Kontakt / contact     Hauptseite / page principale / pagina
                          principal / home     al
                          inicio
anterioranterior   próximopróximo

Erich von Däniken: Viaje a Kiribati - extraterrestres

6. El crepúsculo de los dioses

[6.7. Honduras, ruinas de Copán: figuras sin conexiones]

Copán en
              Honduras, figura sin conexión
Copán en Honduras, figura sin conexión (p.245)

de: Erich von Däniken: Viaje a Kiribati: 6. El crepúsculo de los dioses; Ediciones Martínex Roca, S.A.; Gran Vía, 774, 7º; 08013 Barcelona; ISBN: 84-270-0684-5

presentado por Michael Palomino (2011)


Compartir:

Facebook








[6.7. Honduras, ruinas de Copán: figuras sin conexiones]

[Una "mina de hallazgos"]

Las ruinas redescubiertas de Copán son una mina de hallazgos para quien sepa tener los ojos abiertos. El arqueólogo aficionado Gene Phillips, de Chicago, doctorado en Leyes y abogado, tiene una mirada profesionalmente despierta. Con ella y con su cámara captó entre los fragmentos de un muro dos bustos que no hallaron cabida en ningún esquema estereotipado, y por lo mismo tampoco hallaron acogida en ningún museo. Estas figuras llevan un ancho delantal de los que se pasan por la cabeza, y de dicho delantal cuelga por delante un objeto rectangular de unos cincuenta centímetros de largo por veinte de ancho. Una vez más nos encontramos con una especie de cajón. Con los brazos doblados, la estropeada figura empuña una especie de palancas ya desaparecidas, que al parecer formaban parte integrante del objeto en cuestión.

Copán en Honduras, figura sin
              conexión
Copán en Honduras, figura sin conexión (p.245)

Däniken indica:

<También en Copán [en Honduras], esta figura provista de un delantal. La estropeada figura maneja un aparato que empuña con ambas manos.> (p.244)


Son demasiado reiteradas estas observaciones de intentos de representar escultóricamente objetos técnicos. Ya no es posible negarlo. Sólo queda abierta la discusión acerca de la clase de técnica que se trató de reproducir en la piedra (p.244).

A pocos centenares de metros de los bustos se alza en medio de las ruinas de Copán un pequeño museo. En el mismo puede verse un busto de piedra con la cabeza muy bien conservada, no tan encantadora como la de la Venus de Milo pero - como ella - al busto le faltan los brazos. Lleva colgado de los tirantes una especie de bandoneón provisto de un ojo de buey central, en cuyo interior se cruzan dos franjas. La arqueología maya sabe que nos hallamos ante un signo jeroglífico, aunque no haya sabido descifrarlo. Por tanto, nadie nos impide ver en ese objeto una linterna, o un telégrafo óptico similar a los que se utilizan en los barcos, ¡o incluso un pequeño motor! El caso es que el físico austríaco Friedrich Egger se inspiró en el mencionado "jeroglífico" para construir un pequeño motor de pistón rotativo, sumamente práctico, que mereció una patente. En efecto, conviene no dejarse vendar los ojos por las opiniones de cátedra.


"¡El astronauta!"

Me volví hacia los chavales indios que hacía rato se habían congregado a mi alrededor, contemplando mis cámaras y también a mí, que permanecía tanto rato ante la misteriosa estela, callado y pensativo. Les pregunté:

-- "¿Qué es esto?" - señalando al casco y el depósito

-- "¡El astronauta!" - contestó el mayor de mis jóvenes observadores, como si aquélla fuese la explicación más natural para él. Me sonreí.

-- "¿Y por qué lleva el astronauta esos guantes de boxeo y esas bolas en las manos?"

-- "¿No ve usted que es un dios?" - dijo el muchacho en tono de sorpresa, oscureciéndosele aún más sus ojos pardos -. ¡Es un dios, y un dios siempre es UN MISTERIO!"

En efecto (p.246).

Deseé de todo corazón que aquellos muchachos conservasen la naturalidad de su manera de ver las cosas. Aunque las agencias occidentales de ayuda para el desarrollo crean erróneamente que el modo de hacer felices a los indios es meterlos a estudiar en colegios extranjeros o en las universidades de su propio país. Cuando se les quita su mundo con sus propias representaciones pierden su identidad. Contra ello quizás hagan la revolución, pero se habrá perdido para siempre la felicidad de la vida sencilla (p.248).


anterioranterior   próximopróximo





^