Un señor de Atenas -
La red geométrica de los templos y centros de culto
de Grecia - ¿Instigadores Euclides o Platón?
- Edificaciones en sección áurea -
Emplazamientos sobre puntos de circulo - El sistema
geométrico sobrepasa los límites de Grecia -
Investigadores rusos descubren ordenaciones
geométricas a escala global - Lo que dicen los
sioux - Cultos nacidos hoy - Entre los bantú de
África - Mas'udi nunca oyó hablar de
Zimbabue - "No de mano humana" - Zimbabue medida y
estudiada - Los extraños pájaros de Zimbabue
- ¿Erigida con arreglo al sistema de Sirio? (p.191)
[5.4. La ruina en Zimbabue
en forma de elipse - ¿castillo, mina de oro, o
santuario para Sirio?]
Entre los bantú de
África
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Dibujo del castillo
de Zimbabue con vista perspectiva
La ruina de Gran-Zimbabue, un castillo Sirio [2]
1. entrada noroeste
2. entrada oeste
3. muro exterior
4. diseño zigzag
5. plataforma
6. torre cónico
7. corredor
La ruina está en Masvingo [web02] o Shona
[web03].
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En 1868, el aventurero alemán y traficante de marfil
Adam Renders se perdió en el espeso matorral
sudafricano. Abriéndose paso con el machete,
trató de hallar el camino de retorno a la
civilización. ¡Y de pronto, se vio ante un muro
de piedra cuya altura no sería inferior a diez
metros!
de momento Renders creyó que se había salvado,
pues donde (p.205)
hay muros también suelen vivir los seres humanos.
Echó a andar a lo largo de la pared, pero pronto se
dio cuenta de que estaba moviéndose en círculo
y regresaba siempre al punto de partida. Por último,
acabó encontrando un hueco en la muralla, medio
oculto entre arbustos y ramaje. En aquel instante, Renders
creyó ser sin duda el primer blanco que pisaba las
ruinas de Zimbabue.
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Castillo Sirio de Zimbabue, muro interno [3]
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Castillo Sirio, corredor [4]
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Castillo Sirio de Zimbabue, la torre cónica
[5]
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¿La soñada
tierra de Ofir?
En 1871 condujo allí al geólogo alemán
Karl Mauch. Éste trazó un plano de las ruinas,
regresó a Alemania y se presentó como
descubridor de Zimbabue.
Castillo Sirio, vista total [6]
El lugar con
todas las ruinas es llamado "valle de las
ruinas"
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Karl Mauch, retrato [7] |
Plano de Karl Mauch del castillo Sirio en
Zimbabue [8] |
Dibujo de Karl Mauch con las ruinas del castillo
Sirio
Hacemos una
vuelta en esa castillo Sirio:
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Complejo de ruinas, vista total
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Muro externo curvado
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Muro externo con personas adultas
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Muro externo con diseño zigzag
con persona adulta
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Entrada noroeste con persona adulta
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Corredor con persona adulta
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Corredor con escalera con personas
adultas
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La entrada del oeste
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[15]
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Mauch propugnó la teoría de que Zimbabue
había sido en otro tiempo la tierra soñada de
Ofir, adonde el rey Salomón iba a buscar oro y
piedras preciosas (1 Reyes 9, 26 y sigs.). Ésta no
fue sino una de las incontables hipótesis con las que
se quiso explicar el enigma de Zimbabue.
Pero otros localizaban, no menos convencidos, el país
fabuloso de Ofir en la India o el Elam, en Arabia o en
África oriental. Probablemente estaba al sur de la
costa occidental del mar Rojo. Sea como fuere, Karl Mauch
aportó su teoría, que fue a sumarse a las
demás, y nunca supo que la existencia del misterioso
lugar constaba en documentos desde hacía mucho
tiempo. Por cierto que Adam Renders quedó tan
fascinado por aquellas ruinas, que ya no se alejó de
allí hasta su muerte.
Sobre las ruinas de Zimbabue, flota una niebla espesa,
propicia a las especulaciones románticas. El
arqueólogo Marcel Brion (nota 41: Brion, Marcel: Die
frühen Kulturen der Welt [Las primeras culturas del
mundo]; Colonia 1964) ha recopilado todas las teorías
sobre Zimbabue, llegando finalmente a la conclusión
de que no son sino "divagaciones románticas".
Marcel Brion, libro "Die frühen Kulturen der Welt"
[Las primeras
culturas
del mundo] [10]
indica que todas las historias sobre Zimbabue son leyendas
Mas'udi no sabía
nada de Zimbabue [pero indica minas de oro]
Dada su situación, escondida en lo más hondo
de los matorrales africanos, no ha de extrañar que
Zimbabue fuese como una especia de contraseña
secreta. Ni siquiera el concienzudo escritor y viajero
árabe Abu l-Hasan Mas'udi (hacia 895), que
vivió en Bagdad y emprendió desde allí
vastos viajes geográficos, menciona a Zimbabue en su
obra central (p.206) "Lavaderos de oro" (p.206-207).
Se ha demostrado que en aquella zona existía una
intensa minería del oro ya en tiempos de Mas'udi, sin
embargo.
Damiao de Goes (1502-1574), un historiógrafo
portugués muy inquieto, sí menciona a
Zimbabue, aunque no la vio personalmente. Fueron unos
aborígenes quienes le hablaron, orgullosos, de
aquella gran obra.
Damiao de Goes, retrato [11]
También Joao de Barros (1496-1570), paisano y colega
del primero habla de Zimbabue en su obra de cuatro tomos
"Asia", en los términos siguientes:
No de mano humana
<Los naturales del
país llaman a esas edificaciones Zimbabue, lo que
significa "residencia real"... Nadie sabe quién las
erigió ni cuándo lo hizo, pues los
aborígenes no saben leer ni escribir, y por tanto
carecen de historia. No obstante, afirman que esas
edificaciones han de ser obra del diablo, pues en vista de
su propia capacidad les parece imposible que sean hechas
por mano humana...>
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João de
Barros, retrato [12] |
Rodesia Zimbabue, una familia de nativos [13]:
Los nativos contaron a Barros que los castillos
"Zimbabue" serían de seres
supernaturales... |
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Cien años más tarde, es decir en 1721, el
gobernador de Goa anotó esto:
<Se informa que en la
capital de Monomotopa [Zimbabue] existe una torre u obra
de muralla que, a todas luces, no fue erigida por los
negros aborígenes.> (nota 41: Brion, cit.)
[Viaje de Däniken a
Zimbabue: hotel y razas diversas en Zimbabue]
A finales de otoño de 1976 estuve en Zimbabue, que no
en vano ha pasado a formar parte de los circuitos
turísticos de moda. Desde Fort Victoria se llega al
yacimiento por una carretera bastante estrecha, aunque
asfaltada. A pocos kilómetros de Zimbabue hallamos el
"Zimbabue Ruins Hotel";
Zimbabwe Ruins Hotel [hotel Ruinas de Zimbabue] [14]
varias chobas con techado de paja rodean en
semicírculo un patio con árboles.
Después de ocupar una de las mesas de piedra, negros
serviciales le sirven a uno manjares y bebidas; llevan
banderolas de seda con grandes rótulos que anuncian
sus respectivas funciones de camareros, sumilleres o
MAÎTRES. Eso es lo que uno llamaría una vida
idílica, si no fuese por las descargas cerradas y
ráfagas de ametralladora que, de vez en cuando, se
oyen en algún valle próximo: Mozambique
está a sólo una hora y media de distancia.
En los hoteles y locales públicos de Rodesia que yo
he conocido (p.208)
había camareros negros y blancos, lo mismo que
camareras negras y blancas; en el paisaje urbano hay
conductores de autobús y taxistas negros y blancos.
Hay muchos blancos a quienes no gustan los negros, y negros
que no sienten especial cariño por los blancos.
¿Acaso nosotros somos tan diferentes? ¿Es que
los alemanes quieren a los trabajadores inmigrantes turcos?
¿Acaso los suizos estimamos a los cientos de miles de
meridionales que construyen nuestras autopistas y nuestros
pantanos, y que horadan con túneles los Alpes?
Con estas observaciones no pretendo quitar hierro al
problema racial allí planteado. Pero vale la pena
mencionarlo, porque incluso las ruinas de Zimbabue han
entrado en el conflicto político. Hasta hace poco, en
Rodesia se consideraba "shocking" cualquier
atribución de esos monumentos a los negros.
Efectivamente, las innumerables tribus africanas del norte y
del sur jamás erigieron construcciones tan
gigantescas. La organización y la
planificación eran cosas ajenas a su mentalidad, y
probablemente siguen siéndolo. El que hace veinte
años hubiese afirmado que los bantú fueron los
constructores de Zimbabue se habría hecho muy pero
que muy impopular. Por razones políticas. ¡No
era cosa de aceptar que unos negros hubieran sido capaces de
culminar tamaña empresa!
Conversación con un
arqueólogo rodesiano [Sinclair cuenta de un imperio
de Zimbabue hasta el océano Índico -
hallazgos - la ruina fue una mina de oro]
Entrevisté al arqueólogo rodesiano Paul
Sinclair, un hombre de unos treinta y cinco años de
edad. Es funcionario del National Museums and Monuments of
Rhodesia [museo nacional y monumentos de Rodesia] y trabaja
desde hace algún tiempo para el Simbabwe Museum. Ha
organizado por cuenta propia varias excavaciones en los
valles cercanos; en estratos bastante profundos ha
encontrado sedas chinas, cerámicas árabes,
gran número de objetos de adorno bantú y
extrañas figurillas de origen no conocido.
Le pregunté a Sinclair:
-- En su opinión, ¿quiénes fueron los
constructores de esas gigantescas murallas?
-- Fueron los negros - respondió -, En el idioma
shona, Zimbabue significa algo así como "la casa
honorable" o "venerable". Una casa venerable puede ser un
templo, o también una residencia real. Por desgracia,
hasta ahora no ha sido (p.209)
posible hallar la tumba de ese rey o dictador
megalómano al que pudiéramos atribuir tan
ciclópeos trabajos. Así pues, por ahora no es
posible contestar a la pregunta de quién fue.
-- ¿Qué es lo que le lleva a usted a la
convicción de que fueron los negros?
Sinclair me condujo hasta un armario con infinidad de
tiradores, y fue abriendo un cajón tras otro.
-- Vea usted. Todos estos objetos han sido hallados en el
"Valle de las Ruinas". Entre el lugar donde nos encontramos
y los puertos de Sofala y Quelimae en Mozambique hay unos
cien yacimientos de ruinas, no tan grandes como las de
Zimbabue, pero de disposición parecida. mediante un
efecto térmico arrancaban losas del granito y con
ellas edificaban sus murallas, sin necesidad de mortero.
Antiguamente, el imperio de Zimbabue llegaba hasta el
océano Índico. Seguramente los desconocidos
reyes de Zimbabue vendían oro a los árabes y
chinos a cambio de otras mercancías. ¡Vea
aquí las pruebas de esta suposición! Esto es
seda china, y estos son jarrones chinos que estaban en el
subsuelo de aquí. Hemos encontrado telas
árabes, brazaletes, trozos de vasijas de vidrio e
incluso varios objetos de adorno procedentes de la India.
Estos hallazgos nos llevaron a la conclusión de que
partía de aquí una ruta comercial hacia los
puertos del océano Índico (en la actual
Mozambique). y, ¿con qué comerciarían?
Con el oro, naturalmente, pues sabemos que dentro de
Zimbabue y alrededor de ella había minas de oro. Ello
está indicado también por el título de
los reyes, Monomotata, pues dignifica aproximadamente
"señor de las minas".
-- ¿No sería más lógico suponer
que los constructores fueron los árabes?
-- No. Lo demuestra el hecho de que los objetos de origen
extranjero abunden mucho menos que los de la
artesanía local, y que claramente son obra de los
negros. Todos estos cajones están llenos de
figurillas, de muestras del trabajo de los constructores
negros.
[Figurinas encontradas en
la ruina de Zimbabue]
En aquellos cajones estaban, efectivamente, las figurillas
talladas en época desconocida, quizá para
entretener los ocios junto a la hoguera del campamento
minero: la mayoría de los rostros presentaban rasgos
negroides. Pero también vi algunos que me recordaron
espontáneamente a mis dioses-astronautas. cabezas
redondas, totalmente cubiertas por cascos. Removí un
incontable número de brazaletes de marfil, de
collares (p.210)
hechos con huesos de animales africanos, de piezas talladas
en maderas nobles con incrustaciones de marfil.
-- Si le he entendido bien, señor Sinclair, los
constructores de Zimbabue fueron los negros. Pero,
¿por qué? ¿Para qué?
El arqueólogo opinaba que Zimbabue había sido
un refugio, un fuerte contra los bandoleros, porque la
cantidad de oro acumulado allí debió ser un
botín codiciado desde los tiempos más
primitivos.
Esta respuesta no me satisfizo en absoluto.
¿Qué dijo el historiador portugués,
refiriéndose a la tradición oral de los
indígenas?
<Afirman que esas
edificaciones han de ser obra del diablo, pues en vista de
su propia capacidad les parece imposible que sean hechas
por mano humana...>
¿Qué aspecto tiene Zimbabue hoy?
Análisis de las
ruinas [muro elipse sin mortero y sin argamasa]
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El castillo
Sirio, el castillo de Shona, vista
aérea, está en una forma de
elipse 01 [16]. El lugar con
todas las ruinas es llamado "valle de las
ruinas"
castillo Sirio de Zimbabue, vista
aérea 02 [17]
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El principal núcleo del yacimiento es una muralla de
piedra de unos 100 metros de largo, de forma
elíptica, que encierra una superficie de unos dos mil
metros cuadrados. A esa elipse le llaman hoy "la residencia
real", lo cual es un nombre bastante absurdo, sabiendo que
probablemente no ha residido jamás ningún rey
entre esas murallas:
-- no se ha encontrado tumba,
-- ni jeroglíficos,
-- ni estatuas,
-- ni bustos,
-- ni restos de herramientas de ningún género.
Zimbabue no tiene historia.
El muro que rodea la "residencia" tiene diez metros de
altura y cuatro y medio de ancho, en promedio.
No se empleó
mortero ni argamasa para erigir esta pared, cuyo
peso total se estima en cien mil toneladas.
Los restos de muros DENTRO de la elipse no dan lugar a
ninguna conclusión lógica. Hay otros
círculos y elipses de pequeñas dimensiones,
una pared que discurre paralela a la exterior y más
baja que ésta... y en la "esquina derecha" (aunque,
bien entendido, una elipse no tenga "esquinas", por cuyo
motivo lo ponemos entre comillas) se alza una torre de diez
metros de altura sobre una base de seis metros de
diámetro. Tampoco la torre obedece a ningún
sentido que nosotros podamos (p.211) entender: no hay
entrada, no tiene ni escalera ni ventanas.
La torre del castillo Sirio: la torre no tiene entrada ni
ventanas ni escalera [18]
El contorno exterior está formado por apilamiento
compacto de piedras, de dentro afuera.
La arqueólogo inglesa Gertrude Gaton-Thompson,
encargada de la dirección de las excavaciones en
1929, sospechó que debajo de la torre podría
haber un sepulcro; ordenó excavar, pero no se
encontró sepultura alguna. A lo que parece, la torre
es un misterio tan grande como el de las murallas que la
rodean (p.213).
Gertrude Caton-Thompson, retrato [19]:
su excavación resultó que no resultó
nada
Alrededor de la elipse se extiende un campo de ruinas no tan
espectaculares, al que llaman "el Valle de las Ruinas". He
estado allí, y no puedo decir que haya visto
ningún valle. Las ruinas están dispersas sobre
la misma llanura donde se sitúa la gran elipse. Y
aquí, como suele ocurrir, brota entre las piedras una
lujuriante vegetación.
El emplazamiento de la gran elipse o valle de las ruinas
está dominado por un tercer complejo situado sobre
una loma escarpada a la que llaman la "acrópolis". En
este lugar se han aprovechado con gran habilidad los
accidentes del terreno: en las quebraduras de la roca
echaron cimientos para la muralla.
Shona, valle de las ruinas en Zimbabue, acrópolis
[20]
[Las dimensiones de la
muralla]
La parte más gruesa de ésta, la que forma el
"muro exterior", tiene 7,50 metros de alto y 6,70 metros en
la base disminuyendo hacia arriba, pero con un espesor
respetable de cuatro metros todavía en la
coronación del muro. Los obreros debían ser
poco propensos al vértigo, pues en algunos puntos de
la acrópolis la muralla se alza sobre rocas que
parecen cortadas a pico. ESTA parte de la acrópolis
sí debió ser fácil de defender, si es
que Zimbabue era una fortaleza.
[La ruina en la
montaña en la "acrópolis"]
Ocho pájaros de
Zimbabue
Arriba [en la acrópolis] se hallaron pequeños
brazaletes de oro, cuentas de cristal y
ocho pájaros de
saponita, como se llama científicamente, o
piedra de jabón, porque tiene tacto de jabón
cuando está seca. Estos "pájaros de Zimbabue"
refuerzan el misterio del paisaje de ruinas; miden hasta
treinta centímetros de alto, y probablemente se
asentaban sobre columnas.
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Plano de las ruinas de Zimbabue con Shona y con
la acrópolis [21] |
La vista a la ruina en la acrópolis [23]
Estela de pájaro en piedra de
jabón, encontrado en la acrópolis
de Shona [22] |
Esos pájaros existen en muchas copias.
|
El suelo de la acrópolis presenta un motivo
geométrico. Desde esta altura, el panorama sobre el
Valle de las Ruinas y las grandes murallas es de los que
cortan la respiración.
Vista de la acrópolis a las ruinas de Shona con el
castillo Sirio [24]
Algunos de los bloques de piedra, de más de quince
metros de altura, parecen trabajados por mano humana; otros
podrían haber sido expuestos a la acción de
máquinas. Recuerdo otros monolitos con marcas
semejantes, como los del Perú. Allí, en la
fortaleza inca de Sacsayhuamán, se puede contemplar
un espectáculo parecido: como si en otro tiempo
hubiesen andado gigantes por ahí, jugando con las
piedras. Hoy existe un estrecho sendero que sube en zigzag
hasta donde están los monolitos. El que pretenda
subir sin guía y a horas de mucho calor, que se
guarde de las serpientes (p.214).
La Rodesia de Cecil Rhodes
Cecil Rhodes (1853-1920), el fundador de Rodesia,
visitó Zimbabue y le interesaron mucho las ya
entonces numerosas teorías sobre el origen de
aquellas construcciones; por inclinación
prefirió la versión bíblica,
según la cual Zimbabue había sido Ofir, la
tierra del oro.
Cecil Rhodes, retrato [30]
¿Construida por los
árabes?
Hacia la misma época aproximadamente, el
arqueólogo J.P. Went propugnó la
opinión de que Zimbabue fue construida por los
árabes. Aun hoy opina lo mismo R. Gayre of Gayre,
aduciendo que si los negros bantú no edificaron
construcciones megalíticas en ningún otro
lugar, ¿por qué iban a hacerlo precisamente
allí? Gayre motiva su hipótesis con el
comercio del oro. Los árabes habrían excavado
aquellos lugares desde tiempos preislámicos, y
edificado Zimbabue para la protección (p.215)
de sus tesoros. En cuanto al muro elíptico,
señala la existencia de otro parecido del siglo XVII,
que se halla en el Yemen.
Según algunas estimaciones, en su mejor época
Zimbabue habría producido hasta 600.000 toneladas de
oro por año. Actualmente la producción anual
de Rodesia todavía alcanza las dieciséis
toneladas.
Todo es discutible, nada está asegurado. Realmente
Zimbabue parece no tener historia.
Como yo prefiero suponer que nuestros antepasados
tendrían una capacidad más o menos semejante a
la nuestra en lo relativo a cuestiones prácticas e
independientemente de si eran blancos o negros, cuando estoy
en Zimbabue, a la vista de aquellas poderosas
construcciones, la tierra soñada de Ofir me produce
una extraña sensación de malestar. ¿A
qué será debida esa inquietud?
Si alguna vez hubo aquí una guarnición para
vigilar los transportes de oro, es evidente que los soldados
se alojarían en la inexpugnable acrópolis.
Desde ÉSTA sí se dominaba el llano.
Enigmática elipse
En cambio, la gran ruina elíptica del llano se
resiste a entregarnos su sentido. Desde ella no se domina
ningún panorama, ni está provista de lo que
los defensores de todos los tiempos necesitan: torres,
almenas, troneras. Incluso debía resultar
difícil el subir a la muralla, pues no hay en
ésta escaleras por las que subir ni salientes por
donde trepar. No es posible que la gran elipse haya servido
nunca de fuerte.
Pero entonces, ¡válganos Dios!, ¿por
qué las tribus africanas acarrearon cientos de miles
de toneladas de granito hasta este lugar, para erigir tan
macizos muros?
Esta pregunta no me dejaba en paz, me acosaba durante
días enteros mientras yo recorría de un
extremo a otro aquel llano sembrado de ruinas...
¡hasta que tropecé con un mapa de las
instalaciones de Zimbabue, colgado de la pared del Museo!
(p.216)
¡La torre en el
"rincón derecho" de la elipse!
Dentro de la gran elipse aparecía - además de
otras ruinas indefinibles - la maciza torre cónica...
¡ocupando un lugar bien significativo en su
"rincón derecho"! La elipse y la torre, en sus
respectivas posiciones... ¿no parecían una
versión más complicada del modelo de Sirio,
descubierto entre los negros dogón de la
república del Malí, en África
occidental?
Plano de la ruina de Shona con el modelo del sirio de los
dógon de Mali (p.219)
El investigador norteamericano Robert G. Temple (nota 42:
Temple, Robert G.: Das Sirius-Rätsel; Francfort 1977)
ha demostrado con toda exactitud que la tribu africana de
los dogón posee, desde tiempos inmemoriales,
detallados conocimientos sobre el sistema de Sirio.
Una pista sobre el sistema
de Sirio de los dogón del Malí [elipse de
Sirio B alrededor de Sirio A - forma de elipse en
Zimbabue]
La brillante Sirio A, principal estrella de la
constelación del Can Mayor, tiene una
compañera invisible, una diminuta estrella de
neutrones - Sirio B - que describe una elipse alrededor de
la primera. En los grabados rupestres de los dogón se
distingue claramente esa órbita elíptica
alrededor de la visible Sirio A situada "abajo a la
derecha".
Los dogón aseguran haber recibido sus extraordinarios
conocimientos astronómicos de un dios llamado Nommo.
Pero Nommo no sólo enseñó a los negros
la existencia de una Sirio B INVISIBLE en órbita
alrededor de Sirio A, sino también los nombres y
períodos de varios planetas del sistema de Sirio.
Tienen ahí un "planeta zapatero" y un "planeta de
mujeres", conocimientos acerca del sistema de Sirio que la
moderna astronomía aún no posee. NOSOTROS
sabemos únicamente que Sirio B gira en órbita
elíptica alrededor de Sirio A, con una periodicidad
de cincuenta años.
Ahora, frente al plano expuesto en el Museo de Zimbabue,
saltaba a la vista un paralelismo óptico. La gran
elipse de Zimbabue, con su extraña torre "abajo a la
derecha", ¿no se parece a lo que cuentan del sistema
de Sirio los dogón? ¿Tal vez los inexplicables
restos de muralla DENTRO de la gran elipse representen las
órbitas del "plantea zapatero" y el "plantea de las
mujeres"? De lo contrario, ¿por qué tenemos
junto a la gran muralla elíptica, a lo largo de casi
un tercio de su longitud, otra muralla interior paralela, y
aparentemente absurda? Y digo (p.218)
esto, porque no se concibe que haya podido servir a fines
defensivos, como tampoco los demás muros circulares o
espirales DENTRO de la elipse.
Es preciso elevarse en el aire para comprobar, a vista de
pájaro, la práctica identidad de la gran
elipse de Zimbabue, con su torre maciza rechoncha en la
parte "inferior derecha", respecto del sistema de Sirio tal
como lo representan los dogón.
Lo cual nos conduce a tratar de indagar si además de
la sorprendente semejanza óptica entre las
instalaciones de Zimbabue y el modelo dogón de Sirio
existe también un vínculo conceptual.
Siempre y en todas partes, los motivos religiosos han
impulsado hazañas descomunales de los humanos. En
toda la redondez de la Tierra, el móvil religioso
inspira la erección de signos para los dioses, de lo
cual no se exceptúan ni las mezquitas musulmanas ni
las catedrales cristianas, iguales en esto a los templos
megalíticos y las pirámides. Hasta los pueblos
más (p.219)
pobres se dedicaron a reunir oro y piedras preciosas con tal
de adornar con esos materiales los símbolos de la
divinidad. En esto son lo mismo paganos y cristianos:
siempre que se emprenden construcciones y se ofrecen
sacrificios, es en honor de un dios.
Por consiguiente, ¿no es lógico suponer que
los negros de Zimbabue, si creían en un dios llamado
Nommo, erigieron una gran obra en recuerdo de la procedencia
celestial del mismo: un modelo en piedra del sistema de
Sirio? ¿Fue el afán religioso lo que les
lanzó a la magna empresa, al objeto de expresar su fe
en el retorno de Nommo? Tal vez querían indicarle a
su dios: ¡Aquí estamos, y seguimos
esperándote!
[Comparación: Sirio
en la cultura de Egipto]
Los "halcones" de Zimbabue
y de Horus
Los ocho pájaros de la acrópolis de Zimbabue
presentan gran semejanza con los halcones sagrados del dios
egipcio Horus, que en su origen era un dios del cielo. Su
símbolo era un halcón con las alas extendidas.
¿Quizá los dogón recibieron de los
egipcios su ancestral saber, como apunta Robert G. Temple?
En efecto, el calendario egipcio más antiguo es un
calendario basado en Sirio, así como la diosa egipcia
Isis era en principio la diosa de Sirio.
¿Qué papel desempeñan los ocho
pájaros falconiformes de Zimbabue en esas ruinas
africanas?
No se sabe cuándo ni por quién fue construida
Zimbabue. Esa ruina no parece tener historia. Pero tampoco
sabemos cuándo ni de dónde llegaron al
Malí los dogón. Pero el modelo de un
determinado sistema planetario parece que fue conocido tanto
por los dogón como por los bantú. Ambos
adoraban la figura simbólica del dios egipcio Horus,
el halcón. Tal vez los dogón conmemoraban una
visita de los dioses con sus tradiciones alrededor del
sistema de Sirio, mientras los bantú prefirieron
plasmar el mismo sistema mediante un modelo que nadie
pudiese abarcar desde tierra.
No digo que mi propuesta sea la solución del enigma
de Zimbabue. Sólo sé que hasta la fecha no ha
sido posible afirmar nada seguro. Puesto que la gran elipse
de Zimbabue no era una fortaleza - que ésta se halla
cien metros más arriba, en la acrópolis -,
tuvo que ser una residencia o una especia de templo. Pero el
supuesto de una residencia no encaja porque (p.220)
no se observa ningún signo de habitabilidad, ni
rastros de inscripciones con nombres de reyes u otros
adornos en las murallas, más bien primitivas. Nada
semejante a un trono, ni salas que hubieran podido ser
frecuentadas por los humanos. A ningún
príncipe de época alguna le habría
servido la torre cónica del "rincón de abajo a
la derecha" de la elipse, ni tampoco la absurda segunda
muralla interior, paralela a la exterior elíptica.
Excluidos el fuerte y la residencia como posible utilidad,
nos queda únicamente la suposición de un culto
religioso. Mientras pasaba mis días en Zimbabue, no
me costaba mucho imaginar una procesión de negros
bantú, entonando cánticos, avanzando entre los
dos muros paralelos hacia la torre cónica para adorar
al dios Nommo del sistema de Sirio.
Las soluciones propuestas al enigma de Zimbabue hasta el
presente no son más que especulaciones, a las que
sumo la mía. Tengo a mi favor, más o menos,
tanto o tan poco como los otros que han especulado al
respecto.
Después de tanto estudio y tantas excursiones, me
acuerdo cada vez más de aquel maduro caballero de
Atenas. Tendrá que pedirle excusas (p.222).