de: Erich von Däniken: El
mensaje de los dioses; Ediciones Martínez Roca S.A. 1976;
Avenida José Antonio, 774, 7.º; Barcelona - 13; ISBN:
84-270-0189-4 tela, 84-270-0193-2 rústica;
presentado por Michael Palomino (2011)
41. Utopías de
naves espaciales para hombres
Todas las
astronaves hasta ahora construidas o en proyecto ofrecen a
la vista una silueta aerodinámica, en forma de lápiz. Ha
de ser así, porque con los cohetes actualmente
disponibles, de fuerza propulsora todavía relativamente
débil, sólo pueden atravesar con éxito el "muro" de la
atmósfera terrestre aquellos aparatos cuyas superficies de
fricción hayan quedado reducidas al mínimo. Estoy
convencido, no obstante, de que esta forma actual de los
objetos volantes no es la ideal para el tráfico
interestelar; allí, en el inmenso vacío del firmamento,
puede concebirse una astronave con cualquier forma
ADECUADA A SUS FINES. El "SKYLAB", primer laboratorio
espacial fabricado por la NASA, parece moverse torpemente
en el espacio con sus seis aletas para absorber y
transformar la energía solar (produciendo 23 kw de energía
eléctrica), como si se tratara de un gigantesco (p.124)
recogedor de basuras con zancos y tentáculos agitándose en
todas direcciones. Para el LEM o módulo lunar, la
antedicha forma de lápiz resultaba ya a todas luces
innecesaria. Con su CASCO ACHATADO POR ARRIBA y sus cuatro
largas "patas", el aparato, llegado el momento, penetró en
cuestión de pocos segundos a toda velocidad en la órbita
de nuestro satélite. Es evidente que allí donde no se dan
condiciones semejantes a las de la atmósfera terrestre
sobran todas las estructuras pensadas para evitar el
rozamiento, llegando incluso a resultar molestas dado lo
angosto del lugar disponible: los astronautas han de
comprimirse entre estrechos tubos y escotillas diminutas;
en un espacio tan reducido deben instalarse instrumentos y
suministros verticalmente, "por pisos", y a fin de cuentas
todos los mecanismos de propulsión han de situarse "en la
cola", es decir, en la parte baja del cohete.
Para viajar de un astro a
otro
Con los actuales propulsores hidráulicos sería imposible
viajar de un astro a otro, ya que en la astronave no
habría espacio suficiente para transportar, además de
aparatos y tripulación, las necesarias reservas de
combustible. Por eso las naves que se utilizarán en el
futuro para realizar expediciones interplanetarias no
estarán impulsadas por cohetes a base de carburante
líquido o sólido. Un día llegará en que se generalice el
uso de propulsores atómicos - provocando, por ejemplo,
fusiones nucleares de hidrógeno a helio - o de sistemas de
desintegración de la materia, fotones, etc., pues nada
tiene ya de lejano o nebuloso el momento en que la técnica
dispondrá con facilidad de estas fuentes de energía hasta
ahora insospechadas. Sin duda tal realización técnica será
posible en forma de cuantos de radiación electromagnética,
llamados fotones; la velocidad alcanzada por esta
radiación será próxima a la de la luz, y el impulso
recibido así por la nave tendrá una duración casi
ilimitada.
Para mostrar al lector lo poco utópicas que son estas
reflexiones en comparación con las discusiones científicas
actualmente en boga, me remitiré a Danol Foreman, director
técnico en Los Alamos Scientific Laboratory [Laboratorios
científicos de Los Alamos], [en el estado federal de]
Nuevo México, que depende de la universidad de California.
Foreman trabaja para la Comisión Americana de Energía
Atómica y se ocupa sobre todo de investigar la estructura
de los reactores destinados a la navegación espacial.
Foreman sostiene que la Tierra se va apagando lentamente,
y se pregunta si, antes de llegar al instante fatal de su
completa extinción, será posible trasladarla a otra
galaxia (p.126).
<La energía necesaria se obtendría por medio de la
(p.126) fusión nuclear, utilizándose el agua del mar como
fuente de combustible.> (p.126, 128).
Pero al no contener el océano reservas suficientes de
hidrógeno pesado, quedaría la posibilidad, apuntada por
Foreman, de provocar reacciones como las que se producen
en el Sol, fundiendo cuatro núcleos de hidrógeno en uno de
helio.
Transporte de la Tierra a
otro sistema solar [utopía de Sullivan]
En su libro "Señales del universo", dice Sullivan:
<Según la propuesta de
Foreman, una cuarta parte de este combustible serviría
para contrarrestar la fuerza gravitatoria del Sol, otra
cuarta parte para dirigir el planeta hacia otro sistema
solar, y la mitad restante para la locomoción ordinaria
en el espacio y el suministro de luz y calor durante el
viaje.>
[Foreman indica]
Siempre según Foreman, este sistema de propulsión de la
Tierra podría funcionar durante 8.000 millones de años,
<permitiendo tal vez al planeta sobrevivir a su propio
Sol y alcanzar otras galaxias a distancias de 1.300 años
luz.>
Nótese bien que Foreman no es ningún autor de
ciencia.-ficción, y que su teoría fue discutida en el
departamento de física del plasma de la Sociedad Americana
de Física. Careciendo yo de la suficiente preparación y
conocimientos técnicos en este campo, ¡ni siquiera pude
imaginar por un momento la posibilidad de trasladar la
Tierra entera a otro sistema solar! Sin embargo,
científicos totalmente serios y familiarizados con los
futuros recursos de la técnica se atreven ya a hablar de
aquello que para nosotros es aún inconcebible.
El problema del
combustible [indicación de Carl Sagan]
Volviendo una vez más al problema del combustible para
cohetes interplanetarios, no podemos tampoco dejar de
mencionar la opinión del famoso biólogo espacial Carl
Sagan, EE.UU., según el cual la solución consistiría en
utilizar hidrógeno durante el viaje con el fin de
suministrar energía a un sistema de estatorreactores
especialmente diseñados para vuelos interplanetarios.
Estas gigantescas astronaves tendrían que ser montadas en
una base o estación espacial puesta ella misma en órbita
alrededor del planeta de referencia. Usando de un método
combinado, las diversas piezas del enorme aparato se
pondrían a su vez en una órbita determinada a modo de
"cadena", a lo largo de la cual irían ensamblándose. De
esta manera se evitaría ya desde un principio cualquier
requerimiento técnico que tuviese algo que ver con la
forma de lápiz (p.128).
Gravedad artificial [en
la nave espacial]
Con todo, queda un problema por resolver: vengan los
astronautas de donde vengan, todos ellos estarán
habituados a la fuerza de la gravedad de su mundo de
origen. Ahora bien, en el espacio no se da gravedad
alguna. En viajes que pueden durar años o decenios
(¡dilación del tiempo!) a bordo de una astronave, sus
tripulantes, que de todos modos han de dividir el tiempo -
espacial - en jornadas de trabajo "normales", necesitan de
esta fuerza gravitatoria. Tienen, pues, que producirla.
Ello puede conseguirse mediante una rotación de la propia
nave. Recordemos a aquel lechero que, de regreso a su
casa, hacer girar velozmente el cántaro de arriba abajo y
en círculo. Ni una sola gota de leche se derrama pese a
que, durante su periplo, el líquido pasa por encima de la
cabeza del lechero durante unas centésimas de segundo; la
rápida rotación hace que la leche se quede pegada al fondo
del cántaro, que en ese momento es el "techo". La fuerza
centrífuga ha producido en este caso una fuerza de
gravedad, es decir, ha creado artificialmente un campo
magnético que no existía antes.
No es mera hipótesis afirmar que también en una astronave
puede llegar a producirse esta gravedad artificial. Es
claro que el aparato ha de tener forma esférica. Al
iniciarse su rotación, surge artificialmente en el espacio
exterior de la nave y en torno a su ecuador un campo
gravitatorio, que no por ser simulado tiene menos
eficacia. Por fin podrían los astronautas trabajar sin
tener que llevar calzado magnético, dormir tumbados y
alimentarse sin verse obligados a atrapar su comida "en el
aire", como los pájaros. El suelo del sector destinada a
la tripulación no tendría que acomodarse a la situación de
los propulsores, sino que sería horizontal conforme a la
dirección de la marcha. Durante el despegue los
astronautas van sujetos al aparato con correas de
seguridad y colocados de espaldas a los propulsores. Una
vez que éstos dejen de actuar y la nave se desplace por sí
sola en el vacío, se le imprime un movimiento de rotación
sobre su propio eje, creando de este modo una fuerza
gravitatoria artificial. Es lógico que los locales de
trabajo y esparcimiento de los tripulantes estén situados
en el anillo más alejado del centro de rotación, por ser
allí donde mejor se percibe la familiar sensación de
gravedad.
Las astronaves, con su monstruoso complejo de maquinarias
y estructuras superpuestas, tendrían, como es natural, que
sufrir reparaciones de vez en cuando. SKYLAB nos dio una
dramática prueba de ello. Antenas de varios centenares de
metros de longitud o incluso toldos de protección contra
los rayos solares de hasta 2.000 m2
(p.130)
correrían especial riesgo al sobresalir excesivamente de
la nave, ya que su velocidad de rotación sería mucho mayor
que la de otras partes más próximas al eje. El peligro se
acentuaría, por ejemplo, en los cambios repentinos de
rumbo. Hemos dicho que la forma esférica de la astronave
es ideal en el espacio sin atmósfera, entre otras cosas
por la necesidad de crear una gravedad artificial. Yo
añadiría además un gran disco achatado, formando un
conjunto de tipo OVNI. Esfera y disco pueden ponerse en
rotación con toda facilidad. Los arquitectos encargados
del interior se acomodarán a los patrones ya establecidos
por la fisiología del trabajo al instalar a lo largo del
"ecuador" de la nave los locales para los tripulantes. Aun
durante la rotación, toda la superficie externa del
aparato puede utilizarse como célula solar para la
transformación de energía. Es verdad que en el espacio
apenas puede producirse un mínimo de energía aprovechando
la del Sol, pero también el gasto es escasísimo mientras
la nave se mueve por sí sola en el firmamento. En cuanto a
la energía necesaria para usos domésticos, bastaría la
producida directamente pro las instalaciones interiores,
por ejemplo un minirreactor.
[Mitos y leyendas e
indicaciones sobre astronaves]
¿Cómo hemos de imaginarnos estas astronaves esféricas? Una
de las series internacionales de ciencia ficción con más
éxito es la (p.132)
titulada "Perry Rhodan". Para sus jóvenes lectores las
astronaves esféricas son ya un presupuesto de los viajes
espaciales, pues los héroes de la serie se desplazan por
la galaxia en esferas. Los dibujantes Rudolf Zengerle,
Bernhard Stössel e Ingolf Thaler han representado con
exactitud y gran alarde de fantasía técnica estas
astronaves, ofreciéndonos también un corte transversal de
las mismas. Vale la pena observar con atención esos
fantásticos dibujos y pensar que la juventud, ávida de
conocimientos técnicos, se va así familiarizando con un
fenómeno que quizás algún día experimente en la realidad;
cuando llegue este momento, nada de todo ello le causará
extrañeza. ¿No es cierto que casi toda la ciencia ficción
que conocemos ha sido en muchos casos rápidamente
alcanzada o superada por sensacionales descubrimientos
técnicos bien reales?
Mitos, leyendas y representaciones antiguas no pueden menos
de recordarme muchos de los aspectos de nuestra técnica
futura. Son abundantísimas las alusiones a dioses que viajan
en "huevos fulgurantes" o se posan en "perlas celestes",
cuando no se habla lisa y (p.133)
llanamente de esferas. En el Museo Antropológico Nacional de
Mexico vemos siempre al dios principal, en los llamados
accesorios ceremoniales, sentado sobre una bola; también en
las piedras culturales aztecas en forma de disco aparece el
dios Sol manejando una especie de aparatos dentro de una
esfera. Muchos de los dioses sumerios representados en
sellos cilíndricos parecen salir de objetos esféricos o
cabalgar sobre ellos. En Egipto, divinidades que vienen del
cielo llevan bolas o esferas sobre sus cabezas. Las que se
ven en el Valle de los Reyes tienen como una cola (de
fuego), mientras que las esferas del Templo de Luxor llevan
alas. Asimismo el dios Horus sale del "Huevo de los mundos".
En la famosísima estela de Naram-Sin, nieto de Sargón I,
están representados el Sol, la Luna y ADEMÁS una esfera
flotante entre ellos, hacia la que miran fijamente guerreros
y músicos. ¿No es como si todos estos mitos y
representaciones plásticas evocaran un pasado lejano y a la
vez anunciador de posibilidades futuras? (p.134)