladas. Ya Johann Jakob Tschudi
(nota 3: Tschudi, Johann Jakob
von: Reisen durch Südamerika [viajes por América del Sur];
Leipzig 1869)
manifestaba su asombro:
<Más aún que el
desplazamiento de esas poderosas moles nos asombra la
perfecta ejecución técnica de los trabajos de labra, si
tenemos en cuenta que los antiguos artesanos indios no
poseían herramientas de hierro, y que las aleaciones de
cobre y estaño que ellos conocían no poseían la dureza
suficiente para trabajar el granito. Es un misterio cómo lo
consiguieron; la opinión más probable es la de que se
consiguió el pulido final de la piedra frotándola con polvo
fino de roca, o con plantas conteniendo sílice.>
La consternación de Tschudi nos revela que ya en el siglo
pasado se buscaban desesperadamente soluciones plausibles al
misterio de Puma-Punku. La piedra en polvo y las cenizas
silíceas podían servir, si se quiere, para dar el acabado
final a la superficie; pero la obtención de ranuras de pocos
milímetros de ancho, o de cuadrados perfectamente escuadrados,
grandes y pequeños, no sería posible con semejantes medios.
[Enigma: transportes de las
piedras gigantes por más de 60 km.]
Hoy día se sabe que al menos el granito utilizado en
Puma-Punku procede de Cerro de Skapia, junto a Zepita... a más
de sesenta kilómetros del emplazamiento monumental. ¿Que
sesenta kilómetros no es distancia? No sobre una carretera
llana y pasablemente acondicionada, pero aquí, cruzando ríos y
montañas, sería un trecho interminable.
[Resumen: Puma Punku no puede
ser una obra humana de los indígenas]
La fórmula es sencilla (p.268):
Planificación + aritmética + geometría + transporte +
herramientas duras igual a una técnica comparable a la
nuestra, por lo menos, y probablemente incluso superior
(p.268-269).
La larga noche de los dioses
[Construcción y destrucción
del edificio en Puma Punku]
Las tradiciones indias relatan que Puma-Punku fue construida
en una sola y larga noche por los dioses,
(nota 11: De la Vega,
Garcilaso: Primera Parte de los Comentarios Reales; Madrid,
1723 e Historia General del Perú; Segunda Parte; Madrid
1722)
sin intervención de parte humana. Y los dioses, que podían
volar, destruyeron luego su propia obra levantando la obra,
dándole la vuelta y dejándola caer. Es lo que parece, cuando
se contempla hoy. ¿Es que no podemos tomarnos en serio la
sencilla tradición mitológica? ¿Se nos caerán (p.269)
los anillos si admitimos que en este paisaje grandioso, a
cuatro mil metros de altura, y en esa tenue atmósfera, se hizo
un esfuerzo que hoy nos parece inexplicable?
"¿Qué es el hombre? En cualquier caso, no es lo que él cree
ser: la corona de la creación", ha escrito el poeta Wilhelm
Raabe (1831-1910).
[Däniken quiere medir piedras
- y vienen estudiantes impidiéndolo - y confiscan la cinta
métrica]
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Däniken en un sillar
gigante (p.272)
Däniken indica:
<¡Deje de medir ahora mismo!>, me gritó un
indio. ¿Por qué?> (p.272) |
Recorrí durante tres jornadas aquel paisaje de ruinas para
medir algunos ejemplares, tomar fotografías y dictar resúmenes
en mi magnetófono. Dos veces al día, sobre las once de la
mañana y a las dos de la tarde, un autocar de Crillon Tours
descargaba medio centenar de turistas cargados de cámaras
fotográficas. Entre ellos venían muchos norteamericanos;
algunos hablaban en voz baja al reconocerme, me pedían que
posara con ellos para fotos en grupo, me solicitaban
autógrafos. El último día, cuando el autocar de las dos estaba
descargando su pasaje junto a las iglesia de Tiahuanaco,
aparecieron dos indios [indígenas] de expresión sombría,
envueltos en ponchos de color verde oscuro, con los "chullos"
o gorros de lana calados hasta las orejas.
-- ¡No se pueden tomar medidas aquí! - ordenó uno de los
indios.
-- "¿Por qué, señores?" - quise saber.
-- "A los extranjeros les está prohibido efectuar
excavaciones, salvo permiso por escrito de la universidad de
La Paz."
Lo comprendí. Por unos momentos, aunque luego cambié de
opinión, se me ocurrió decirles a los indios que el 12 de
febrero de 1975 la universidad boliviana General José
Bavillian, Trinidad, me había concedido el doctorado honoris
causa. En su tiempo, cuando me fue entregado el diploma,
reaccioné con cierta desconfianza. La concesión de tales
títulos suele ir vinculada a la constitución de fundaciones, y
yo no había donado a la universidad ni un misero franco. Sólo
después de que el Ministerio boliviano de Educación, el de
Asuntos Exteriores y la embajada alemana me hubieron
confirmado la autenticidad del nombramiento, les agradecí el
honor. Ahora habría sido la oportunidad para aprovecharlo, más
no lo hice. Me gustó la vigilancia de los indios. ¿Adónde
iríamos a parar si cada turista o arqueólogo aficionado
pudiera llevarse un recuerdo en la mochila? Les dije:
-- "Tienen ustedes razón, pero yo no voy a excavar ni a tocar
nada. Sólo pretendo tomar algunas medidas. ¿Es posible?
(p.270)
-- "No, señor Von Däniken. Tenemos orden de hacerle desistir
de sus actividades."
¿Quién me llamaba por mi nombre? ¿Quién me conocía en aquellos
desiertos? Yo no había concedido ninguna entrevista a la
prensa. ¿Cómo se habían enterado de mi presencia? La cinta
métrica me fue confiscada temporalmente, y estuve vigilado
todo el tiempo, pero se me autorizó a tomar fotografías. ¿A
quién podía desagradarle que yo le tomase las medias a
Puma-Punku? ¿O quizá temían una oleada de turistas, como
ocurrió en Tiahuanaco según es sabido? (p.271)