Erich von Däniken:
El mensaje de los dioses
42. Preguntas y
respuestas sobre la creación y la vida del hombre
de: Erich von Däniken: El
mensaje de los dioses; Ediciones Martínez Roca S.A. 1976;
Avenida José Antonio, 774, 7.º; Barcelona - 13; ISBN:
84-270-0189-4 tela, 84-270-0193-2 rústica;
presentado por Michael Palomino (2011)
42. Preguntas y respuestas sobre la creación y la
vida del hombre
[¿De dónde llegó la
vida?]
Alguna vez... en algún
lugar
Lugar del hecho: en algún punto del universo. Tiempo:
miles de años atrás, según los cómputos terrestres. Una
inteligencia humanoide ha alcanzado el nivel técnico
suficiente para poder efectuar viajes interplanetarios;
dispone de la maquinaría idónea, conoce los problemas
médicos, está al corriente de las leyes de la
relatividad del tiempo en vuelos a gran velocidad;
en una palabra: ha resuelto (p.209)
satisfactoriamente todos los detalles referentes al
viaje espacial. ¿Adónde dirigirse primero?
Meta ideal sería un sol semejante al propio, un planeta
que dentro de la ecosfera, gire en torno a su astro
principal y cuyas condiciones gravitatorias guarden una
razonable relación con las del planeta propio. También
sería de desear en su atmósfera una composición ideal de
gases nobles, aunque ello no fuera requisito
indispensable. ¿Existe tal planeta? Los extranjeros
saben que la probabilidad estadística es considerable.
Si parten del supuesto que toda ala materia del universo
se halló en su origen concentrada en una sola masa, es
evidente que los planetas han de contener minerales
parecidos y que la posible evolución de la vida en ellos
debe ser asimismo "similar". Tomando como base que esta
evolución no ha sido simultánea, sino muy diferenciada
cronológicamente, y que de resultas del enfriamiento se
han ido formando aquí y allá diversas combinaciones de
gases hasta concretarse en un tipo predominante de
"atmósfera" en cada planeta, por fuerza llegamos a un
"grado de parentesco" estadístico que se traduce en una
estimación prudente de un millón de planetas con
condiciones semejantes a las de la Tierra sólo en
nuestra galaxia. Por este camino deben haber discurrido
las investigaciones relativas a un eventual punto de
destino: el análisis espectral y la intensidad del
brillo de diversas estrellas fijas permitieron
determinar cuáles de ellas se parecían al astro central
del sistema propio; sondas no tripuladas enviaron datos
sobre las condiciones de gravedad en los sistemas
solares seleccionados. Finalmente quedaron decididos los
destinos posibles. No se trataba de viajar a cualquier
parte, sino a un planeta "con probabilidades de vida".
(p.210)
Preguntas eternas
[¿Por qué los dioses
vinieron?]
Mas, ¿por qué esos extranjeros habían de empeñarse en viajar
por el espacio? ¿No habría sido mejor quedarse en casa y
tratar de resolver los propios problemas sin meterse en
mayores dificultades? dos preguntas: ¿POR QUÉ sucede algo? y
¿CÓMO sucede? han sido siempre la base de toda evolución y
progreso. A este estímulo debe la inteligencia el rango que
ocupa en el universo. Preguntas como:
-- ¿qué acontece en este u otro lugar? o
-- ¿somos los únicos en el cosmos?
fueron tal vez el acicate que movió a esos seres
extraterrestres a emprender sus viajes espaciales.
Las circunstancias de nuestra época nos imponen además un
nuevo punto de reflexión, si hemos de basarnos en las
conclusiones de los científicos. Alguna vez y en algún lugar
del universo se han (p.210)
agotado las fuentes de materias primas, el planeta X está
exhausto. Una inteligencia con conocimientos técnicos
superiores jamás podría capitular ante semejante situación;
al contrario, movilizaría todas sus fuerzas hasta encontrar
una posibilidad de supervivencia y no retrocedería para
lograr tal fin, ante ningún medio financiero o energético.
Mirado bajo este ángulo, el transporte espacial pudo
convertirse antaño (o se convertirá alguna vez en el futuro)
en un auténtico imperativo categórico.
Plan de huida ante la
inminencia del fin
A todo sol en el universo le llega algún día la muerte: o
bien va poco a poco extinguiéndose en el curso de millones
de años, o bien su energía se concentra hasta llegar a
transformar el astro en un "coloso blanco", que finalmente
explota dando origen a nuevas estrellas. Cuanto más alto sea
el grado de evolución de una inteligencia, con tanto mayor
cuidado irá registrando los cambios que se operen en el
astro del que depende su existencia. Ni ella ni su estirpe
desean morir. No permitirá que toda la ciencia acumulada
durante cientos de miles de años, que todo su acervo
cultural, fruto de los esfuerzos de incontables
generaciones, perezca sin más en un momento fatal e
irremediable. Esta inteligencia hará lo imposible por
sobrevivir.
Ya tenemos, pues, tanto el motivo como la meta de los viajes
interplanetarios. Hemos dado por supuesta la técnica
necesaria para el logro de este fin. Nadie sabe cuántos años
estuvieron viajando los infatigables astronautas, ni cuánto
tiempo ha transcurrido en su lejano planeta, de dónde han
venido, o a qué velocidad se desplazaron sus astronaves...
No obstante, muchos hombres sabios han llegado a la
conclusión de que un día, ya lejano en el pasado de la
Tierra, esos seres penetraron en nuestra atmósfera,
alcanzaron su objetivo.
Una de sus astronaves entró por primera vez en la órbita de
nuestro mundo. Los tripulantes hicieron mapas, sacaron
fotografías, observaron y analizaron la tierra. El nuevo
planeta aparecía envuelto en una inmensa masa de oxígeno.
Selvas gigantescas alternaban con océanos y desiertos. ¿El
tercer planeta rebosaba de vida! Centenares de miles de
animales de las más diversas especies poblaban tierra y
agua, y entre ellos se destacaba una raza humanoide,
parecida a la de los seres recién llegados. Los humanoides
se agrupaban en comunidades, vivían en cavernas, poseían
largas e hirsutas melenas, se desplazaban de uno a otro
sitio en busca de alimento y empleaban algunos utensilios de
factura sencilla; pero también parecían estúpidos, toscos, y
gruñían como las bestias. Sólo unos intrusos podrían (p.211)
asustarlos. El comandante de la astronave decidió que había
que "ayudarles a evolucionar". en consecuencia sus
subordinados atraparon algunos de los ejemplares más
notables y los sometieron a una manipulación destinada a
modificar la estructura de sus células. Concluido al
tratamiento, los individuos fueron emparejados para que se
reprodujeran; sus hijos fueron criados por los propios
extranjeros en reservas espaciales.
El paraíso [la versión de
Däniken con extraterrestres]
Estos hijos, como era de esperar, mostraron poseer una
inteligencia superior a la de sus padres. Protegidos por los
"dioses", crecieron en lo que podríamos llamar "el paraíso",
y aprendieron, además de una lengua, un oficio útil. Al
llegar los jóvenes a su pubertad, les dirigió el comandante
más o menos la siguiente exhortación:
"Ahora sois, amigos míos, los seres más inteligentes de este
planeta. Tendréis dominio sobre plantas y animales. Reinad
sobre el planeta y sometedlo. Sólo he de imponeros una
prohibición: ¡jamás copuléis con vuestros antiguos hermanos
de raza, con aquellos que no han crecido ni se han criado en
este paraíso!"
La razón de esta advertencia residía en que tanto el
comandante como su tripulación sabían que la inteligencia de
la nueva raza se desarrollaría muy de prisa si sus miembros
no volvían a incidir en el primitivismo, ni predominar en
ellos una vez más los antiguos genes.
¿Cuándo comenzó el hombre a
ser inteligente?
Primera ESPECULACIÓN. ¿Cuándo tuvo lugar todo esto? ¿Hace
30.000, 100.000, 425.000 años?
Lo ignoramos. Así como tampoco sabemos TODAVÍA de qué
técnicas espaciales disponían los extraterrestres, de dónde
vinieron y adónde se fueron, si regresaron a su plantea de
origen o emprendieron nuevas expediciones. Lo que
ciertamente y con exactitud sabemos es que hasta ahora todas
las explicaciones relativas a la CREACIÓN DEL HOMBRE tienen
carácter religioso. Pero ninguna de ellas resiste al rigor
de un punto de vista moderno y objetivo. Es un hecho que
todas las teorías sobre el origen del hombre empiezan a
resquebrajarse y a dar palos de ciego precisamente ALLÍ
donde se trata de explicar de manera convincente cómo y por
qué el HOMO SAPIENS rompió súbitamente con la familia de los
homínidos. ¿Por qué sólo un grupo de nuestros antepasados se
volvió inteligente? Gorilas y chimpancés, esos
simpáticos animales a menudo (p.212)
tan maltratados por los cazadores, pertenecen a la misma
familia zoológica que el hombre. No sé de ningún gorila que
lleve pantalones o de ningún chimpancé que se dedique a
dibujar dioses. En cambio, todos los relatos de la creación
afirman que "Dios" hizo al hombre "a su imagen". Por todo
ello vuelvo yo a formular, pese o debido a los ataques, la
molesta pregunta: ¿Cuándo, cómo, de qué manera y por qué se
vio el hombre repentinamente dotado de inteligencia? Hasta
el presente no he tenido la fortuna de oír una explicación
siquiera aceptablemente suasoria del nacimiento de la
inteligencia humana.
El número de teorías es como una ruleta. podemos apostar por
una u otra... para quedarnos al final con las manos vacías.
Pruebas, ninguna. Cada cráneo prehistórico que se descubre
confronta a los paleontólogos con nuevos interrogantes. En
tales condiciones, ¿es tan absurda la idea de que, en algún
tiempo remoto y desconocido, seres extraterrestres
intervinieran en la evolución de los hominidos MODIFICANDO
ARTIFICIALMENTE Y CON UN FIN DEFINIDO su estructura celular?
En todos los proyectos espaciales de hoy como en los que se
planean para el futuro, la dilatación del tiempo es una
constante fija y conocida, con la que hay que contar.
¿No podría también finalmente la antropología tomar nota de
este fenómeno científicamente comprobado? Sé que a nuestra
mente no le resulta fácil captarlo, pero ahí está. Para los
"dioses" no ha transcurrido ninguna eternidad desde su
primera visita ala Tierra. La misma tripulación que hace
100.000 o más años terrestres manipuló artificialmente los
genes de los homínidos pudo perfectamente regresar a nuestro
planeta al cabo de X milenarios para inspeccionar y
verificar los resultados de su trabajo. Si así fue, se
comprende sin dificultad el horror del comandante: sus
criaturas le habían desobedecido. En lugar de encontrarse
después de esos miles de años con una raza de gran
inteligencia y elevado nivel técnico, la tripulación de la
astronave contempla toda una serie de seres híbridos de la
más diversa índole, seres degenerados, pervertidos, mezcla
espantosa de inteligencia y bestialidad. ¿Qué pasó entonces?
Ciencia en vez de fe
SEGUNDA ESPECULACIÓN.
el comandante dio orden de exterminar aquella miserable
ralea con unas pocas excepciones. ¿Qué medios podían
utilizarse para ello? ¿Fuego, agua, productos químicos? Las
leyendas de diversos pueblos son ricas en alusiones a un
diluvio, la destrucción de ciudades dese el cielo (Sodoma y
Gomorra) e incluso el exterminio de pueblos enteros por un
"polvo divino". Puede también (p.213)
comprobarse que, a partir de un momento determinado, una
pequeñísima parte de la humanidad comenzó DE REPENTE a
producir obras escritas, herramientas de trabajo, técnicas,
culturas y hasta sistemas matemáticos.
Por poca FE que quiera yo prestar a este fenómeno, no puedo
menos de imaginarme que el comandante, antes de partir con
destino a nuevos objetivos, dejó en la Tierra a un grupo de
sus subordinados con la tarea bien definida de acumular
datos científicos sobre el planeta y de estudiar las lenguas
de sus diversas familias humanas. Mas, ¡he aquí que sucedió
lo terrible! Sea que la tripulación de tierra se pusiera a
experimentar por su propia cuenta, sea que el comandante
regresara más tarde de lo previsto, los investigadores
extraterrestres debieron creer que habían de pasar aquí el
resto de su vida. En consecuencia, se unieron con las hijas
de los hombres. El profeta Enoc nos dejó un claro testimonio
de los hechos. Con mordaz ironía le dijo el comandante que
eran "los guardianes" quienes debían vigilar a los hombres,
no éstos a los guardianes. Sin retórica le aclara en seguida
el sentido de sus palabras:
<... habéis dormido con las mujeres..., habéis copulado
con las hijas de los hombres..., las habéis tomado por
esposas y, haciendo como los hijos de los hombres, habéis
engendrado gigantes..., os habéis manchado con la sangre de
esas mujeres y habéis engendrado hijos con la sangre de la
carne, habéis deseado la sangre del hombre y producido carne
y sangre, como lo hacen quienes son mortales y
caducos...>
Mi reflexión va más allá. Es claro que el comandante
renunció a un segundo exterminio masivo de la humanidad. Tal
vez no deseara o no pudiera ser tan riguroso con los hijos
engendrados por sus propios "guardianes". Refieren también
las leyendas que el "Ser Celestial" se llevó consigo en la
nave a varios hombres. Si volvió a dejar atrás a otros
miembros de su tripulación, éstos fueron sin duda quienes
más contribuyeron al rápido progreso de los hombres, allí
donde convivieron con ellos. A este nuevo sentimiento de
superioridad se debe tal vez el que se declararan a sí
mismos "señores del mundo". ¿Tuvieron aún miedo de la
venganza del comandante y ello les movió a construirse
refugios subterráneos?
Hombre e hijo de los dioses
[sistema de túneles artificiales en Sudamérica]
El sistema de túneles artificiales en Sudamérica pudiera ser
un indicio en apoyo de nuestra última sospecha.¿O bien
regresó el comandante a la Tierra - como lo refieren algunos
mitos -, tras haber (p.214)
sido derrotado en una gran "batalla del universo", para
buscar protección entre sus semejantes?
[Según Däniken el hombre de
verdad es "hijo" de los dioses]
Si se acepta mi versión de un emparejamiento de los
cosmonautas extranjeros con los habitantes de la Tierra,
queda resuelto uno de los más formidables enigmas: la doble
naturaleza del hombre. Como producto de este planeta, se
halla vinculado a él con todas sus consecuencias; como fruto
de una cópula con seres extraterrestres, es al mismo tiempo
"hijo de los dioses". De esta esquizofrenia - verse a la vez
como bestia y como soñador que aspira a metas celestiales -
nunca ha conseguido el hombre liberarse.
Recuerdo primitivo
[Una parte queda primitiva en el hombre]
De esta visión mía del mundo forma parte la idea de que
nuestros predecesores homínidos vivieron directamente y
espontáneamente su tiempo, es decir, nuestro pasado remoto,
y tomaron conciencia de ciertos acontecimientos que quedaron
registrados en su memoria. Cada generación transmitía a la
siguiente una parte de este recuerdo primitivo y común, pero
esa misma generación enriquecía también con sus propias
experiencias la memoria colectiva. Así, una información se
ordenaba junto a la otra en esa gran tarjeta perforada. Si
en el correr de los tiempos llegaban individuos aislados a
olvidarse de datos o éstos eran anulados por la fuerza de
nuevas experiencias, no por ello sufría menoscabo el acervo
informativo de la colectividad.
[Y otra parte es de las
otras dimensiones]
¡Entre los datos y junto a los datos de nuestros PROPIOS
recuerdos yace también, más o menos oculta, la información
proporcionada directamente por los "dioses", que ya en
tiempo de Adán dominaban los secretos del espacio! Llegamos
aquí al punto que me sirve de base para afirmar que todo
nuestro futuro fue ya una vez pasado. Cualesquiera que sean
los derroteros de nuestro desarrollo técnico, biológico u
otro, nos encontraremos finalmente con algo que formó ya
parte del pasado, no del pasado HUMANO, sino del pasado de
los "dioses". Este pasado sigue actuando en nosotros y será
un día presente.
[Tener ideas es hacer
aflorar la memoria]
Cuando un hombre se siente hoy iluminado por una idea genial
que le mueve a dar un paso de gigante en la línea del
progreso, no es él quien ha tenido espontáneamente esa idea,
quien la ha incubado, desarrollado. Todo lo que ha hecho ha
sido extraer una información básica de su recuerdo primitivo
y hacerla aflorar en la superficie de su memoria. En el
momento preciso, ese hombre fecundo de hoy ha entrado en
contacto con la "ciencia" de un pasado remotísimo. Pasado,
presente y futuro se hallan, de modo impresionante pero a la
vez prometedor, inextricablemente unidos en el cerebro
humano (p.215).
[La idea de la paz en el
cielo]
Desde el momento en que el hombre se volvió inteligente,
desde que comenzó a preguntarse por su existencia, su origen
y su futuro, se convirtió, pienso yo, en un ser programado
para llegar un día a dominar el espacio. Imaginemos por un
instante que la ciencia haya resuelto todos los problemas de
este mundo, penetrado todos sus secretos. ¿Qué ocurriría
entonces? ¿No dirigiría el hombre forzosamente su mirada al
cielo? Tengo la convicción de que el deseo de investigar y
desentrañar los misterios del cosmos es ley de la humanidad.
Poco importa saber cuándo alcanzará el hombre esta meta.
Impulso humano es también nuestro anhelo de PAZ. Dice Eugen
Sänger: <Quien desea la paz en la Tierra, no puede menos
de desear lanzarse al espacio.>
Es necesario querer pensar
La primera frase de mi primer libro decía: <Escribir esta
obra es una cuestión de audacia.> Por eso, a pesar de
todos los ataques de que he sido objeto, no he perdido aún
el ánimo, especialmente cuando he logrado acumular cada vez
más indicios en apoyo de mis teorías y especulaciones. Hijo
de esta época, he creído que sería más provechoso y fecundo
contemplar las cosas "en su dimensión cósmica" que recurrir
a la fe. Todos quisiéramos saber de dónde venimos realmente,
adónde vamos, qué sentido tiene nuestra vida. ¿Podrán algún
día probarse definitivamente mis teorías? Así lo creo y
espero. Victor Auburtin expresó en un aforismo algo que yo
sinceramente suscribo:
<Quien espera que el pensamiento le venga por sí mismo,
jamás pensará. Es preciso querer pensar, al igual que rezar
y cantar, comer y beber.>
Debe permitírsenos pensar, y la especulación debe aceptarse
como parte fecunda del pensamiento.
Si un día, después de muchos años, llegaran nuestros propios
astronautas a posarse sobre una estrella lejana, modificaran
artificialmente la estructura biológica de sus habitantes y
regresaran luego a la Tierra, sin duda experimentaríamos
todos la necesidad de dejar allí signos de nuestra
presencia. El plan, empero, no sería fácil de realizar. Ante
todo, los datos que quisiéramos enviar tendrían que ser
grabados en una paca metálica capaz de conservarse en
perfecto estado durante miles de años. Luego habríamos de
decidir qué clase de datos suministraríamos y en qué idioma
o sistema de signos deberíamos expresarlos: hemos estado
aquí en tal o tal fecha; encontramos esto y lo otro; vinimos
de tal plantea alejado de éste tantos (p.216)
años luz; hemos salido de tal sistema galáctico; utilizamos
métodos de propulsión de este o aquel tipo; hemos
reemprendido el viaje de nuevo (o no); volveremos, a lo más
pronto, dentro de X miles de años; dejadnos noticias
vuestras en tal o tal sitio. Estos datos serían
imprecindibles.
Nuestro testamento a
inteligencias extrañas
¿Dónde depositarlos? Como experimentados astronautas, no
ignoraríamos que todo planeta conoce, por ejemplo, guerras.
O catástrofes naturales. No podríamos dejar con confianza
nuestro "testamento" en manos de un sumo sacerdote o de un
jefe de tribu o nación. Por nuestra propia historia sabemos
que el vencedor en una guerra comienza por destruir los
santuarios y demás lugares sagrados del vencido. Nuestra
placa se perdería. ¿Qué hacer entonces? ¿Enterrarla?
¿Ponerla en la cumbre de una montaña? Tampoco podríamos
fiarnos de estas opciones, ya que no es seguro que la
encontrase quien debiera y cuando debiera. Tras madura
reflexión, iríamos finalmente a dar con un punto bien
determinado, un punto lógico-matemático sobre el mismo
planeta o en la mecánica celeste del sistema planetario.
¿Cuál puede ser en el planeta ese punto lógico-matemático a
que nos referimos? Su Polo Norte o Polo Sur, por ejemplo.
(¡Hasta ahora a ningún hombre se le ha ocurrido buscar
huellas de seres extraterrestres en nuestros propios polos!)
¿Y cuál sería ese lugar preciso en la estructura mecánica
del firmamento? Entre la Tierra y la Luna existe un punto en
que los campos gravitatorios de ambos astros se anulan el
uno al otro. Al estar la Tierra y la Luna en movimiento
continuo y recíprocamente dependiente, y lo mismo los
planetas respecto a la gravitación del Sol, por fuerza
tendría que tratarse de un punto dentro de una órbita. Ahora
bien, ¿de dónde podría venir a las futuras generaciones de
aquel planeta la idea de buscar en dicho punto "pruebas" de
que seres del espacio visitaron un día su mundo?
Motivo de la búsqueda
Como en una caza con papelillos, tendríamos que esparcir
aquí y allá indicaciones e indicios diversos que
estimularían a esas generaciones venideras a seguir el
rastro de un "pasado divino". Tales indicios habrían de
quedar encerrados en sus libros sagrados, en sus tradiciones
y mitos; singulares y extrañas construcciones les dejarían
(p.217)
perplejos, obligándoles a reconocer la imposibilidad de que
sus antepasados hubieran logrado realizarlas con las
rudimentarias herramientas de que disponían. Por fin,
trataríamos de dejar en dibujos y relieves toda clase de
señales que pudieran plantearles un interrogante. Así
procederemos - quizá - dentro de cien o más años. Y así
también es posible que otros visitantes del espacio hayan
dejado para nosotros en la Tierra signos tangibles de su
presencia en tiempos pasados. ¿Existen esas pruebas
fehacientes de que hablábamos? Recordemos que los libros
sagrados de la humanidad no instan sin cesar a que no
ahorremos esfuerzos en nuestra búsqueda de la verdad. ¿Acaso
no se dijo: buscad, y encontraréis? (p.218)